Pandora o cuatro momentos de peso - LJA Aguascalientes
22/11/2024

I El final

“¿Cómo pudiste terminar así?” es la interrogante tres veces pronunciada con la que comienza esta historia y es la interrogante que nos cierra el círculo cuando terminamos esta historia. Es una pregunta personal que olvidamos en el transcurso de las páginas pero que vuelve al cerrar el libro: “¡¿Cómo pudiste terminar así?!” Pero la pregunta no lleva destinatario, no uno específico, sino tres: Pandora, Gerardo y Abril. Incluso un cuarto, Liliana V. Blum: “¿Cómo pudiste terminar así, Liliana, esta novela de geometría perfecta, de nudos atados sin fuerza pero sin descuido, de conflictos sin violencia pero no sin lucha?” “¿Cómo llegaste a esto, por qué caminos; cuál fue el detonante y cuál el soporte para no perder sentido?” Sí, lo sé: la genialidad.

 

II Las ausencias

Romper con los estereotipos, juzgarlos sin misericordia y burlarse de ellos: el éxito, la belleza, el peso, la salud, el bienestar, la felicidad, son conceptos que se exponen en Pandora con la alevosía de exhibirlos crudamente, a partir de cuestionar las convenciones sociales que nos rigen, aquéllas que nos venden Coca-cola o Telcel, para conseguir una vida en plenitud. En Pandora, los personajes y sus circunstancias son reales, sus emociones y sentimientos son honestos, sus motivos para actuar y sus acciones están justificados, pero su heroicidad se decolora por la ausencia: Gerardo se ha forjado un destino perfecto en lo profesional y personal, pero no está satisfecho: su placer sexual está determinado por una parafilia, lejana -muy lejana- a su realidad; Abril, la esposa que se ha empecinado en perfeccionar el entorno del marido y a perfeccionarse físicamente, no ha obtenido lo que busca: el amor apasionado de Gerardo; y Pandora, mujer marginal que nunca antes había cubierto las expectativas que la sociedad -especialmente su familia- le había endilgado: aparentemente llega a donde quiere en el clímax de la novela, pero tampoco existe una aceptación a su persona, pues se le exige más, más peso, más tamaño, más volumen. Vuelve a ser una falacia el “te quiero tal y como eres”.

 

III Anastimafilia

“Atracción por personas obesas o excitación por el sobrepeso de los demás” se puede leer en cualquier página de internet o blog que aborda el fascinante mundo de las parafilias, mas no en el diccionario -curioso, ¿no?-. Visto así, uno creería que ni es para tanto, que el hecho de que a alguien le atraiga una persona con sobrepeso, es una preferencia, una elección, un gusto. Entonces podemos revisar cómo se han transformado las preferencias relativas al placer sexual en el transcurrir de los años y lo que antes se consideraba parafilia, hoy no lo es. Una parafilia, para que sea considerada como tal, debe de ser “un patrón de comportamiento sexual en que la fuente del placer no está en la cópula, sino en alguna otra cosa o actividad que lo acompaña”. Y justo ahí se encuentra Gerardo: no es el simple hecho de que Pandora esté gorda lo que le atrae, sino las infinitas posibilidades que se le abren al descubrirla como un ser al que la comida y comer son los ejes de su placer. Porque Gerardo tiene un plan; porque a Gerardo, a su vez, le da placer verla comer, darle de comer, obligarla a comer. Pandora no tiene opciones: sin ningún remordimiento se deja hacer; Gerardo, sin ningún remordimiento, le ofrece la posibilidad del amor, con sus condiciones y consecuencias. Pandora no tiene opciones. O quizá sí, seguir con su vida de mujer marginal o internarse en el abismo del amor, el sexo, la comida, para no salir y permanecer dispuesta a lo que le propongan, con todos sus riesgos, incluso el de la vida. No, Pandora no tiene opciones.

 


IV Sexo de Tres x Uno

Lo debo decir: Liliana V. Blum nos da clases de cómo se debe escribir una novela predominantemente sensual, erótica, sin caer en lo soez, la salida fácil, el desconocimiento encubierto por demasiada información. La fluidez en la narración de los sucesos y en la descripción del contexto logran involucrarnos en una historia fuera de lo común pero no lejana, que conseguimos apropiárnosla con la naturalidad que da la empatía con los personajes, los tres, y con los acontecimientos que nos trastocan. Ella coloca a sus personajes en el mismo peldaño y los deja ser y hacer, pero nunca los sobaja o enaltece; consigue que el lector se identifique con uno y luego con otro, y más adelante con el otro otro, y así. Lo debo decir: No hay más: deben leer Pandora.

 


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