- Eduardo Villalpando Macías regresa a su ciudad natal para celebrar la cultura del consumo de las artes
- El arte grupal es un factor de cohesión y creación de vínculos entre las diferentes comunidades
“Sin terquedad ni constancia ningún teatrero puede sobrevivir”, aseguró Eduardo Villalpando Macías, aguascalentense del barrio de Triana que por trabajo de su padre salió de esta ciudad muy joven para convertirse en un hábil ejecutor de las artes escénicas en Guadalajara, Jalisco. Ahora regresa con una pequeña participación en Microteatro Aguascalientes con La verdad de los domingos, un monólogo de comedia y drama.
Sus primeros años de vida los pasó de un lugar a otro, fue en su adolescencia cuando decidió que su camino era el teatro: “Mi niñez fue alocada en Mazatlán, luego me mandaron los inconscientes de mis padres a estudiar a Guadalajara y ahí fue donde encontré mi pasión”, aprovechó los talleres artísticos de las preparatorias de la Universidad de Guadalajara para trabajar esa pasión y convertirla en hechos. En sus vacaciones asistía al Teatro Morelos, espacio en el que, por la temporada, siempre encontraba a Enrique Alonso el Cachirulo, con representaciones infantiles radiocanales y cuentacuentos: “Esas fueron mis primeras experiencias teatrales, pero como en Mazatlán es muy poco favorecido el teatro tuve que esperarme hasta Guadalajara”.
Lalo, como prefieren que lo llamen, aclaró que sería aventurado hablar de cómo se mueve el mundo del teatro en Aguascalientes, pues no lo conoce. Señaló que hay un público más asiduo y más oportunidades que en otros estados, ya que la cantidad de espacios culturales que hay es sorprendente, comparado con Guadalajara, que es cinco veces más grande en territorio, “les aseguro que hay más aquí en Aguascalientes que ni allá, y eso habla de una cultura distinta”, lo cual es de celebrarse, pues el teatro como parte de las artes en general es una buena herramienta para la educación y sensibilización social, que al final lleva a la formación de ciudadanías sensibles y responsables.
Para Villalpando Macías, el arte es una necesidad inherente al ser humano: “El hombre por naturaleza tiende a explicarse lo que está viviendo, lo que es la vida y la sociedad, siempre se cuestiona dando una respuesta desde un punto de vista”.
Al igual que algunos teatreros locales, Lalo considera que las artes escénicas sí pueden ser una efectiva herramienta para la transformación social, sin embargo, la mayor herramienta es la educación: “Sin ella sería muy complicado tener un cambio real y de fondo sustentable; pero también está el arte, que es una manera de educarnos”. En la actualidad muchas administraciones municipales y estatales han tomado como bandera el reconstruir el tejido social, que si bien se encuentra muy deteriorado requiere de algo más que programas asistenciales.
El arte puede servir como factor de cohesión y creación de vínculos entre las diferentes comunidades; como la población se ha disgregado mucho, los vínculos y la relación de persona a persona, las artes grupales por ejemplo sensibilizan y crean un sentimiento de comunidad muy fuerte.
Si bien no hay un mercado construido para los que se dedican a las artes escénicas como el caso de ingenieros o médicos, Eduardo Villalpando Macías subrayó que los actores deben convertirse en gestores de sus habilidades y trabajo, algo que se les ha olvidado en los planes académicos, pues pocos son los jóvenes egresados que concluyen con conocimientos de autogestión y autopromoción; es por ello que asegura que es la vida la que te da las pautas para crear fuentes laborales: “Creo que el mayor consejo que puedo dar es la terquedad y la constancia, estas dos deben estar presentes en cualquier actividad en la vida, si las tienes entonces al final tendrás frutos. Trabajar y creer en que algún día se va a lograr tus metas”.