Se te ocurre caminar por Guadalupe, barrio de entierros, conque tomas la antigua calle de San Diego en el sentido contrario de los coches. Doblas en Gorostiza. Qué padre la talabartería de don Enrique Urista, a quien le sacas plática y pides permiso para hacerle una foto o dos. Al poco rato ya te está contando de su natal Colotlán: que si el piteado, que si los tlaxcaltecas en Jalisco, que si las ollas de los olleros. Procuras retener esta información para usarla después, acaso en la columna del periódico, que es más periódica que columna. Le compras una cartera cincelada y una cachucha ranchera que te harán sentir ad hoc a la mañana siguiente cuando vayas por leche bronca a la Fátima (pero el tendero se dará cuenta de tu disfraz de lomilargo: “Sí sabe que tiene que hervirla, ¿verdad?”). Te despides del señor Enrique prometiendo regresar y vas, ahora sí, rumbo a la parroquia, triunfo del estípite y para ti la más hermosa construcción de la ciudad en esta tarde color cantera.
Las casas y edificios como que brillan con luz propia. Por ejemplo el hotel Bahía, propiedad de una actriz muy propia, María de Jesús. “¿También usted es actor?” Por ella y su hija te enteras del viejo Mesón de la Cruz, casi enfrente, que actualmente es un estacionamiento (con algún vestigio en el pequeño patio, al fondo). Junto al hotel pervive una casa añosa, abandonada: de seguro en un tiempo remoto alojó a un sinnúmero de viajeros. ¿Qué edad tendrán los restos de pintura de la fachada? Fue ésta, pues, una zona de mesones y sus naturales comedores: las birrierías, como El Lago Azul, desde mil novecientos cincuenta y siete (y para el postre, El Popo, santuario de nieves y aguas frescas). Aunque ni los conociste ni nada, suspiras por los desaparecidos talleres de mayólica de Aguascalientes, con prosapia de siglos. ¡Válgame!, capaz que sí eres actor. En el jardín que fue cementerio y luego Jardín Porfirio Díaz conversas con unos aseadores de calzado: que tu acento no suena como del Distrito Federal; pos sabe. Qué quiosco más bonito, qué casas. Se hace de noche, ya van a cerrar los negocios. Alcanzas a saludar a un relojero que pone pilas y pernos; sobre el mostrador un caballito de juguete.
Mañana volverás a Guadalupe: gente buena en los velatorios y afuera un cielo claro que te hará pensar, sólo tú sabes por qué, en lo que pasa allá abajo, bien abajo, donde raíces profundas van en busca de aguas calientes.
Jorge Pedro Uribe Llamas (Ciudad de México, 1980) estudió Comunicación Medios Masivos en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha colaborado en varios medios de comunicación. En 2014 recibió un Pochteca de Plata de parte de la Secretaría de Turismo del Distrito Federal por su labor como cronista. Es miembro asociado del Seminario de Cultura Mexicana y autor de Amor por la Ciudad de México (Paralelo 21, 2015).
Dieciocho de septiembre de 2015