Interpolaciones y extrapolaciones / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Seguimos el hilo conductor del juicio crítico i-religioso del cosmólogo Stephen Hawking, no hay dios ni nadie dirige nuestro destino; del físico estadounidense Steven Weinberg, la religión es un insulto a la dignidad humana; o del neurocientífico canadiense de la cognición Steven Arthur Pinker, para quien la religión es un mecanismo biológico de adaptación, al final inútil para la supervivencia y para la reproducción, por lo que es una mera enjuta, característica no innata al ser humano, sino un subproducto de su evolución. Propuestos por Germán Castro como sugerencia a nuestra reflexión.

Decía yo que, bajo cabal respeto a esos diversos niveles de análisis argumentativo, mi exploración y respuesta de ninguna manera pasarán por el supuesto del Principio de Autoridad -como estrategia argumentativa-, el cual supone esencialmente la calidad y la densidad intelectual relativa y propia del autor científico en cuestión. Asunto que, por otra parte, merece y debe ser abordado desde la solidez, valor probatorio objetivo, coherencia y cohesión conceptual interna al propio análisis, para poder derivar y/o falsear la verosimilitud intrínseca a su tesis demostrativa. Todo esto nos posiciona, en suma, sobre vías alternativas de argumentación, desde las cuales no se valen chapuzas argumentativas o “salidas políticamente correctas” propias de un razonador (“raisonner”/ = uso despectivo de aquel que se justifica a toda costa). Por lo que no queda otra sino entrarle al toro como al toro.

Y esto significa respetar la fuerza argumental del propio sistema inductivo-deductivo que ellos utilizan, como herramientas y opciones inherentes al método científico. De ahí que yo elegí la referencia de un distinguido paleontólogo y teólogo, Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), quien postuló algo que parecería impensable: “la vocación espiritual de la Materia”, y por tanto la superación radical del materialismo inmanentista del Universo, por una visión no mecánica ni reduccionista del fenómeno de la conciencia humana, sino otorgándole el poder de “centración” evolutiva en un nivel mayor de complejidad hacia la espiritualización no tan solo de la Humanidad, sino también de la Materia, y todo ello en movimiento universal coherente con el futuro de la Energía. Lo que en apretada síntesis equivaldría a postular la vitalización de la materia y la vocación espiritual del hombre. Términos que perderían sentido sin referencia a la gran obra de indagación científica del mismo Teilhard de Chardin, imposible de encapsular en una humilde columna periodística sabatina. Pero, de la cual sí podemos recuperar dos instrumentos metodológicos de primer orden, para mí: la interpolación y la extrapolación.

Se sabe que la interpolación consiste en hallar un dato dentro de un intervalo en el que conocemos los valores en los extremos. Y que la extrapolación consiste en hallar un dato fuera del intervalo conocido, pero debe tenerse en cuenta que esté próximo a uno de sus extremos, pues en otro caso no es muy fiable el resultado obtenido. Partimos del hecho de que en toda indagación científica se nos presenta el reto de inferir a partir de datos conocidos, otros que aún no lo son, pero que en virtud o fuerza de su innegable presencia llevan a pensar en la existencia de otros que hacen plausible su postulación, su explicación y aun su demostración.

Tomemos el ejemplo concreto de la religión. Para Pinker, es una enjuta, o mecanismo biológico de adaptación al medio, psicosocial… Si todos los seres humanos de mi entorno afirman que “el emperador está vestido con un ropaje mágico”, aunque en la realidad está en pelotas o desnudo, entonces yo también digo lo mismo para no causar una disrupción en mi medio, la que no tan sólo provocaría un cisma, sino que pondría a toda la comunidad en mi contra y yo me vuelvo un paria. Algo semejante pasaría con la religión. Aunque hay sobrada evidencia psicosocial y moral de que el Mito de los Orígenes -entiéndase la Creación del Universo- y por tanto del hombre, por un ser divino no se sostiene ante la evidencia científica del comportamiento de las micro partículas energéticas que, por mera explicación mecánica-cuántica, se hacen con masa -gracias al avistamiento último del Bosón de Higgs- y así se transforma la energía pura en materia; luego, no necesitan de un dios para explicar este funcionamiento. Sin embargo, según éste y los otros autores citados, la religión en un subproducto evolutivo de la adaptación psicosocial al medio humano, aunque al final sea inútil tanto para la supervivencia como para la procreación, en tanto funciones inherentes a la vida. Es decir, la religión es un elemento prescindible de la biología y no tiene sentido su postulación como un aparato normativo para su comportamiento en este universo material.

Para nuestros autores, ésta sería la conclusión plausible en coherencia y consistencia de sus indagaciones científicas, sean biológicas o físico químicas y eléctricas basadas ya sea en la mecánica-cuántica o en la astrofísica. Sin embargo, teorías como las que postula Pierre Teilhard de Chardin, con base también en opciones alternativas metodológicas como las del recurso a interpolaciones y extrapolaciones, llevan a resultados inesperadamente sorprendentes. Lo importante es que no necesitamos salirnos del rigor del método científico, sino precisamente en situarnos dentro de él y, bajo perspectivas alternas, observar y tratar de explicar el mismo fenómeno, para el caso el religioso.

Veamos. La refutación más importante al hecho del comportamiento religioso de la gran mayoría de los seres humanos, nos llega por la vía de crítica noética psico-social. En la que se evidencia y magnifica la contradicción evidente de sus manifestaciones sociales y sus resultados. En efecto las creencias doctrinarias y de fes militantes a través de la Historia han causado a la humanidad, toda clase de guerras de aniquilación o exterminio, de odios etnocéntricos, de excesos lesa humanidad de gobiernos absolutistas, y finalmente de justificación de comportamientos de grupos humanos que actúan como aquel postulado de Hobbes: “Homo homini lupus” / El hombre es el lobo del hombre. O sea, el peor depredador de la raza humana es el propio hombre y, éste, dirían los autores citados, ha actuado así en seguimiento de las creencias religiosas que postula, defiende y aplica inexorablemente como una “ética militante”, es decir, como una ideología de dominación. Y éste, para mí, es el núcleo problemático de la religión.

En efecto, la religión como fe y ética militante se convierte en un sistema cerrado, de manera que todo lo que no armonice o sea homogéneo con sus postulados, o bien queda fuera de su núcleo doctrinario, en una periferia de intolerancia o condenación; o bien, queda dentro de su esfera de dominación como sujeto con una conciencia alienada. En donde la única emancipación posible es la autonomización de ese centro de fuerza gravitacional, porque de otra suerte su único modo de sobrevivencia es la sujeción y la obediencia.

Otro tema, sin embargo, es el relativo a observar el fenómeno religioso como una posibilidad de trascendencia de la materia, el tiempo y el espacio, con base en el impulso (élan vital) de la conciencia humana, desde cuya plataforma de lanzamiento se hace posible plantear la realidad del Espíritu, y desde él extrapolar la posibilidad del ser divino, que es capaz de interpelar al hombre, en cuanto semejanza de Él. Bajo esta cosmovisión, es posible replantear el papel de la religión, no como un sistema cerrado de alienación, sino como la mirada de un ángulo abierto al que es Trascendente, por antonomasia. Mismo al que, si se niega, desde el circuito inmanente de la Materia, sería encapsularlo en un reduccionismo inmanentista y por tanto, sujeto al argumento falaz de una interpolación inexacta. En cambio, dejar el juicio crítico abierto a su posibilidad, equivale a la reivindicación de su exterioridad ontológica, es decir a justipreciarlo mediante la extrapolación a su centralidad espiritual. Asunto que, para deliberar con Germán Castro, requiere invocar la noción del Observador, que deberé continuar en la siguiente entrega. Hasta pronto.


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