No sabía si ya en realidad me acariciaban más de tres personas, mi cuerpo estaba electrizado de placer, brazos, piernas, espalda, nalgas. Sabía que el pedazo de fruta húmeda que recorría mi cuello lo sostenía con quien había llegado a ese lugar, mi amiga, pero sentía más paseos de carantoña inflamable sobre mí, creo que conté más de seis, seis manos, me dije. En ese momento indicaron “regresa poco a poco”. Estábamos ahí alrededor de quince personas, hombres y mujeres, con el cuerpo erotizado, desexuado y no sexualizados.
Cuando hablamos de erotismo, suelen venir a nuestra mente imágenes sexuales, genitales, de sexo oral, anal o vaginal, sin embargo, el erotismo va más allá, radica en el placer de los sentidos, del cuerpo y sus múltiples terminales nerviosas. Durante un taller de la primera Jornada de Salud Sexual en Aguascalientes, llamado sensorama, quienes participamos reconocimos las zonas erógenas de nuestra corporalidad, la capacidad de hacer consciente el placer traducido por el tacto, el olfato, el oído y el gusto. Si bien el taller estribó en ofrecer herramientas para explotar el erotismo, en ningún momento se mostró algún elemento de acto sexual, y es que nuestro cuerpo es erógeno, pero también sexualizado por la sociedad, con funciones, roles y placeres asignados, permitidos y prohibidos para los cuerpos sexuados como femeninos o masculinos.
Piense en un hombre con torso desnudo en un parque o en la calle… sí, en realidad esto no nos parece nada peculiar, e incluso ahora se manufacturan, venden y adquieren camisetas-playeras para varones con escotes pronunciados que permitan observar un poco de sus pectorales y pezones -como en los 80-. Si trasladamos la imagen de este individuo a una oficina, entonces pensaremos que es inadecuado… por falta de formalidad. Ahora planteemos los mismos escenarios para una mujer… si no es que ya le puso un brassier, la idea es incompatible con la realidad en la cual vivimos, pues los pechos, los pezones de las mujeres, han sido censurados por ser no sólo erógenos, como el resto de la gran mayoría de los cuerpos, sino que además han sido sexualizados por la sociedad, a cargo de varones, como zonas provocativas para el estimular el acto sexual. Si partimos de la idea de que el cuerpo es erógeno por su capacidad sensorial, ¿quién asigna lo que es sexual o no?, ¿quién determina las diferencias entre lo erótico y el porno?, la sociedad, la cultura, las instituciones, la religión… muchas cosas, muchos quienes.
Estos ejemplos, tal vez un poco o un tanto burdos, pueden ayudarnos a motivarnos a conocer nuestra sexualidad, sus falacias y verdades, sus cuidados y su lado aún desconocido por nosotras y nosotros mísmos. Si reconocemos que nuestro cuerpo es erógeno, que se puede excitar hasta con hacerse consciente de lo que comemos, entonces podremos reducir esa sexualización nociva que ha hecho creer a algunas personas que las mujeres provocan con sus curvas, casi por el único hecho de existir, mientras que los varones brutos como animales, sin la capacidad de contenerse, tendrán erecciones si no es que ya llenaron de semen sus calzones; tal vez así la pornografía llegue a ser sólo un género más de producción audiovisual, en vez de ser el recurso de erotización e ideación de fantasías sexuales que acumula año con año millones de dólares en el mundo y que en ocasiones busca sobrepasar sus límites, atentando a la dignidad y derechos humanos de las y los menos protegidos.
Tal vez al reconocer la trivialidad del erotismo los malestares mentales y sociales a causa de la sexualidad serían sólo vestigios de una sociedad con ansiedad sexual por ignorancia: tan ansiosa de coger por coger, tan ansiosa por saber con quien coge el de a lado, tan ansiosa por no dejar coger, tan ansiosa por pensar que todo se trata de coger.
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