El gobierno de la despreocupación
Francisco Aguirre
“En estricto cumplimiento a lo establecido en los artículos 69 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 6 de la Ley de Planeación, el presidente de la República presenta al Honorable Congreso de la Unión un informe escrito en el que manifiesta el estado general que guarda la administración pública del país”, según publica el portal de la presidencia. “En dichos documentos, se ofrece un balance del estado general que guarda la Administración Pública Federal y se informa sobre las decisiones y medidas tomadas.”
“En suma, dichos Informes representan un ejercicio de rendición de cuentas sobre el esfuerzo realizado por la Administración Pública Federal, para hacer de México una Sociedad de Derechos, e iniciar así una nueva y más fructífera etapa en el desarrollo del país”. Del deber ser a la realidad.
De acuerdo a la publicidad gubernamental de los 34 spots emitidos desde la cuenta oficial de Youtube y replicados por varias televisoras y en audio por la radio, señala que vamos a “mitad de camino”, sin embargo, si tan sólo revisáramos los indicadores generales de gobierno, no vamos ni a la mitad, sino todo lo contrario, nos encontramos rezagados.
El modelo establecido de triunfalismo cotidiano, según los informes de casi cualquier gobernante, no siguen la lógica de rendición de cuentas ni se basa en indicadores de desempeño, por demás públicos. Y es que, pararse a decir: “lo lamento, somos incapaces, pero hacemos nuestro mejor esfuerzo”, es casi alienígena. Ya no hablemos de la causa raíz de los cambios de gabinete. Casi cualquiera puede preguntarse consecutivamente hasta seis veces el porqué de las razones y casi siempre encontrará respuesta obvias, casi, pues.
Y es que el informe presidencial no debate ni delibera en el congreso, ya no le pedimos al presidente que vaya al Poder Legislativo a escuchar, ya ni nos imaginemos la posibilidad de poder responder cuestionamientos al momento. Sin autocrítica y con autoelogios no se consolida el gobierno, sólo la demagogia, como cuando habló de equidad e igualdad de género, al señor presidente se le ocurrió “celebrar” que el 42% de curules son propiedad del género femenino cuando en su gabinete sólo 4 mujeres son funcionarias del primer nivel, ¡sólo 4!
El ritual urdido presentado haces días se parece a esa idea de morirse con la suya, no importase que esté todo podrido. Muy parecido a una sordera testicular, casi mandibular. El desprestigio social en etapa de maduración casi adolescente y una cámara de mayoría a su conveniencia sólo explican el nivel de practicidad política.
Las formas y los abrazos, unos prolongados, otros lejanos, pescados como saludos y apretones de negocios con otros, abrazos de afecto y consanguinidad amistosa se presumieron. Miradas y sonrisas que evocan al pasado y no al futuro progresista, no hay ni música benevolentemente electrónica para eso.
Como dice el portal Tercera Vía, si México fuera un paciente en urgencias, la relación de su estado sería: Parálisis, deficiente sistema de defensa, zonas gangrenadas, hipertensión, Alzheimer… y episodios de Síndrome de Estocolmo. (http://terceravia.mx/mexico-tercer-informe-gobierno-epn/)
Casi al finalizar su mensaje por el tercer informe, mal edita un mensaje diametralmente lineal para AMLO convertido en la nueva versión de: “peligro para México”. ¿En verdad es la preocupación del gobierno las opiniones convertidas en populismo?, ¿eso es su prioridad? O acaso no debería preocuparle, por poner un ejemplo:
- En 2014, el 73.3% de la población considera que su entidad federativa es insegura, en comparación con el 66% que identificó a su entidad federativa como insegura en 2012.
- En 2014, al menos el 50% de las personas consideraron corruptos a los siguientes actores/instituciones en materia de seguridad e importación de justicia: Jueces 65%, ministerio público (MP) y procuradurías estatales 64%, policía estatal 61.9%, policía ministerial o judicial 61.6%, Procuraduría General de la República (PGR) 57.2% y Policía Federal 52.6%.
- Según la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), en su informe How’s life México ocupa el último lugar de 36 países en cuanto al bienestar con su nivel educativo. Pero no sólo eso, la educación es lo que más preocupa al mexicano, seguido (en orden) por la salud, la satisfacción, seguridad y empleo.El estudio anticipa que los estudiantes de 15 años de edad tienen una de los peores desempeños en competencias de matemáticas, lectura y ciencias, según la prueba PISA, donde cerca de 50% de los alumnos en educación básica no alcanzan los niveles de suficiencia en esas áreas. Sólo 0.6% de los estudiantes mexicanos se ubicaron en los niveles más altos (5 y 6) de la prueba.
- Población entre 20 y 59 años, afiliada a una institución pública de seguridad social: 76%.
- Población de 60 años o más afiliada a una institución pública de seguridad social: 83%.
- En su último reporte, la principal institución de seguridad social -el IMSS- reportó pasivos laborales por hasta 1.9 billones de pesos, alrededor 13% del PIB. Por su parte, el ISSSTE presenta un pasivo laboral de alrededor de 6.03 mil millones de pesos.
Vaya preocupación.
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A propósito del informe y de los bonos para infraestructura educativa
Jesús Medina Olivares
Coincido en gran medida con el análisis, interesante y reflexivo, que sobre el tercer Informe de Gobierno del presidente Peña Nieto, nos ofrece Francisco Aguirre en esta edición de Esfera Pública.
Sin pretender emitir juicios a priori, a mí me pareció anémico, sin respuestas a temas relevantes. Un discurso clásico de los rituales setenteros, que aplica la estrategia de la ambigüedad semántica y la desgastada táctica del “vamos bien, aunque nos falta mucho por hacer”.
Los contenidos del informe, estuvieron muy por debajo de las expectativas que generó la excesiva propaganda oficial.
El presidente desperdició una extraordinaria oportunidad para transmitir información que aporte a la ciudadanía una mejor comprensión de los problemas que le afectan y para explicar con claridad las medidas para quitar el freno a la corrupción, la desigualdad y la “situación económica mundial complicada que impiden que México se mueva a la velocidad que todos queremos”, Como señala el presidente en el video previo al informe.
Se desaprovecha un momento valioso para hacer autocrítica, no como un recurso dramático o catastrofista, sino como un medio de ajuste argumentativo de los nuevos planteamientos que requiere una sociedad recelosa.
Quizás uno de los temas destacables del informe es el anuncio de que el Gobierno Federal emitirá bonos de infraestructura educativa en la bolsa mexicana de valores para renovar las instalaciones escolares.
Se estima una inversión de 50 mil millones de pesos al 2018, adicionales a los recursos etiquetados para el mantenimiento y la infraestructura escolar, con lo que se pretende, arreglar de 35 a 50 mil escuelas.
Es una realidad que la mayoría de las escuelas públicas se encuentran, francamente, en condiciones deplorables. Una educación de calidad requiere, por lo menos, de salones de clases en condiciones dignas, que dispongan de agua, luz, mobiliario, pisos, muros y techos firmes.
De acuerdo al INEGI, de los 173 mil inmuebles educativos, el 42% de los planteles de preescolar primaria y secundaria carecen de drenaje; el 11% no cuentan con energía eléctrica; 275 no tienen agua y el 11% no cuentan con sanitarios.
Sin duda esta medida contribuirá a resolver los rezagos en la construcción, mantenimiento y equipamiento de los espacios escolares públicos en el país y que inciden el desempeño de la enseñanza y el aprendizaje de nuestros niños y jóvenes, sin embargo, se sigue dejando de lado la atención de los puntos neurálgicos de la problemática de la educación en México.
Dicen los teóricos que la justificación del empleo de los recursos que se destinan a una actividad está en función de una intención y un resultado.
Independientemente de la ausencia de transparencia y eficacia con la que se manejan los recursos económicos destinados a la educación, México gasta mucho en educación, pero la calidad de los resultados obtenidos no son análogos con el empleo de los recursos asignados.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a pesar de que México es un país que mayor proporción de su gasto público destina a la educación, superando a países como Finlandia o Japón, de acuerdo a los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA), el rendimiento educativo de sus alumnos se sitúa entre los puestos más bajos de los países miembros.
A pesar que del 90% del total de los recursos empleados a la educación se destina al pago de salarios de profesores y del personal administrativo, los ingresos de los docentes mexicanos se encuentran entre los más bajos de la OCDE.
Además de gastar mucho en educación, los estudiantes pasan también muchas horas dentro de los salones de clase. El promedio que un estudiante de la OCDE pasa en la escuela tomando clases es de 6,777 horas, en México es alrededor de 7,500 horas.
Mientras no se ataquen de fondo las condiciones estructurales asociados a la educación difícilmente podrán mejorar sus resultados; deficiente organización del sistema educativo; subordinación a intereses económicos-políticos y de privilegios de los agentes involucrados; burocratismo y controles excesivos de órganos centrales; escuelas no están en el centro de las políticas educativas; ausencia de indicadores objetivos para medir sus resultados, entre otros.
La tarea es compleja. El reto es dotar de mayor contenido a la reforma. Se requiere una estrategia polifacética que conlleve un cambio en la reglas del juego de la educación, que garantice un nivel general de habilidades y conocimiento más alto.
Un punto clave es consolidar estructuras institucionalizadas que aseguren que los actores y las políticas públicas en educación estén alineados.
Que pongan a los actores escolares, alumnos y padres de familia en el centro de las políticas educativas. Que garanticen el diálogo y construcción de consensos para llevar a cabo mejoras integrales y significativas incluyendo el currículum, habilidades docentes, liderazgo y evaluación, con altos estándares y sólida rendición de cuentas.
Que se les dote de facultades para seleccionar y contratar al personal docente, ya que la eficacia escolar depende en gran medida de la enseñanza eficaz en el aula.
Cohesionar otros dos elementos: la formación, desarrollo y apoyo a la fuerza laboral de educadores, así como incentivar el desarrollo de la capacidad regional y local que permita una mejor gestión de las escuelas.
Sobre todo, explicar ¿a qué no referimos exactamente cuando hablamos de calidad educativa?, ¿qué tipo de sociedad y de personas queremos como producto del sistema educativo?, y precisar ¿con qué y cómo habremos de hacerlo?
Esto resulta vital pues sin norte que consiga ordenar e inspirar esfuerzos y voluntades, resultará imposible enderezar el maltrecho edificio de la educación.
Mejorar la calidad educativa en México, no es una suma de necesidades individuales, es una necesidad colectiva.
Suena a perogrullo pero en nuestro país nada es tan obvio. La educación es fundamental para el futuro del país, para brindar mejores oportunidades de desarrollo y condiciones de vida de nuestros ciudadanos.
Poseer mejores y más diversificadas habilidades contribuye a consolidar el crecimiento económico, el desarrollo y la cohesión social. Por lo tanto, es crucial desterrar anacronismos y buscar la configuración correcta de políticas públicas a fin de mejorar la calidad de nuestro sistema educativo de enseñanza pública.
Se puede cambiar el status quo del sistema educativo en México? Claro que sí se puede. Lo fundamental, es la decisión de un país por hacerlo.