El amor y desamor no van con los juzgados - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Por Omar Williams López Ovalle

Dicen que al hospital y a los juzgados alguna vez caes en la vida, eso parece. Hace algunos días el Congreso del Estado realizó una reforma a la ley civil -sustantiva y procesal- para modificar las reglas del juego con respecto al divorcio. Este cambio, realizado al parecer sin mucha reflexión, al decir de algunos de forma muy aldeana y primitiva, pues primero hicieron un decreto y ¡oh, sorpresa ¡ todavía no entraba en vigor, y los jueces pidieron más reglas para poder aplicar las nuevas reglas, como aplicando el viejo principio de “las reglas cambian”.

Esta nuevas reglas -que no son del big brother- agarro distraídos a una buena parte de la comunidad de abogados -litigantes, académicos, jueces-, basta con asomarse a los pasillos de los tribunales para verificar la enorme cantidad de dudas del cómo se deben hacer ahora los trámites de separación, qué pasará con los juicios ya comenzados, los que se encuentran en segunda instancia, etc.; por otro lado, dentro de la sociedad, en algunos de sus miembros, ha levantado una serie de comentarios y cuestionamientos propios de los partidarios de la vara, más que de los partidarios de la misericordia, a otros todavía no les ha llegado la noticia y una buena parte del ciudadano de a pie que tiene dudas, temores de lo que va a pasar y cómo cambian estas reglas del juego con relación a la separación matrimonial, y es que muchas veces lo que comienza en una banca del jardín termina en los tribunales.

Y es que permítame llamar poderosamente su atención, amigo lector, porque sin lugar a dudas, el divorcio hoy en día es una desventura demasiado previsible, pues muchas veces, las parejas se encuentran enredadas en estos líos, que no resultan fáciles de desenredar para los afectados, y es que ¿a poco no?, en muchas ocasiones, sobre todo los amigos, que de repente están en medio de los dimes y diretes, que muchas de las veces ni les va ni les viene, pero luego la curiosidad los hace entrar y tomar partido, y que lejos de ayudar a buscar soluciones, enredan más los conflictos. Sin embargo, en estos asuntos, ¿quién es realmente el perdedor o el ganador?, ¿debemos compadecer más al que odia o al que es odiado?

La realidad de hoy, los que saben de estas cosas, lo han denominado modernidad líquida, esto es, un mundo de inseguridades, donde todo cambia de manera fugaz, sin advertencia previa, ello ha impactado en las relaciones matrimoniales, es por eso que una ola de cambios en las leyes en el mundo han venido a regular las separaciones matrimoniales a partir de tomar como punto de partida los derechos fundamentales sobre todo tomando como faro la dignidad del ser humano y su libertad.

México quien desde siempre ha sido heredero de la tradición jurídica española, ha tomado de la ley 15/2005, cuyo eje sobre la cual gira es la idea de “libertad”, que justifica que se reconozca mayor trascendencia a la voluntad del cónyuge que no desea seguir vinculado al otro, derecho fundamental conocido como respeto al libre desarrollo de la personalidad. Estas reglas llegaron a nuestro país en el año del 2008. Otro país que ya tiene regulado el divorcio desde los derechos fundamentales es la Argentina, cuyas normas entraron en vigor el 1 de agosto de este año.

Con lo primero que debemos comenzar para poder reflexionar, sobre las nuevas reglas del divorcio, es con vaciar la taza -de los conocimientos y categorías del derecho privado antiguo-, para llenarla de contenido nuevo, refrescando las ideas. Atrás han quedado los días, donde las reglas del divorcio se explicaban con las viejas ideas del derecho civil o familiar que proviene de la filosofía del Código Civil francés -de la época de Napoleón-. Para poder conocer las nuevas reglas, se debe partir, ¡ojo¡, desde los derechos fundamentales, de la constitucionalización del derecho privado, sobre todo a partir de casos que ha venido resolviendo los tribunales internacionales de derechos humanos.

Así, hoy la separación matrimonial, cambia de manera radical, donde con la expresión de la voluntad de uno de los cónyuges, con tal que lo haga con un plan para resolver los puntos relacionados con la vida familiar convivencia, alimentos, educación, etc.-, es más que suficiente para que los jueces familiares, autoricen el divorcio, sin necesidad de tanto alboroto, de tanto peregrinaje en los juzgados. Esta idea parte, de una realidad, de que cuando una pareja dice, “hasta aquí nos trajo el río”; es muy difícil que los jueces, puedan intervenir y arreglar lo que la pareja ya no quiere arreglar. Se trata de evitar batallas judiciales, con el efecto destructor para las familias. Se trata pues de evitar folios y folios de odio, angustia, tristeza, rencor. Y es que como dice León Tolstoi; la vida conyugal es una barca que lleva dos personas en medio de un mar tormentoso, si uno de los dos hace un movimiento brusco, la barca se hundirá. Pues, como bien dicen, los jueces no pueden juzgar en los sentimientos de las personas.

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