Es entendible que en una sociedad tan plural como la que tenemos en México, quien gobierne o aspire a hacerlo, difícilmente pueda cumplir con las expectativas de todos. Sin embargo, nunca se debe dejar de legitimar esa honrosa oportunidad que el pueblo brinda en el proceder legal, incluyente y honesto.
A estas alturas de la democracia y por convicción propia, siempre se debe actuar por responder a las mayorías, sin desestimar ni aislar a las minorías o esos grupos que parecieran disonantes; porque quiérase o no, también son mexicanos y participan de alguna forma en la transformación de este país.
Como integrantes de la misma sociedad, necesitamos trascender la función pública a su calidad y esta sólo se logra mediante la rendición de cuentas. Estamos llamados a no terminar nuestra obligación y responsabilidad ciudadana al sólo emitir un voto sobre los gobiernos que queremos. Debemos volvernos un electorado responsable para exigir, aportar y validar el trabajo de cualquier administración pública y de representación popular, porque de ello dependerá el éxito o fracaso de toda comunidad.
La semana pasada, el presidente Enrique Peña Nieto hizo ajustes en su gabinete dejando mucho que desear y más por suceder a la mitad de su gestión, cuando aún se tiene tiempo para enmendar desaciertos y fortalecer los que pudieran considerarse buenos resultados.
De los 10 movimientos que hizo de sus colaboradores, la mayor parte fue de enroques, como si pretendiera cuidar los lazos familiares y compromisos políticos, cayendo prácticamente en la comedia y el consentimiento al mal desempeño de quienes debieran ayudarle directamente.
Lamentablemente no se evaluó el desacierto individual ni los alcances de las políticas públicas generados en cada una de las áreas; tan es así, que seguirá la simulación en la Secretaría de Desarrollo Social, la Comisión Nacional de Seguridad, la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Turismo, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Issste y la Oficina de la Presidencia de la República.
Considero que no somos pocos los mexicanos que apuntábamos un cambio real en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, desde donde se ha desplegado toda esa estrategia persecutoria, que ha venido a frenar el desarrollo económico con el aniquilamiento de la industria y el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores y sus familias.
Prevaleció la indiferencia hacia la desconfianza que predomina entre el pueblo mexicano para ejercitar los cambios de fondo que dieran muestra de que realmente se trata de erradicar la corrupción desde el gobierno. De que ya no se gobierne con engaños, sino con resultados.
Preciso de antemano, que no estoy de acuerdo con quienes permanentemente están dedicados en atacar al presidente de México, en volverlo el punto de las burlas para el debilitamiento del Estado y en criticar sin proponer de forma constructiva.
Hoy, como nunca, el presidente de México necesita del trabajo de todos y no para engrandecer su figura, sino para juntos lograr rescatar del hundimiento a este país. Es de reconocerse que Peña Nieto no ha podido con el cargo, pero esta nación y quienes aquí vivimos no merecemos estar pagando esas consecuencias.
Ahora que da inicio a su cuarto año como presidente, con un mismo equipo pero con otras encomiendas, es necesario exigir mayor compromiso y vocación para conseguir los resultados prometidos.
Es de humanos cometer errores, pero lo imperdonable es caer en la egolatría al no observarlos para corregirlos.
Creo que el arte de gobernar implica también enmendar a tiempo las fallas y reorientar las políticas, para estar a la altura de un entorno global competitivo y de sociedad tan cambiante como la de nuestros tiempos.
Lo que menos queremos es un México débil aún y con un gobierno que permanece en la hostilidad, en la autocomplacencia de los resultados inexistentes y en la indiferencia a las aspiraciones del pueblo. Necesitamos un México con desarrollo, de leyes, en donde se respeten las libertades.
Deseamos gobiernos enérgicos que nunca se extralimiten de sus funciones, pero también pacientes y abiertos al consenso. Esta es una gran nación que merece tener mejor futuro.
Estamos iniciando el mes de la Patria que en esencia, nos conduce a la reflexión sobre la importancia de vivir en un México de libertades y entender que aún hay condiciones que las limitan como son la pobreza, la opresión y la desestimación a los derechos humanos de las personas, entre otros. Eso, sólo nos refiere que tenemos aún ciertas formas de esclavitud que merecen ser vencidas con esas valiosas herramientas como son el voto, la educación y la transparencia.
Pero indudablemente que es la evaluación de todo resultado y su comparación con las expectativas generadas, la mejor crítica para orientar los cambios o seguir de frente.