El Hambre / Jesús Ramírez en LJA - LJA Aguascalientes
21/11/2024

“El hambre hace ladrón a cualquier hombre”

Pearl Buck

En Aguascalientes prevalece la pobreza.

Sin matices, sin adjetivos, sin distorsiones, Aguascalientes enfrenta una de las peores épocas de mayor pobreza de la era moderna. No es necesario que las actuales autoridades se sientan atacadas, porque la pobreza que padece más de la mitad de los mexicanos (y más de la mitad de los aguascalentenses) no fue producida en el actual sexenio o por un solo partido político; la pobreza es estructural y está vinculada a décadas de olvido y de abusos, y de un sistema que está diseñado para hacer más pobres a los pobres y más ricos a los que tienen mucho.

En términos de pobreza, el Coneval, en su último reporte de este año, señala que hay en Aguascalientes 442 mil 900 habitantes en situación de pobreza, esto representa el 34.8 por ciento de la población total. Este indicador no es cualquier cosa: ello revela que una de cada tres personas padece pobreza.

El estudio del Coneval reporta además que existen en pobreza extrema 26 mil 700 habitantes, quienes no tienen vivienda ni acceso a salud ni a educación, no cuenta con seguridad social y lo más importante: no tiene acceso a alimentación. Visualizar 26 mil 700 en esa situación de desgracia nos haría pensar que no son muchos o que pueden ser atendibles perfectamente con los programas de desarrollo social, pero en realidad esos niveles son el extremo, pero no quiere decir que el resto estén en mejores condiciones y no es así.

Por ejemplo, el mismo estudio, que realiza el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social, se refiere a la línea de bienestar. La Línea de bienestar el Coneval la divide en dos: línea de bienestar  y línea de bienestar mínima. Para el primero de los casos identifica a la población que no cuenta con recursos suficientes para adquirir bienes y servicios para satisfacer sus necesidades (alimentarias y no alimentarias) y la segunda permite identificar a la población que, aun al hacer uso de todo su ingreso en la compra de alimentos, no puede adquirir lo indispensable para una adecuada nutrición.


Ya teniendo claro con las definiciones anteriores, el Coneval reporta que para el caso de Aguascalientes existen, para el caso de la línea de bienestar mínimo, 164 mil 400 personas que no tienen acceso a la canasta básica de servicios y alimentos, mientras que en la línea de bienestar existen 556 mil 500 personas que no tienen acceso a los alimentos suficientes para una adecuada nutrición. Esto necesariamente refleja una realidad que las autoridades pretenden ocultar con marketing político.

Es importante que no intente sumar los totales que el propio Coneval divulga, porque las cuentas no le darán. La explicación es simple: las clasificaciones en la medición de la política social es tan compleja que, para describir el fenómeno de la pobreza, se emplean conceptos y fórmulas sofisticadas de medición, pero que, al final de cuentas, se refieren y explican parte de lo que a diario vemos en cruceros y en zonas populares, en donde prevalecen las “viviendas” de cartón y de lámina y en superficies de tres por tres metros cuadrados viven más de diez personas. Esa es nuestra realidad.

Entrevistado por diversos medios de comunicación justo al darse a conocer los resultados del Coneval 2015, explicaba que en realidad aún falta mucho por hacer para erradicar la pobreza en Aguascalientes y que aplaudir los resultados en política social constituye una autocomplacencia que ofende a los pobres.

Afirmar que la pobreza ha disminuido y más viniendo de la clase política, esa que nunca ha conocido el hambre ni ha sabido de la muerte de hijos por enfermedades que son curables.

La pobreza encarnada en personas, que ahora mismo están en las cárceles por haber robado alimentos u objetos para comprar medicinas o droga, esta última para fugarse de su cruel realidad.

Que la clase política diga que hay unos cuantos pobres menos es, de verdad, una bofetada a cientos de miles de aguascalentenses que padecen los estragos de no tener lo indispensable para conocer la vida digna que los políticos prometen siempre.

En casos como este, a no ser que sea para aceptar la realidad y actuar en consecuencia, el silencio se vuelve el mejor aliado para quienes llevan a cuestas la responsabilidad de gobernar bien.

 


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