La falacia del crecimiento económico ad infinitum - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Por Manuel R. Millor Mauri

 

La palabra de orden en la sociedad mundial actual es “crecer.” Todo gira en torno al crecimiento económico.

En México, todos hablan del crecimiento económico, unos para criticar, otros para generar expectativas halagüeñas. En Estados Unidos, el crecimiento económico es prácticamente una obsesión.

En China la tasa de crecimiento económico anual ha caído a poco más de 7%, después de más de un lustro de haber rondado 12%.

Asimismo, después de años de rápido crecimiento, la economía de Brasil se enfrenta a la poca halagüeña predicción de tasas de crecimiento económico de menos 1%. Y Argentina se aferra ahora a poco más de 1% de crecimiento, aunado a un fuerte enfrentamiento con deudores foráneos.

Los países de la Unión Europea, con la excepción de Alemania, en su mayoría se encuentran sumidos en una coyuntura de bajo crecimiento económico y elevado desempleo.

Rusia, después de algunos años en que su tasa de crecimiento económico rondó entre 4% y 5%, la ve ahora desplomarse a poco más de 1%.

Todos estos países, y otros más, inmersos en el imperativo de crecer, impuesto por el sistema capitalista de mercado, ansían recuperar mayores índices de crecimiento.   


Pero la pregunta clave sería: ¿qué les hace pensar a los gobiernos que es factible un crecimiento económico perpetuo, infinito? Si la información disponible de todas las diferentes disciplinas académicas coincide en que vivimos en un planeta finito, ¿por qué se persiste en la falacia del crecimiento económico infinito? La razón se ubica en un complejo entramado de motivos políticos y culturales.

En un informe elaborado por el Club de Roma, y publicado en 1972, titulado Los Límites del Crecimiento, se llegaba a la conclusión de que:

“…si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años.”

La tesis resultante era que: “en un planeta limitado, las dinámicas de crecimiento exponencial (población y producto per cápita) no son sostenibles.”  

Una posible solución, por decisión consciente, a esta situación de colapso, sería el “crecimiento cero” o “estado estacionario,” de forma tal que los recursos naturales restantes no sufrieran mermas adicionales por el crecimiento económico y pudieran perdurar más. ¿Alguien osaría si quiera sugerir esto, sin ser tildado apóstata de la fe en el mercado y sus supuestas delicias?

En una versión actualizada del libro original, publicada en 1992, titulada Más Allá de los Límites del Crecimiento, se exponía que la humanidad ya había superado la “capacidad de carga” del planeta para sostener su población.

En otro libro posterior, Los Límites del Crecimiento 30 Años Después, de en 2006, se incluía una “Advertencia a la Humanidad,” firmada por más de 1600 científicos, entre los cuales figuraban 102 Premios Nobel de 70 países, en la cual se manifestaba que: …”Los seres humanos y el mundo natural siguen un rumbo de colisión.”

Y en un último volumen, publicado en 2012, Los Límites del Crecimiento en Clima y la Biósfera, se aseveraba que la humanidad se encontraba ya en los límites físicos de la transición inevitable.   

Para mediados de 2014, era claro que el mundo en general había hecho caso omiso, o en todo caso meramente mitigador, a las “advertencias” formuladas por el Club de Roma a lo largo de 40 años. El imperativo del crecimiento económico ad infinitum sigue imponiendo su ley en los planes y programas de desarrollo de los gobiernos.

En Marzo de 2011, el investigador Gunter F. Trapp, en un estudio titulado “El Mito del Perpetuo Crecimiento Económico,” vendría a reforzar las conclusiones del Club de Roma. Afirmaba que: “Nunca se ha pronosticado crecimiento perpetuo: es ajeno a nuestra experiencia y sería contrario a las leyes de conservación de masa y energía. Todo crecimiento tiene su límite,” en función de la “capacidad de carga.”

Trapp llegaba a la conclusión de que actualmente la “huella ecológica” excede en más de 30% la superficie disponible, y cada vez más. Resulta ilusorio contemplar las proyecciones para el crecimiento demográfico global, que prevén un incremento de otro 30% hacia mediados del Siglo XXI, sobre los actuales 7,400 millones de seres humanos en el planeta.

Lo anterior pone de manifiesto la urgencia de adoptar nuevas alternativas de forma de vivir y manejar la economía. Esto es, cambiar el modelo de desarrollo vigente, profundamente desigual y antidemocrático.

La situación imperante no tiene vuelta de hoja. O los países cambian su paradigma económico de crecimiento ad infinitum, hacia una “sociedad estable,” con crecimiento cero o bajo, y con una mejor distribución de la riqueza y el ingreso, o el sistema imperante, y con él la misma especie humana, marcharán inexorablemente hacia el cataclismo y la extinción final.   

 


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