La triste historia de la mal vestida Eréndira y su abuela desalmada / De imágenes y textos - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Hace poco tiempo en una galaxia muy muy cercana, Eréndira de nobles pensamientos y de buen ver se disponía a salir de casa a buscar el sustento para su familia, la cual estaba conformada por madre, padre, abuela, siete hermanos y tres mascotas. Como era su costumbre, la nieta de doña Eréndira, el nombre por tradición de las mujeres en la casa de los Castro, salía con el tiempo encima, corrió y corrió por las calles de ese hermoso poblado ubicado a la orilla del desierto y olvidado por la mano de dios, en busca de un transporte que la llevara al encuentro con una figura pública de no buena reputación y mucho menos de buenos modales. Su trabajo así se lo exigía, tenía que entrevistar al forastero para conocer su opinión sobre las supuestas traiciones dentro de su equipo de trabajo.

Sin saber lo que le esperaba, al cruzar la carretera, Eréndira resbaló por el piso de tierra y cayó pasos adelante, a ciencia cierta no sabía lo que había ocurrido, estaba confundida, con una rodilla sangrando y hematomas en ambas piernas; sin perder tiempo y después de reaccionar, la joven se incorporó, sacudió sus ropas del polvo y se percató que su vestimenta se había roto, los pantalones presentaban un hoyo a la altura de las rodillas, no había mucho que hacer. Con el tiempo como enemigo y las lágrimas en sus ojos, entendió que no podía regresar a casa para cambiar su atuendo, así que abordó el transporte que en ese momento llegaba y se perfiló hacia el pueblo.

En el trayecto pensaba cómo resolver eso, tenía claro que no podía llegar a la entrevista con los pantalones rotos, los ojos rojos y el dolor de piernas; recordó que de paso vivía su prima Eréndira Martínez, ella le podría prestar algo de ropa.

Bajó del camión tres cuadras antes del lugar donde tenía la cita, caminó apresuradamente hasta encontrar el número 232 B de la calle Puebla. Tocó tres veces la puerta, esperó más de un minuto, volteó a ver su reloj, solamente faltaban dos minutos para dar inicio con la entrevista, con más fuerza volvió a tocar la pesada puerta de madera que tenía enfrente y después de un momento apareció una mujer alta, robusta, con el cabello suelto y mojado, al parecer era Eréndira Martínez después de la ducha, Eréndira Castro no la reconoció, tenía mucho tiempo que no la veía, después de unos instantes, cuando se reconocieron se dieron un abrazo que canceló todas las dudas de que fuera su prima. Eréndira Castro le explicó lo que había pasado, requería de su apoyo, necesitaba en calidad de préstamos un vestido para llegar a la entrevista pendiente. Sin dudarlo su prima le proporcionó la prenda, un vestido de tonos claros, un poco pasado de moda tal vez, un poco grande, pues Eréndira Martínez había subido de talla en el tiempo que no se frecuentaron.

Eréndira Castro caminaba apresurada por las calles del centro del pueblo, zapatos tenis, calcetas anaranjadas, vestido de tono claro, bolsa colgando del hombro derecho y un rostro angelical que no perdía su frescura a pesar del mal inicio del día. Sabía de su desafortunado atuendo, sin embargo, con paso firme y con un elegante retraso de cinco minutos llegó a la reunión.

Ya iniciada la entrevista y con los ánimos caldeados por las preguntas de sus compañeros de oficio, el forastero y su equipo de trabajo se encontraban irritados. Eréndira escuchó las preguntas, una de ellas formulada por su compañero Fernando, quien fue claro al cuestionar si en caso de llegar a ser el mandamás de los azules, el forastero apoyaría a un compañero con un proceso legal abierto. A partir de ese momento Eréndira se percató que a lado de ella se encontraba una mujer de rostro desconocido, de boca floja y de modales siniestros quien comenzó a cuestionar el contenido de las preguntas: “Cómo es posible que preguntes estas cosas”, a veces los forasteros subestiman a los reporteros locales, esa terquedad de vernos como gente menos preparada, en fin, Eréndira prefirió ignorar el comentario y concentrarse en la pregunta que estaba formulando y que sus superiores le había pedido hiciera, al momento de soltarla, la del rostro desconocido comienza a reír en tono de burla y el forastero estalla colérico, gritando la respuesta frente a todos: “Cómo me hace esa pregunta”, la mujer a lado de Eréndira continuó con la risa de burla.

Disculpa, ¿qué es lo que te causa tanta risa, por qué te burlas? Es que tus preguntas son estúpidas e ilógicas, contestó la del rostro desconocido a Eréndira.

Después de un tiempo la del rostro desconocido se incorporó al lugar donde estaban los demás integrantes del equipo del forastero, y desde ahí señalaron y se burlaron a diestra y siniestra de Eréndira.

Con toda la prudencia que caracteriza a Eréndira, evitó meterse en problemas, aun y cuando la del rostro desconocido arremetía contra ella: “pinche periodista chafa, ve hasta cómo anda mal vestida”. Alguien inteligente no hubiera atacado y menos por la vestimenta, tal vez es una constante de la gente de rostro desconocido que acompaña al forastero.


Las agresiones verbales no terminaron ahí, los reclamos por parte de los compañeros de Eréndira no se hicieron esperar y el forastero sólo pudo esbozar un “una disculpa, es que no puedo controlar a todos”. Qué, ¿poco control? El forastero no tiene control con sus rostros desconocidos, eso sí es grave, la vestimenta de Eréndira queda en segundo plano.

Al final del evento Eréndira recibió todo el apoyo de sus compañeros de profesión, quienes decidieron no parar hasta encontrar el nombre de la mujer del rostro desconocido para reportarla en el cuartel del equipo azul.

¿Por qué los forasteros son tan prepotentes con los coterráneos? Eréndira Castro es de las mejores del gremio. Los reporteros, periodistas y columnistas nos uniremos las veces que sean necesarias para protegernos, no sólo es la violencia física, también es la violencia psicológica.

El cuento tiene un final feliz, Eréndira cumplió con su chamba, su jefe la apoyó y regresó a casa con sus ojos tan bellos como siempre y su rodilla raspada.

 

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@ericazocar

 


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