Deliberar la transformación del PRI / Jorge Varona en LJA - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Alrededor del mundo, los países democráticos enfrentamos una crisis de representación. Los vertiginosos cambios culturales y tecnológicos de este siglo han impulsado la evolución de las formas en que nos comunicamos e interactuamos. México no se sustrae al trance de legitimación que los partidos políticos y las instituciones públicas enfrentan.

En ese sentido, el Partido Revolucionario Institucional, como el único instituto político con verdadera representación nacional, tiene una nueva cita con sus orígenes, para ampliar el diálogo plural y constructivo, y así, edificar su porvenir y converger en el gran proyecto del desarrollo de México que está demandando la sociedad nacional.

Hace unos días, el presidente Enrique Peña Nieto expresó al priismo: “La historia nos ha enseñado que la condición de una sociedad democrática, libre y plural, perdura mientras quienes encabecen sus instituciones tengan vocación democrática”. El PRI está llamado a profundizar su legado republicano, para ser el partido que promueve el debate de las ideas, el que mejor escucha y atiende las causas ciudadanas, el que está atento a las críticas y se nutre de la rica diversidad de la sociedad mexicana. Es decir, como señaló el presidente, “el PRI tendrá la oportunidad y la obligación de darle valor y prestigio a la política”.

Una parte importante de la sociedad no se siente representada. La evidencia radica en la baja participación electoral y el alto porcentaje de votos nulos que se depositan en las urnas. La desconfianza en la política y los políticos se expresa cotidianamente. Sin duda tenemos un gran reto para restablecer y fortalecer la confianza.

Para avanzar hay que entender a la política como acción de convencer, no mecanismo para vencer; ya que el objetivo de la democracia es la legítima representación ciudadana y la conducción del poder público para el beneficio colectivo. Asimismo, debemos vislumbrar el Estado como estructura orgánica de la sociedad organizada, no como instrumento autoritario para imponer la voluntad de unos sobre otros. Hay que repensar al partido en la congruencia del diálogo histórico y la apuesta democrática de apertura, acuerdo y transformación.

La herencia de la Revolución mexicana nos llena de orgullo, pero no es privilegio alguno, sino responsabilidad con el desarrollo político, social, cultural y económico de México.

No es la primera vez que el partido enfrenta un gran desafío. La institución política ha sido atenta a su tiempo y se ha regenerado para continuar impulsando el progreso nacional. En su nacimiento, el PNR se convirtió en fuente de convergencia y estabilidad política que hizo frente a la diáspora revolucionaria del caudillismo. El PRM incursionó en la organización popular de los sectores sociales para superar los cacicazgos que comenzaban a imponerse en la confederación de partidos regionales. Se trasformó en PRI para otorgar plena autoridad civil a la institución, dar impulso al desarrollo económico y superar tentaciones autoritarias. Posteriormente al interior se combatió el corporativismo y hay una permanente lucha democrática que se refleja en las asambleas y en los procesos. Hoy enfrentamos el mayor reto, porque no sólo hay que adecuar al PRI para hacer frente a nuestras propias contradicciones, hay que transformar al partido para corresponder a la sociedad, la cual está cambiando con una dialéctica imperante.

La consolidación democrática hoy requiere caminos más vastos. Conquistada la democracia de procedimiento, la cual genera representación y hace posible que los votos cuenten y que cada voto valga lo mismo que otro, debe ser firme puente para transitar a una democracia eficaz, que dé resultados, rinda cuentas, interactúe con el ciudadano y abra más espacios de participación, colaboración y corresponsabilidad.

El PRI requiere ahora dotar de contenido al cambio social, político y cultural. Sin perder el rumbo, en comunión con origen, vocación y destino, estamos llamados a atender la exigencia de fortalecer el régimen republicano, laico y democrático, fundado en los derechos humanos. Debemos hacer que la democracia se ejerza en la defensa de México y asegurar la plenitud de libertades y derechos civiles y económicos que permitan procurar la justicia y la igualdad como principios rectores de nuestra democracia social. Garantizar la eficiencia económica del mercado y la eficacia social del Estado, es la posibilidad de desarrollarse en la democracia y ampliar la concepción del avance comunitario.


Pese a lo que algunos suponen, el PRI ha sido siempre promotor e impulsor del cambio democrático. Hoy no debe ser la excepción. Es imperativo que transformemos a nuestro instituto político para que continúe sirviendo al desarrollo del país. Para ello, es fundamental que consolidemos y ampliemos nuestra representación, y sobre todo, nuestra capacidad de organización social para la conducción del cambio con responsabilidad.

Concuerdo con lo mencionado en días pasados, y en distintos momentos, por César Camacho y Manlio Fabio Beltrones. El primero señaló: “el nuestro es un partido en permanente adaptación; organización que ha aprovechado sus aciertos y aprendido de sus reveses”. Indicó el segundo: “el reto de un gran partido como el PRI será siempre mantener su vigencia como primera fuerza política, como un instituto modernizado y actualizado para poder ser una opción confiable para la sociedad”. Es menester continuar transitando por estas vías. Es tiempo de transformar al PRI para convertirlo en nodo de convergencia de redes ciudadanas que dialogan, actúan y construyen el bienestar colectivo: la grandeza de México.

 


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LJA 13/02/2020

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