Señala el INEGI que más de 32 millones de jóvenes, entre los 15 y 29 años de edad, están buscando una oportunidad para hacer efectivas sus expectativas de vida.
Se trata de un sector fundamental de la sociedad, que merece de nosotros como adultos y quienes tenemos alguna responsabilidad en el sector público o privado, en la docencia, la salud e incluso la religión, abrirles las puertas para que cumplan sus metas. De lograrlo, no dudemos que estamos obteniendo como retribución para México los más altos beneficios del bienestar.
En medio de las convulsiones sociales, en las que cuestionamos la ausencia de los valores cívicos y humanos, la fortaleza de las familias, la salud de la sociedad y la efectividad de los gobiernos, es necesario voltear nuestra mirada a la juventud y responder a esas necesidades sobre las que todos tenemos algo que aportar.
Durante la semana transcurrida, los medios de comunicación dieron cuenta de distintas historias que convocaron nuestra atención al referir situaciones contrastantes que versaron entre el éxito y la vulnerabilidad en que se encuentra nuestra adolescencia y la juventud.
Está comprobado que su más alta preocupación tiene que ver con la situación del desempleo y las condiciones de inseguridad que no han logrado superarse en el país.
En varios pende la angustia porque en su mayoría acceden a plazas laborales que son temporales y de jornadas parciales, o en el mejor de los casos los salarios que se les asignan coinciden en ser de mala paga y carentes de prestaciones de ley.
Se da el caso de quienes creen que los mejores empleos son para los más preparados o con mejores palancas. Yo pondría en duda la primera condición, porque bajo nuestro actual modelo económico y laboral se ha castigado particularmente a los nuevos profesionistas de este país.
Señala el INEGI que en este momento el dos por ciento de los jóvenes no cuenta con escolaridad alguna y el 2.5 por ciento dispone sólo de estudios de primaria. Poco más del 13 por ciento cursó la enseñanza básica y el 36.5 por ciento la secundaria.
Si consideramos el tema de los estudios, es un universo muy amplio de los que quedarían fuera de concretar el ansiado éxito basado en la preparación profesional.
Pero si entramos al fondo de esa realidad, debemos enterarnos que el 36 por ciento de la juventud trunca sus estudios por falta de dinero en el hogar. El ocho por ciento decide renunciar a su preparación por el simple hecho de no estar lo suficientemente motivados para concretar una meta profesional y el siete por ciento decide emplearse al considerar que es más importante conseguir el sustento que estar en la escuela.
Indudablemente que la falta de la solvencia en muchos hogares es un poderoso motivo para que gran parte de nuestras actuales generaciones de estudiantes no lleguen al final de su formación. También tiene una gran responsabilidad el sistema educativo al no disponer de los apoyos suficientes ni la motivación necesaria para retenerlos.
Nuestra niñez, adolescencia y juventud necesita de nuestro consejo y nuestro apoyo permanente para que puedan desarrollar a plenitud sus habilidades. Hay que facilitarles los espacios de expresión, de identificación y desarrollo.
Sumarnos a su energía para que logren cosechar los triunfos en el deporte, las artes, la cultura y la academia. Que se vuelvan verdaderos líderes con su ejemplo en la labor social, en el cumplimiento de sus tareas domésticas y el trabajo.
Estoy convencido que todo sueño es posible concretar en la perseverancia y en la paciencia.
Las oportunidades que se nos presentan no siempre implican el éxito inmediato. Tenemos que aprender a tropezar para salir adelante. De ahí que el éxito cuando no logra ser permanente, se posiciona como una lección que si se aprende bien, se vuelve recurrente.
Un ejemplo claro nos lo acaban de dar quienes recién egresaron de la Universidad Panamericana, Campus Bonaterra, al haber mostrado su liderazgo mundial, con el triunfo en el certamen de diseño de robots RoboCup 2015, que tuvo como sede la República Popular de China.
Mi formación profesional se dio en esa prestigiosa universidad. Logré ese propósito con el apoyo de mi familia y varias personas por quienes sólo tengo gratitud ante la oportunidad que me dieron de poder cursar una carrera. Por eso confirmo que en la solidaridad se pueden vencer las barreras que tiene todo estudiante con limitaciones extremas.
Como aguascalentense y como egresado de esa institución educativa me siento orgulloso del esfuerzo mostrado por Fernando Ochoa Ortiz, Luis Daniel Arriaga Esparza, Irving Alejandro Ávila Santos, Fernando Dávalos Hernández, José Santiago González Machen, Daniel Carlos Madrid y José Maximiliano Ruiz por haber diseñado un robot de rescate útil e innovador.
Me uno a los festivos comentarios que hubo a través de mis redes sociales, como fue el de Paco Romo quien calificó de muy meritorio ese triunfo: “porque con cero apoyos son un digno ejemplo”.
También coincido con José Luis, quien sugiere que en México encuentren los espacios suficientes para su desarrollo profesional y no tengan que irse al extranjero por falta de oportunidades.
Y muy bueno el señalamiento de Gustavo Cárdenas Vela, al afirmar que estos jóvenes son los que debieran de ocupar los puestos que son dados por el nepotismo. Ojalá y que todos entendamos que se debe erradicar la asignación de plazas de trabajo como premios políticos o las que se entregan sólo por ser familiares del gobernante en turno y que lastimosamente siempre son las mejor pagadas.
Con todo ello, tengo claro que la realización que podemos alcanzar como personas no depende exclusivamente del éxito económico sino del cumplimiento de las metas profesionales. De nuestra realización con una vocación que tiene un impacto positivo en la comunidad. Con una carrera que no se limita al estudio, sino a la práctica de los valores que se dan en la familia.
México tendrá un mejor porvenir si nos dedicamos a facilitar el triunfo de nuestros jóvenes.