Intensamente: el color de las emociones - LJA Aguascalientes
15/11/2024

En 1972, en Todo lo que quería saber sobre el sexo, pero temía preguntar, Woody Allen imaginó el cerebro humano como un centro de control equipado de diversas computadoras y máquinas operadas por competentes ingenieros y diligentes obreros. Y si bien el espectro de emociones y funciones cerebrales que vemos en acción es más bien limitado, aquí todo se concentra en el apetito sexual de un joven impetuoso durante una cita, la ocurrencia dio pie a uno de los capítulos más hilarantes de la película.

Poco más de tres décadas después, Pete Docter, ese virtuoso del entretenimiento inteligente al que debemos, entre otras cosas, la realización de Up (2009) y Monsters Inc. (2001) y los guiones de Toy Story 1 y 2 (1995 y 1999), y su codirector Ronnie del Carmen han retomado la ocurrencia de Allen para elaborar una magistral y encantadora fábula: Intensamente (2015), sobre la complicadísima vida emocional de Riley, una niña de once años.

Docter y del Carmen han imaginado también al cerebro como un centro de controles, la Sede, pero esta vez está operado no por aptos ingenieros sino por cinco de las más intensas emociones de Riley: la Alegría, la Tristeza, la Ira, el Miedo y el Disgusto. Y así como en Toy Story cada juguete era un personaje, en Intensamente cada una de estas emociones es un personaje en sí mismo, con una forma de ser particular, sus propios hábitos y manías, su voz y sus aspiraciones.

Además de ello, Docter y del Carmen han incorporado al paisaje mental de Riley los anclajes emocionales más importantes en su vida, que llaman islas de la familia, los amigos, el hockey, la honestidad y el relajo, a la vez que le han dado un lugar al tren del pensamiento y el mundo del inconsciente y el sueño, el pensamiento abstracto y la imaginación, la memoria y el olvido y claro, los amigos imaginarios.

El cerebro de Riley está, entonces, organizado a semejanza de los Módulos que, según la economía neuropsicológica, integran la arquitectura neuronal de nuestra psicología moral. Pero bueno, Intensamente no pretende ilustrar ninguna teoría o saber académico, sino narrar una historia.

Así, lo que vemos en Intensamente son los pequeños grandes dramas que día a día tiene lugar en la mente de Riley y que pone a sus emociones, que son las nuestras, en una suerte de montaña rusa. Y no se trata, por cierto, de que Riley y su familia estén envueltos en un drama o una aventura de proporciones apocalípticas o enloquecedoras, sino que la historia sigue una anécdota sencilla y común -por razones de trabajo la familia de Riley se muda de ciudad y ella debe adaptarse a su nuevo contexto urbano y escolar, encontrar nuevas amigas, etc.- desde la cual, sin embargo, se traza una historia magnífica, llena de sorpresas y momentos divertidos y, en ocasiones, conmovedores. Esa es, creo, una de las mayores virtudes de la película: saber convertir un drama menor, de alcance doméstico, en una historia mayor, en una historia que nos interesa a todos. ¿No radica en ello parte del encanto de los relatos de Chejov?

Esa historia mayor, que es la historia que realmente importa en Intensamente, es la difícil y dolorosa búsqueda de equilibrio emocional que permita a Riley salir avante del desmoronamiento de sus anclas emocionales y afectivas -aquellas que conforman su identidad e integridad moral- que le ha supuesto el abandono de su antiguo hogar y entorno, y el no deseado e intempestivo ingreso a un hábitat impredecible, gris y tosco, un entorno donde se pierde la mudanza, hay que dormir en el suelo, se atrofian las habilidades sociales y deportivas, los padres ya no parecen tan divertidos y sensatos y que, en el colmo de los colmos, la pizza lleva brócoli.

Es claro, en fin, que Riley no la tiene nada fácil. Su nuevo mundo -su casa, su colegio, su ciudad- no se parece ni de lejos a su antiguo mundo. Está confundida, nostálgica, enfadada. Ya nada es seguro y grato. La ira, el miedo, el disgusto y la tristeza, sobre todo la tristeza, empiezan a apoderarse de su ánimo en menoscabo de la alegría. Pero la alegría, detrás de esa euforia y sonrisa permanente, es una emoción más bien opresiva, que se cree con el derecho de decirles a sus colegas qué hacer y qué no hacer, cuándo aparecer y cuándo desaparecer.

Pero, como en toda buena aventura de formación, como en toda bildungsroman que se respete, en Intensamente Riley va creciendo y descubre poco a poco algo esencial para ella: que para lograr su verdadero equilibrio debe reconocer que la tristeza, la ira, el disgusto y el miedo no son emociones tóxicas y vergonzantes, sino que, de hecho, bien dosificadas son enteramente saludables y necesarias. Y más aún, Riley aprende que sin ellas la alegría no deja de ser sino una emoción agobiante, una tirana desconsiderada y empalagosa y, al fin de cuentas, predecible hasta al fastidio.


Aquí, la tristeza, la ira, el disgusto y el miedo exigen y ganan su derecho a existir, a ser parte de la vida de Riley. Emociones incómodas y despistadas a veces, pero todas ellas son parte de la identidad e integridad psicológica y moral de Riley. De hecho, cuando Riley siente que los pilares de su vida afectiva se van desmoronando uno a uno -la familia, la amistad, el hockey- y su integridad moral y sus afectos familiares empiezan a desdibujarse, se da cuenta de que sólo contando con todas sus emociones, sólo aprendiendo a dar el color justo a cada una de ellas, es que se puede evitar el descalabro final.

Lo notable, y agradecible, es que el aprendizaje de Riley no tiene nada del voluntarismo soso de los manuales de autoayuda, ni el sentimentalismo extorsionador de no pocas historias infantiles ni, finalmente, tampoco rinde tributo a la barbarie del pensamiento positivo tan en boga lo mismo en los centros educativos (de secundaria a doctorales) como en los despachos de los empresarios y las oficinas de las instituciones públicas.

En este sentido Intensamente es un saludable correctivo contra ese tipo de alegría que no es sino una de las facetas más corrosivas de la industria de la felicidad y el entusiasmo, es decir esa alegría que se viene imponiendo como una ocupación de tiempo completo o, peor aún, como una obligación, si no moral, sí social, y que se ha convertido en una suerte de métrica social que fija la distancia requerida para alejarse del mundo de los aburridos, los emos, los infelices, los perdedores o, en otras palabras, de todos aquellos estigmatizados y agraviados por esa banda de maleantes emocionales que son para usar la expresión de Echosmith, los cool kids.

Intensamente, como varias de las películas de Pixar, no es tanto una película para infantes, sino una película para disfrutarse a cualquiera edad.

 


Show Full Content
Previous Aprueban diputados nuevos esquemas para promover uso de la bicicleta
Next Colegio de Biólogos reprueba la construcción de carretera en Sierra Fría  
Close

NEXT STORY

Close

Se instaló Gabinete Estratégico de Desarrollo Social en Aguascalientes

08/07/2019
Close