Por razones históricas la mayoría de las mexicanas y los mexicanos aprendimos los valores morales a través de la enseñanza de la doctrina cristiana, además muchos principios de la moral católica forman parte nuestra idiosincrasia, por estas razones, más que por convicción, y a causa de la labor de los medios de comunicación en donde los símbolos religiosos se imponen como factor de unidad nacional se puede crear confusión de tal manera que el país puede verse como practicante de una sola religión, y por lo tanto se pretenda, en algunos casos, que los dogmas de fe sean transcritos a leyes del Estado.
Constantemente se presentan intentos para imponer una determinada manera de pensar a la totalidad de la población, y constantemente, también, debemos estar alertas para impedir que esto suceda, porque de no ser así terminarían por imponerse ideas que permiten el abuso de los poderosos sobre la sociedad, lo cual nos conduciría a una nueva era de oscurantismo y explotación.
En nuestro país desde el siglo XIX quedó establecido claramente, con las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857, la separación de la iglesia y el Estado, lo cual nos ha permitido a través de la institucionalización del Estado laico, ahora consagrado en el artículo 115 de nuestra Constitución, ser un país en donde puedan convivir individuos y grupos con diferente concepción del mundo.
Indispensables para lograr una vida armónica en nuestra comunidad son el respeto a los derechos de los demás integrantes de la sociedad y la tolerancia, que también tiene que ver con el respeto, pero en este caso, a las ideas, creencias y prácticas.
Cuando las ideas que enarbolamos no violentan los derechos de otras personas, no tienen por qué ser reconvenidas, pero por otro lado no debemos de usar nuestras ideas como escudo para pasar por encima de los derechos de otros y otras, como pudiera ser el caso de algunos rituales que atentan contra el derecho a la salud, al libre tránsito u otros.
En un sistema democrático moderno es indispensable que exista una laicidad para que las personas tengan garantizado un trato equitativo sin discriminación alguna, independientemente de sus creencias religiosas o filosóficas ya sea que profesen alguna religión o que no tengan ninguna.
Seamos cuidadosos y con un pensamiento crítico analicemos todas las ideas, incluso las que son expuestas por líderes religiosos e incorporémoslas a nuestra legislación siempre y cuando respeten el espíritu laico de nuestro país que a creyentes y no creyentes nos beneficia sobremanera y nos permite desarrollar una sana convivencia.
