Acaba de pasar el E4, una exposición magna donde se revelan los próximos videojuegos que tomarán las horas, los días, de gente que prefiere matar bichos renderizados que leer un libro o entregarse de lleno a alguna serie. El E4 no sólo muestra el entretenimiento más sabroso y diverso, sino que revela un puñado de tecnologías que mucha gente verá cómo incorpora a otros mercados más estandarizados, como el del cine o el de los móviles. Hoy en día, gracias a las realidades pixeladas, tenemos un puñado de avances que creeríamos imposibles; desde caprichos de inteligencia artificial hasta la simulación de escenarios catastróficos y como la humanidad puede salvarse de ello.
Para mí, sin embargo, los juegos son un pasatiempo, uno de mis preferidos, y también uno de los más caros.
Creo, sinceramente, que leer es el pasatiempo más económico que existe: un libro cuesta entre 70 y 300 pesos y se lee, por momentos y sólo si uno es muy flojo, en una semana. Otras cosas como las series, o los videojuegos, duran al menos veinte horas y aunque pueden costar lo mismo, dependen de cuantas temporadas estamos atrás y cuán ajenos somos al delirio popular. Los Sopranos, por ejemplo, son 72 horas y la serie completa cuesta entre unos 1500 o 2000 pesos. Un RPG de los extensos, algún Final Fantasy, dura un mínimo de 40 horas (promediando jugadores novatos y expertos) y cuesta entre unos 700 y 1000 pesos. Otra cosa que separa a los libros de los videojuegos y las series es la intimidad; leer es una muerte solitaria mientras que las series o los videojuegos suelen estar llenos de voces que complementan la experiencia.
Miraba una de las presentaciones de videojuegos. Bethesda reveló FallOut 4. El juego consiste en un universo alterno donde prevaleció la tecnología nuclear y la estética de esos aparatos robustos y redondos (televisores gordos, refrigeradores ford). El videojuego es un mundo abierto donde un sobreviviente a una guerra nuclear, junto con su perro, deben buscar una manera de aceptar lo sucedido mientras se enfrentan con una horda de mutantes y de humanos salvajes y enloquecidos.
A ojo de buen cubero, calculé que el juego tenía entre unas 70 y 100 horas de contenido: limpia la tierra de salvajes, mata a todos los mutantes, junta el material para crear tu refugio, busca la comida para el perro y junta madera para hacerle su casita de perro. Una de las cosas más fascinantes que ofrecían era una mecánica muy compleja para crear al personaje. Es fácil involucrarse emocionalmente, abandonarse a sí mismo para depositarse dentro de un universo virtual donde podemos ser los héroes, los villanos o un reflejo retorcido de lo que somos. Alguien que juega FallOut 4 sacrifica 100 horas de libros o una buena parte de Los Soprano. No se puede tener todo.
En algún momento, el presentador se detuvo y mostró un pequeño aparato dentro del juego, un cachivache que emulaba un reloj inteligente e irónico; una pantalla de televisor que se ajustaba a la muñeca como una pulsera y arrojaba datos sobre el personaje como las armas obtenidas y la capacidad de la armadura nuclear. Letras verdes sobre un fondo negro mostraban menús y menús de información, de datos que el mismo juego acumulaba sobre nuestros hábitos dentro del mismo juego y si le buscabas más, abrías otro menú que te mostraba un videojuego dentro del mismo juego. Adentro de FallOut 4 puedes jugar una burla de Donkey Kong o de Asteroids.
Entonces lo comprendes: cuando tu personaje llega al tedio, el definitivo tedio, de ser un recolector de materiales y un asesino de salvajes, posiblemente necesitará un descanso de una vida horrible y querrá jugar algo más sencillo, algo más simple, ¿saben? Cuando las cosas no estaban tan jodidas. Un grupo de personas construyó a un humano simulado qué, además, puede ser un homenaje a la estulticia y ceder su tiempo programado para jugar una simulación. El videojuego dentro del videojuego y dentro del videojuego. ¿Cuántas capas de realidad necesitamos y cuántas, en realidad, podemos ver?
Son capas de realidad, constantemente estamos navegando en capas de realidad que se acumulan una sobre otra y vivimos en tiempos molestos, de opciones acumuladas y vibrantes. Los videojuegos siempre han tenido el tino para mostrarnos esas ironías, revelarnos que en cualquier momento (después de la muerte) podemos soltar el control y escoger otra cosa. El Quijote así lo hizo cuando quisieron imponerle el juego; ningunos duques y ningún Sancho, él escogió sus libros y él escogió su realidad, sería un imbécil si no pudiera escoger su muerte. A pesar de la saturación de contenidos que aparentemente nos imponen, no debe olvidarse que cada quien escoge cuantas capas de realidad quiere utilizar para interpretar su vida, su lugar en el espacio y en el tiempo, y cómo recorrer con los ojos o con los dedos, despacio y a su modo, la coraza del caracol.