- Entrevista a Pedro Ángel Palou, sobre No me dejes morir así
- Triste que la Revolución mexicana haya sido mancillada tantas veces, haya sido pisoteada, ya como memoria, ya como legado
Leer a Francisco Villa desde nuestro convulso presente para entender que el futuro es una construcción que debemos hacer entre todos los mexicanos es la propuesta que el novelista Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966) hace en su más reciente novela No me dejes morir así (Editorial Planeta, 2014).
“El problema con Villa es más grave que el de Zapata porque lo hemos mitificado y sigue pareciendo para mucha gente una figura casi irracional, cercana al bandido, al cuatrero, a la persona que no tiene un ideal o una ideología revolucionaria, sino que opera casi por instinto animal”, nos dice el escritor en entrevista sobre esta novela en donde el personaje de Villa nos cuenta desde la muerte su vida, una novela que reconstruye a partir del deseo de Villa de que fueran escuchados sus actos políticos y militares, su deseo de transformación real del país, sus actividades como bandolero, a donde llegó al huir de la hacienda donde vivía después de asesinar al hijo del dueño de la hacienda que había violado a su hermana. Actos desesperados que lo llevarían a tomar conciencia de las desigualdades e inequidades que mantenían a un grueso sector de la población en la pobreza y en la marginación. Una voz política que ha sido silenciada durante años por un poder interesado en ocultar la dimensión política del llamado Centauro del Norte, y crear así una visión del hombre bárbaro y violento que se levantó en armas más por instinto de conservación que por una propuesta política específica.
Es esta visión la que el autor de, entre otros libros, Con la muerte en los puños, Zapata, y El dinero del diablo, pretende transformar con esta novela que escarba en la visión del hombre, sus anhelos de transformación social, sus claroscuros militares, sus arranques de violencia y su gusto profundo por la música. El autor nos presenta una cara completamente distinta de Francisco Villa.
“Zapata y luego Villa fueron los dos grandes perdedores de la Revolución mexicana, ya que sus ideales no encarnan la Constitución del 17, pero ni Carranza ni Obregón ni Calles incluyen en sus planes a esos desposeídos que eran los que finalmente habían hecho la revolución, de hecho es hasta Cárdenas cuando se intenta hacer una reforma agraria amplia que los incluyera, pero a diferencia de Zapata, que siempre trae aparejado consigo la idea de la reforma agraria, de la tierra, con Villa sólo nos hemos quedado con su lado violento y por eso creo que ese sentido es muy importante para los mexicanos regresar a la figura de Villa y quitarle estas etiquetas de bandolero, de irracional, dejarlo como lo que era, como una figura que va evolucionando a lo largo de los años de lucha revolucionaria y si bien viene de haber sido un bandolero, finalmente adquiere una conciencia social y una ideología, el poder nos ha hecho pretender creer que la política es sólo para los políticos y no para la gente común, creer que la gente común tiene que hacer sus cosas, pues ellos no tienen agenda social, agenda ideológica y política, y yo creo que es fundamental regresarle estas tres categorías a Pancho Villa porque también es regresárnoslas a nosotros como ciudadanos.”
Javier Moro Hernández (JMH): Retomas la figura de Pancho Villa pero desde el hecho que es fantasma, desde el hecho que es un ser que nos cuenta su vida desde su muerte.
Pedro Ángel Palou (PAP): Yo no quería un Villa que nos hablara desde sus fracasos, desde la culpa, porque eso sería falso porque Villa odiaba a la religión católica, quería un Villa que no fuera de una coherencia absoluta y eso la cercanía con la muerte y luego la muerte misma me da esa libertad de que la memoria es caprichosa, viene y va y no hay una cronología precisa, algo que quería evitar a todo costa, pero esa perspectiva del que presupone que lo van a matar y luego el propio fantasma me da una profunda libertad como novelista y le da una cercanía al lector con Villa porque lo va a escuchar hablar. Yo buscaba que pudiéramos escucharlo, darle voz a Villa y de hecho el mismo título de la novela apunta, es decir algo, así que déjenme hablar, digan que dije algo.
JMH: Villa es visto como un bandolero, un tipo sin ideología, algo que nos hace pensar en que justamente no conocemos su voz, su pensamiento político, su pensamiento social.
PAP: ¿Quién gana con el olvido? Pues el poder, porque para el poder sigue siendo fundamental que Villa siga siendo silencioso y a mí me parece fundamental para su figura lo contrario, es decir hay que escucharlo, hay que dejarlo hablar, pero para eso el novelista tiene un trabajo arduo, que es darle una voz que sea verosímil, que realmente aparezca como una voz posible, el historiador tiene otras herramientas pero el novelista tiene las herramientas de la voz y el tono casi como sus únicas armas para construir la verdad novelística, para que el lector piense que está hablando, escuchando a Villa durante el tiempo de la lectura.
JMH: Sabemos que la gente del norte, de Chihuahua específicamente, tiene una acento distinto, bronco, por decirle así, pero reconstruir el tono no significa necesariamente construir la voz de un personaje como Villa ¿Cómo fue ese proceso de reconstruir la voz de Villa?
PAP: Me ayudó mucho cuando escribí la novela sobre Zapata el trabajo con la música, en el caso de Zapata con el corrido zapatista y ahora lo que hice fue escuchar mucha música, sobre todo de la época de Villa, claro, en este caso a Villa le gustaba mucho el canto cardenche, que es un género muy duro, que se canta a capela, una música muy profunda, pero también releí a los grandes novelistas de la Revolución mexicana que indiscutiblemente siguen siendo Nellie Campobello y Rafael F. Muñoz, que para mí son una suerte de dioses de cabecera de la lectura
JMH: Retomas varias letras de corridos y canciones de la época para recrear la historia que estás contando y recrear el contexto en el que se desarrolló la primera parte de la Revolución mexicana.
PAP: Creo que la música sigue siendo un vehículo privilegiado, a diferencia de la literatura misma, la música sigue siendo muy cercana a la gente, es muy popular en el mejor sentido de lo que significa la palabra, y al novelista le da la gran posibilidad de trabajar el imaginario pero también lo que los historiadores llaman la “sensibilidad”, como un tema que sólo puedes acercarte con las prácticas culturales que le son cercanas a la gente, que son reales y es muy interesantes porque el darle la vuelta al tema de Villa después de haber leído a Katz y a Taibo me inclino a acercarme a la historia local y a los historiadores locales, me permitió darme cuenta de, como decía don Luis González, la microhistoria, la historia local, sigue siendo central para nuestro país, porque hay muchas cosas que la perspectiva global central del DF no le da sentido a las cosas. Cuando vemos a Villa desde Chihuahua, la guerra civil, el hecho de que tomó 14 veces la ciudad Parral y luego vemos el asesinato perpetrado por Melitón Lozoya y su gente, pero luego vemos la historia local podemos saber cuánto les pagaron las familias a esto sicarios por asesinar a Villa, nos damos cuenta de que quizás debamos revisar la historia porque a pesar de que hubo connivencia de Obregón y Calles de dejar impune el asesinato, pero hoy sabemos cuánto ganaron los sicarios, quién les pagó, podemos ver que fue un ajuste de cuentas local permitido desde el centro, pero no lo mandó matar Calles, no lo mandó matar Obregón, porque ya para ese momento no le temían, sabían que esa bravuconada que dijo en el periódico de que podría hacer de nuevo la revolución contra Calles. Creo que quienes somos de provincia nos hemos dado cuenta el daño que es leer la historia desde el centro.
JMH: Nos damos cuenta de que esta famosa frase de que la historia la hacen los vencedores nos permite darnos cuenta de que los vencedores viven en el centro y desde acá se dicta la historia oficial, lo que termina por llenar de sombras las figuras regionales como Villa, al que finalmente no conocemos tan interiormente como deberíamos.
PAP: Para eso quería retomar el nombre de la serie de televisión argentina “Algo habrán hecho”, que está basada en los libros del historiador y amigo Felipe Pigna, quien retoma esa frase con la que se culpabilizaba a las víctimas de la dictadura argentina, “algo habrá hecho” para contarnos la historia de los grandes personajes de su país, que se convirtió en una serie muy exitosa en su país, y un poco esa es mi perspectiva sobre la historia de Villa, algo habrá hecho por la historia de México como para que necesitemos revalorarlo, necesitemos las razones del hombre antes que las causas del héroe y eso sólo lo puede hacer la novela, no lo puede hacer siquiera la biografía porque la biografía está obligado al cotejo documental, la novela en primera persona permite quitarle esas capas de mitificación, nos permite escuchar a Villa, que escuchemos sus causas y sus razones, que le devolvamos la peligrosidad de su agenda política, que no nos cuenten desde el poder que la gente que piensa, que la gente que critica, que la gente que estudia, los maestros normalistas, para decirle concretamente, no tienen agencia y no tienen valor y son sólo unos revoltosos, porque cada que pasa algo en contra del poder en los últimos años se les quiere quitar la agenda política, sólo se habla de los “anarquistas” y nadie se da la vuelta y señala que en México existió un periódico que se llamó Regeneración, que existieron unos hermanos que se llamaban Flores Magón, que son antecedentes profundos de la Revolución mexicana, no es cierto que una persona que viene del analfabetismo, del rezago, de la falta de oportunidades pueda ser una de las figuras políticas centrales de nuestro país y el regresar a Villa nos permite replantearnos esto políticamente.
JMH: Hay una parte de la novela en donde él dice: “No me interesa el poder, nunca me interesó el poder, yo luche por darle oportunidades a las personas que como yo no tuve oportunidades.”
PAP: Es muy triste que la Revolución mexicana haya sido mancillada tantas veces, haya sido pisoteada, ya como memoria, ya como legado, y creo que hemos sido testigos en estos años de la última bocanada, su último estertor, cuando firmamos la reforma energética, con lo cual ya no tenemos de la Revolución los libros de textos gratuitos, por eso muchos intelectuales, muchos escritores, algunos políticos de la necesidad de un nuevo pacto social, porque como dice Juan Villoro el México actual, el México iracundo, el México enfebrecido es Sudáfrica antes del fin del apartheid, es la India antes de Gandhi, es decir que necesitamos ser capaces de crear un frente cívico que sea capaz de llevarnos a encontrar nuestros mínimos comunes y construir, aunque suene utópico, crear una nueva constitución, porque vuelvo a recoger lo que decía Villa de que todos podemos hacer política, la manifestación, la marcha es una válvula de escape pero no lleva a la transformación verdadera de las cosas, tenemos que dar un paso más allá.
JMH: Es curioso que en un momento crispado como el que se vive en nuestro país en estos momentos una novela histórica se puede convertir también en un acto político, es decir, un libro que retoma una figura revolucionaria se convierte en un acto político porque está repensando la forma de hacer política y la forma en que la gente se debería acercarse a la política.
PAP: La pregunta es interesante porque nos plantea la razón por la que se escribe y se lee novela histórica, porque creo que no nos interesa realmente ni a los novelistas ni a los lectores el pasado. El pasado es una fuente inagotable de enseñanzas para resolver el presente y pensar en el futuro, es decir, la novela histórica tiene algo de ciencia ficción, algo de utópica, vamos a volver a Villa pero para pensarnos distintos, para atrever a pensarnos distintos y creo que podemos recordar esa frase de Mandela: “Nadie piensa que es posible hasta que ocurre”, entonces nadie piensa que en México puede suceder un cambio, pero debemos pensar que es posible ese cambio, debemos atrevernos a pensar que existe esa posibilidad de cambio y la figura de Villa aún tiene mucho que enseñarnos sobre las posibilidades del cambio a través de la política.