De Moscú a La Habana / Taktika - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

El Kremlin, Moscú, Rusia. 7 de mayo de 2015. Con el proverbial abrazo del oso moscovita, el presidente Vladimir Putin recibe a su contraparte cubana, Raúl Castro. Esbozando su típica sonrisa de tigre siberiano, el mandatario ruso dice: “No necesito describir la calidad de las relaciones ruso-cubanas, tienen una larga historia, y además celebramos el 55 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas. Estamos muy contentos de verlo, bienvenido”.

El líder cubano, refiriéndose al 70 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, dice: “Yo no podía faltar a esta fiesta, pues es la gran victoria de los pueblos de la antigua Unión Soviética”.

La escena arriba descrita sirve como introducción al presente artículo, el cual pretende mostrar cómo las diferentes piruetas diplomáticas efectuadas en Moscú, Roma y La Habana están moldeando el futuro de nuestro planeta.

A pesar del boicot orquestado por Washington, más de 25 líderes de todo el mundo asistieron el pasado 9 de mayo a Moscú para presenciar el desfile militar organizado para celebrar el triunfo sobre la Alemania nazi. El gran mensaje político enviado por Putin fue sentar a su diestra al presidente de China, Xi Jinping.

La semiótica fue clara: la alianza sino-rusa está más fuerte que nunca y se divide en dos vertientes: la económica y la militar. En la primera, la Unión Económica Euroasiática -un proyecto de Putin- y la Nueva Ruta de la Seda -una propuesta china- se están compaginando. Asimismo, Rusia será el tercer socio más importante del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, cuya sede estará en Beijing. Todo ello es una muestra palpable de que esta centuria se decidirá en Eurasia.

En el segundo plano, la presencia de soldados chinos en la procesión castrense ocurrida en Moscú y las naumaquias celebradas en el mar Negro por navíos de ambos países enviaron un fuerte mensaje a la Unión Americana de que China y Rusia ya no tolerarán un mundo regido por los dictados imperiales emanados desde Washington.

Al día siguiente, la canciller alemana, Angela Merkel, visitó la capital rusa. Tras depositar una ofrenda floral ante la Tumba del Soldado Desconocido, Merkel y Putin discutieron temas de interés: las inversiones teutonas en Rusia, la guerra en Ucrania, etc. Sin embargo, las diferencias entre ambos afloraron en una posterior conferencia de prensa.

A pesar del arisco cenáculo con Merkel, Putin tenía una sorpresa: el lunes 11 se anunció que Rusia había invitado a Grecia a unirse al Banco de Desarrollo instalado por los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Esta invitación será discutida por el primer ministro griego, Alexis Tsipras, en el Foro Económico de San Petersburgo, a celebrarse en junio próximo.


Otra novedad fue la visita del secretario de Estado, John Kerry, a Rusia. En el balneario de Sochi, Kerry y su contraparte rusa, Sergei Lavrov, discutieron la situación en Yemen, Irak y Siria. Por último, en la primera reunión con un alto funcionario estadounidense desde el inicio de la crisis en Ucrania, Kerry saludó al genio de la geopolítica moderna: Vladimir Putin.

Ahora bien ¿Por qué Raúl Castro visitó Moscú? La respuesta es sencilla: Cuba necesita la inversión rusa como contrapeso a la ambición norteamericana. Además, “buscaría obtener una suerte de garantía de seguridad por parte de Rusia para el caso de que llegara a la Casa Blanca un líder más duro que Barack Obama en política exterior” (TN 8/05/2015).

Esta caución puede haber sido adelantada, pues el 20 de enero del año en curso -precisamente un día antes de que iniciaran las conversaciones entre Cuba y los Estados Unidos- el buque espía ruso, Víktor Leonov, ancló en La Habana.

La visita de Raúl Castro a Roma sirvió para agradecer al papa Francisco su mediación en el deshielo entre Washington y La Habana. Asimismo, sirvió para preparar la visita del vicario de Cristo a la isla. Igualmente, fue la reunión entre dos jesuitas -los hermanos Castro Ruz fueron educados en su juventud por la Compañía de Jesús.

El liderazgo del sucesor de San Pedro fue reconocido así por el comunista cubano: “Yo me leo todos los discursos del papa. Si continúa hablando así, les aseguro que volveré a rezar y regresaré a la Iglesia. Y no lo digo en broma”.

La cereza del pastel para la diplomacia caribeña estaba por venir: el 11 de mayo de 2015, el presidente de Francia, François Hollande, arribó a La Habana, en donde alabó a Cuba por ser “un país que representa para América Latina una forma de expresión de la dignidad y la independencia”.

Posteriormente, Francia y Cuba signaron varios acuerdos en materia educativa y científica. En este rubro, Hollande visitó la Alianza Francesa, la cual llegó a la isla gracias a las gestiones de Ernesto Che Guevara, quien había estudiado en esta Institución en su natal Argentina, y para él la lengua de Víctor Hugo era “como un humanismo integral”. Luego instaló el Consejo Empresarial Francia-Cuba. Finalmente, se entrevistó con el líder histórico, el comandante Fidel Castro.

Las acciones diplomáticas cubanas indican que será la gerontocracia (los hermanos Castro Ruz y sus acólitos) la que determinará el ritmo de apertura con la Unión Americana, y no la mafia anticastrista de Miami.

Cuba, Rusia y el Vaticano construyen el mundo del futuro. Sigue China. ¿Y los Estados Unidos?

Aide-Mémoire.- Barack Pinocho Obama.


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