Un improbable pero ilustrativo ejemplo es el que a continuación se expone: el Club de Futbol América, también conocido como “Águilas”, disputa dos distintas competencias simultáneamente: el torneo Clausura 2015 y la Concacaf Liga de Campeones; en un garrafal descuido de organización, a las Águilas se les agenda visitar en el estadio Omnilife a las Chivas del Guadalajara el mismo día y a la misma hora en que tienen que recibir a la escuadra del Impact de Montreal en el estadio Azteca por el título de la Copa intercontinental.
En esta incómodamente comprometida, pero ficticia situación, se tiene por un lado uno de los partidos más importantes para el América, el clásico nacional, un partido que se juega dentro y fuera de la cancha, de una gran rivalidad entre los equipos y que la afición vive con intensa pasión; en el otro extremo, un encuentro que trascendería en el futbol mexicano, ya que el título de la Liga de Campeones da pase al Mundial de Clubes, donde compiten los mejores equipos del mundo y daría la oportunidad al América de hacer historia.
En un desesperado intento por cumplir con sus compromisos, ante la fallida negociación de cambiar la fecha de los partidos, las Águilas mandan en ambos frentes a una alineación que combina a jugadores titulares con suplentes y reservas.
Una vez ya en las acciones del partido, al minuto 30 del primer tiempo del Chivas-América, Moisés Muñoz, arquero y referente del equipo azulcrema, decide “pedir licencia” para ir a ser banca y esperar a que lo elijan para entrar en el partido contra el Impact, con el único argumento de que su entrañable amor por la camiseta lo obliga a dejar su puesto en el duelo para ir en busca de servir y aportar al equipo alterno que en ese momento está enfrentando a la escuadra canadiense.
¿Cómo reaccionaría la afición al ver a su guardameta abandonar el marco, algunos tal vez sin saber la razón?, ¿cuál sería el sentir de un aficionado, quien sacrificó durante la semana algunos gastos para alcanzar un nada barato ticket de admisión para ver a su ídolo, y que éste haya roto ese contrato implícito que conlleva el futbol?, ¿qué pensaría el equipo de Chivas?
Más allá de la ventaja que pudiera o no representarle este movimiento a los rojiblancos, la salida del arquero con estos motivos representa incluso una falta de respeto al juego mismo y al rival, una actitud antideportiva, tal como lo sería no echar el balón fuera del campo cuando un contrario se encuentra lastimado o cuando se finge descaradamente una falta dentro del área para beneficiarse con un tiro penal, por poner sólo algunos ejemplos.
Este tipo de dinámicas tanto en el futbol como en el deporte en general ha intentado erradicarse con el llamado fair play, una ideología que fomenta una competencia leal, limpia, honesta y justa que respete al rival así como a quien funge como juez y que intenta recuperar el espíritu del juego fraternal.
Si bien esta conducta no está reglamentada como obligatoria bajo las leyes de FIFA, se ha ido imponiendo poco a poco como tal por usos y costumbres, además de ser actos que tanto los jugadores como los aficionados ven con mucho respeto, siendo incluso imágenes que dan la vuelta al mundo.
Sin duda, interesante esta búsqueda de legalidad que se plantea desde el ámbito deportivo y que buenos argumentos habría para trasladarlo a cualquier interacción humana, pues la pérdida actual de los valores y en general del sentido de la sana competencia, obliga a buscar, en cualquiera que sea la fuente, la manera de hacer que la sociedad recapacite en su forma de actuar.
Ligado a este tema de las interacciones humanas, un círculo en el cual invariablemente debería aplicarse este fair play es en el de la política, pareciera ser que no hay otro medio en el que, al menos en percepción, se juegue de una manera más deshonesta y nociva tanto entre los mismos actores como hacia la población.
Una muestra de esto es el fenómeno que en recientes días se presenta, y de hecho cada vez que la palabra elecciones se asoma en el calendario, es el de los llamados chapulines; una permisiva que se les otorga a los funcionarios públicos de separarse de su cargo, ya sea de elección popular o al frente de alguna dependencia de gobierno, para buscar otro puesto de servidor en un diferente rango.
Si se igualara este fenómeno al ejemplo en un principio citado, el hecho de que un funcionario abandone su puesto para el que fue elegido, o en el que se desempeña al frente de una dependencia, es una falta enorme al código del fair play.
¿Qué es lo que piensa la población cuando escucha y observa que los diputados, alcaldes o funcionarios en general, lejos aún de concluir el tiempo de terminar sus funciones como representantes de la voz del pueblo o de su respectivo cargo, piden licencia para hacerse a un lado en busca de un nuevo puesto de elección popular?, ¿qué sensación deja en la ciudadanía el hecho de que el candidato que les prometió estar con ellos durante un determinado lapso de tiempo haya roto ese contrato implícito?
Es una ciudadanía a la que le costó exorbitantes cantidades de dinero organizar unas elecciones que permitirían poner a ese candidato, en el cual depositaron su confianza y sus esperanzas de una mejor administración, de un empleo, de una vivienda digna, de oportunidades… para que a fin de cuentas, ¿no se haya cumplido ni siquiera con el tiempo que se pactó en este “contrato”?
Apenas si pasa la mitad del tiempo del “juego” llamado LXII Legislatura del Congreso del Estado de Aguascalientes cuando jugadores como el diputado Jesús Rangel de Lira o María de los Ángeles Aguilera ya están buscando ir por una diputación federal (señalándolos por ser el ejemplo más reciente y fehaciente del hecho en cuestión); o habrá que recordar el caso de Gabriel Arellano, quien pidiera licencia para dejar la presidencia municipal de Aguascalientes y que de ahí pasó a ocupar un puesto en el Congreso.
Con este tipo de casos, es pedir demasiado que la sociedad confíe y participe de este sistema político electoral tan desgastado ya que sólo da la idea de que la intención última, es no dejar ir el hueso.
No es cuestión de coartar aspiraciones ni de limitar la “vocación de servicio” pero ¿qué pasaría si personajes como Jesús Rangel de Lira o María de los Ángeles Aguilera, buscaran participar en esta contienda una vez terminada su función de diputado?
Innegable es el hecho de que los resultados del trabajo constante son los que hablan por las personas; estar en contacto con la población y ganarse su confianza, harían sin duda alguna que en un futuro, fuera la misma gente la que buscara tenerlo nuevamente al frente de un cargo público, ¿por qué no confiar en que la población reconocería su labor y votaría por él si entrara en esas elecciones?
En el futbol, el fair play es jugar con entrega los 90 minutos…
Fair play político, es respetar los tiempos de cada juego…
Este texto es una adecuación (mínima) del que fuera publicado en 2012, únicamente el ejemplo futbolero y los nombres de los actores fueron actualizados; esto pone de manifiesto que a pesar del paso de los años, parecemos no avanzar en los conceptos de la política.