Para enseñar a los demás, primero tienes que hacer tú algo muy duro: debes enderezarte a ti mismo
Buda
Acabo de leer una pequeña entrevista que se le hace al catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, Luis Fernando Vílchez Martín. En dicha entrevista habla, sin profundizar demasiado y utilizando muchos tópicos, sobre temas como el bullying; la importancia de que el maestro se adapte a los tiempos actuales e incorpore las nuevas tecnología en el proceso de enseñanza; o que el maestro debe estar bien pagado, ya que es una manera de ser socialmente respetado, porque si tiene un bajo salario pareciera que le damos poco valor a su trabajo.
Salvando las diferencias, esa aseveración aplica perfectamente a otras profesiones porque hoy día hay muchas empresas que están pagando salarios de miseria a profesionistas muy preparados, enviando el mismo mensaje: el escaso valor que se le da tanto a esa preparación como al trabajo que desempeñan.
Sin embargo, entre todas las afirmaciones predecibles, insulsas y de poca importancia, el catedrático hace un señalamiento que me parece importante rescatar: “Una sociedad que no respeta, no tiene consideración y no ama a sus maestros, es una sociedad sin futuro. Las sociedades que más aman a sus maestros, son las que más han crecido”. Esta frase es cierta, la valoración del maestro es un síntoma inequívoco de una sociedad desarrollada, aunque cuando eso ocurre es que esa sociedad primero se encargó de formarlo debidamente, para después elevarlo a la categoría que se merece.
Es una frase hermosa y edificante. Efectivamente, el maestro debe ser respetado, pero no precisamente por ser maestro o porque alguien dice que hay que hacerlo, sino porque dicho maestro se lo ha ganado con su conducta, su trabajo y el respeto que a su vez le tiene a sus alumnos. Esto último no siempre se tiene en cuenta y aún hoy en pleno siglo XXI conocemos casos en los que el maestro sigue maltratando física o psicológicamente a sus alumnos como en los tiempos de “la letra con sangre entra”.
Y es precisamente el tema del respeto a los alumnos lo que adquiere un especial significado a la luz de unos acontecimientos que han llenado de vergüenza a todos los maestros de España y del mundo entero, o por lo menos a todos los que ponen en alto esa profesión con un desempeño honorable e impecable.
Resulta que el alcalde de un pequeño municipio de Madrid denunció a un grupo de profesores que escribieron una serie de frases ofensivas y denigrantes sobre sus alumnos y los padres de éstos en whatsapp. Según las noticias, tanto la directora del plantel como los profesores serán sancionados, sin especificar qué tipo de sanción, que para mi gusto debiera ser el impedirles que vuelvan a estar en contacto con estudiantes, ya que después de leer esos comentarios resulta fácil deducir que no les gusta nada su profesión y que no aman en absoluto a sus alumnos.
La noticia fue ampliamente comentada en todos los medios de comunicación y redes sociales. La mayoría de los comentarios de los lectores de periódicos digitales sobre el caso son el fiel reflejo de una sociedad que está acostumbrada a relativizarlo todo y con ello llegan a convertir un hecho relevante en un acontecimiento simple. Hay quienes defienden a estos “maestros” porque se invadió una conversación que era privada y le dan más peso a eso que al contenido vergonzoso de las charlas. Otros los justifican alegando que los maestros sufren a su vez muchas vejaciones por parte de los padres y de sus propios alumnos y que los comentarios de whatsapp no son otra cosa que un mero desahogo sin importancia.
Es triste que un alumno le falte al respeto a sus maestros, aunque ésa pareciera ser la tónica de estos tiempos, pero es mucho más triste que aquellos que han sido formados para formar a otros le falten al respeto y se expresen de sus educandos como lo hicieron estos maestros del pueblo de Casarrubuelos. Estos vergonzosos hechos fueron descubiertos, pero es posible que se estén dando con mayor frecuencia de la que pensamos, no sólo en España, y eso es muy grave.
El problema va mucho más allá de qué artículos sobre los derechos del menor fueron violados o de las sanciones a las que se hicieron acreedores. Lo importante aquí es empezar a pensar en la importancia de seleccionar con cuidado a todos los aspirantes a ser maestros; analizar si tienen vocación de servicio y si les gustan los niños. Además, es necesario trabajar en un currículum que potencie la ética del docente y desarrolle en él valores sólidos.
No se puede dejar a los niños en manos de maestros-niños que juegan a la democracia en el aula y que se comportan con mayor inmadurez y falta de formación que sus propios alumnos. La educación es asunto serio y si queremos una mejor sociedad, hay que empezar por educar más y mejor a nuestros maestros. Decía la religiosa y filósofa alemana Edith Stein: “Educar es hacer que otras personas lleguen a ser lo que deben ser” y eso difícilmente lo lograrán aquellos profesores que se dan el lujo de insultar o burlarse de sus propios alumnos en un chat o en charlas sociales.
Twitter: @petrallamas