Esfera Pública: ¿Qué esperar de las elecciones? - LJA Aguascalientes
24/11/2024

¿Qué debemos esperar de las elecciones?

Por Jesús Medina Olivares

 

Lo predispuesto, pavimentar el camino para la transición de un sistema pluripartidista al bipartidismo. Lo deseable: parafraseando a José Saramago, un ensayo de la ceguera a la lucidez.

Los procesos electorales, además de constituir una fuente fundamental e imprescindible de legitimidad política de las autoridades públicas, en algunas democracias representativas tienden a ser considerados como un mecanismo para realizar ajustes al sistema político o para la superación de crisis políticas o económicas.

En el caso de las elecciones que se celebran en nuestro país, las expectativas son poco alentadoras. En términos generales predomina un clima que va del escepticismo a la desesperanza, al mismo tiempo que mucha frustración.

Para una gran mayoría de los ciudadanos las elecciones no representan ninguna posibilidad de que se produzca un cambio que mejore la situación del país. Se percibe que el pueblo seguirá igual de marginado o peor.

La pregunta realmente que se plantea no es si la situación podrá recomponerse, sino qué tanto se descompondrá. Parece ser que nos encontramos con lo que Albert Camus escribía, el ciclo de lo absurdo.

Independientemente de otros efectos colaterales que ello conlleva, esta circunstancia de desaliento y de incertidumbre, inducida o no, lo que probablemente va a propiciar es el apuntalamiento hacia el bipartidismo en el país.

A poco tiempo de su nacimiento y en pleno proceso electoral, el Instituto Nacional Electoral (INE) se estrena con un severo cuestionamiento e indignación social, ante la falta de contundencia en la aplicación de sanciones al PVEM por violar la normatividad electoral y utilizar millones de pesos para promocionarse ilegalmente, con más de 200 mil spots en televisión, anuncios en cines, revistas, periódicos y tarjetas de descuento que rompen la equidad en la contienda electoral.


El proceso electoral también está enmarcado por una crisis económica latente que sólo se ha contenido y por un profundo problema de confianza en las instituciones y los poderes del Estado, que no han podido cumplir con sus funciones esenciales, como garantizar el imperio de la ley y la seguridad para sus ciudadanos.

Existe una baja calidad de la gobernanza y un contexto de conflictividad social presente en algunas entidades de la República. A lo anterior se suma una incompetente y poco comprometida clase política.

Por otra parte, para el ciudadano común no será fácil tomar una decisión del voto de manera informada en virtud del que el menú es demasiado amplio, diez fórmulas por distrito electoral que representan a un mismo número de partidos, además de una gran cantidad de mensajes donde se privilegia la banalidad de la apariencia, pero vacía de contenido, ideas y propuestas.

Los dos principales partidos políticos en contienda presentan una estrategia electoral muy similar: Ambos buscan propiciar la polarización política, como ha quedado de manifiesto desde el inicio del proceso electoral.

Privilegian la confrontación con su principal adversario con un discurso hostil y de poco contenido.

Esta estrategia tiene un doble propósito; por una parte buscan polarizar para centrar la atención del electorado y presentarse como únicas opciones viables. El PRI o el PAN, y de esa manera excluir de cualquier posibilidad al restos de las fuerzas políticas.

Esta perspectiva es plenamente compartida por la élite empresarial, que para efectos prácticos les da lo mismo si es el tricolor o el azul, cosechan con cualquiera de los dos partidos ya que les garantizan la continuidad del status quo.

De esta misma idea participan la mayoría de los principales medios de comunicación que, en teoría, actúan dentro de los valores democráticos de equidad e inclusión, pero en los hechos, realizan una práctica excluyente.

Su actitud es sintomática, se destaca la poca capacidad crítica frente al gobierno y una manera sutil favorecedora al principal partido opositor, el PAN. Al mismo tiempo se ignora a los demás partidos, asignándoles el triste papel de invitados de piedra y legitimadores del proceso electoral.

De hecho, esta combinación de factores hace de las elecciones un escenario que profundiza el desaliento ciudadano y amplía la senda de la incertidumbre.

En este contexto, importa subrayar el fantasma latente del abstencionismo, que suspicazmente ha sido profusamente promovido por algunas organizaciones.

Si bien las elecciones intermedias registran mayor abstencionismo que las presidenciales, en estos comicios se proyecta una abstención histórica que podría acercarse al 60%.

Esta circunstancia favorecería principalmente al PRI, ya que como partido de masas, es un instituto político que sigue conservando prácticas clientelares y depende mucho de movilizar a sus bases para asegurar su voto duro.

Por otra parte, la ruta que puede seguir el voto es, por un lado, el voto de castigo al partido en el poder, que sin duda será capitalizado por el PAN.

Por otro, el voto de la gran franja de las clases medias, es decir el segmento compuesto por profesionales, trabajadores emprendedores, asalariados, etc., tradicionalmente más proclive al perfil ideológico de centro izquierda, en virtud de que domina la preocupación de que las cosas y la estabilidad del país pueden empeorar, es más susceptible, por contradictorio que parezca, que su voto pueda ser inducido hacia la derecha representada por el PRI y el PAN.

Sin duda vivimos un momento político complejo y crucial que nos obliga a la necesidad de reflexionar respecto a lo que está en juego en estas elecciones, que no es otra cosa que la posibilidad que tenemos los ciudadanos de cambiar la situación en el país.

La cuestión es evitar caer en la estrategia perversa de votar entre inconvenientes, es decir, que la gente sienta que tiene que votar por el mal menor.

La disyuntiva debe ser, o se integra un Legislativo que sea un contrapeso efectivo al presidencialismo, que sea políticamente útil, que tenga la visión clara y el compromiso para promover verdaderas soluciones a los problemas del país o una conformación mayoritaria de legisladores del PRI y el PAN, que conlleve a una especie de cogobierno para profundizar las reformas estructurales, de inicio la hacendaria, con lo que acentuará la descomposición de los poderes públicos.

Los electores son personas conscientes e inteligentes y no una masa amorfa como pretenden hacernos sentir, lo único que se requiere es el incentivo para participar y un compromiso decidido con la nación. El voto de las capas medias empobrecidas será la clave del futuro político.

***

De lo deseable a lo posible

Por Gilberto Carlos Ornelas

Ha quedado muy lejana aquella elección de mitad del sexenio zedillista cuando la izquierda terció los resultados y rompió el control gobiernista en la Cámara de Diputados. Es una obligada referencia porque la reedición de la competencia bipartidista PRI-PAN en el país se debe a que los principales partidos de la izquierda, PRD y Morena, están en la disputa por el lugar tres y cuatro, por alcanzar porcentajes menores al 15%, y el PT y MC luchan por superar el 3%. En ese marco general, todo indica que la novedad de esta elección será el gran peso que tendrán las bancadas medianas y pequeñas en la nueva correlación de fuerzas en el parlamento y que los electores críticos y opositores, a falta de opciones claras, optarán por el voto diferenciado hacia partidos y candidatos.

Aunque seguramente las bancadas priista y panista serán las más numerosas en la siguiente legislatura, lo que está en juego en la elección del 7 de junio es la nueva composición en el Poder Legislativo y el papel que tendrá éste en la segunda parte del atropellado sexenio de Peña Nieto. ¿Será la próxima Cámara de Diputados un aparato político de apoyo al régimen, o será un contrapeso exigente que limite y acote los excesos del presidencialismo?

Si en la elección pasada el PRI no logró la mayoría y tuvo que completarla con sus aliados del PVEM, difícilmente la conseguirá en junio próximo. Las grandes bancadas necesitarán construir bloques y alianzas con los grupos parlamentarios medianos y pequeños que asumirán un determinante papel de “bisagras” en la articulación de los grandes acuerdos y decisiones del Legislativo; las fracciones del PVEM, del PRD, Morena, Panal, MC y PT, y si lograran entrar, el PH y el PES, elevarán su importancia en las negociaciones parlamentarias.

En ese sentido, no nos debe extrañar la estrategia del PVEM, que hasta pareciera concertada, de hacer una campaña ruda de lleno en la demagogia y rayando en la ilegalidad, pues pretenden repetir el papel de “aliados indispensables del gobierno” como lo han sido los últimos tres años.

La posibilidad de una oposición mayoritaria implicará el entendimiento entre el bloque panista y la izquierda perredista u obradorista. Si en la legislatura que está terminando el gobierno ya “sacó” sus “reformas estructurales”, es de esperarse que la agenda del próximo trienio facilite el avenimiento entre opositores: presupuesto de base cero, revisión de la reforma fiscal y profundización de la normatividad de transparencia y combate a la corrupción, además de los temas que inteligentemente introduzca la izquierda.

Una frase clásica nos dice que “La política es la ciencia de lo posible”. En la actual situación, un parlamento con bancadas obligadas al diálogo y a los acuerdos, sin mayorías de control absoluto, es la correlación puede darle al Legislativo su papel de contrapeso crítico y reflexivo.

En ese sentido, vale la pena que el elector sepa que en esta elección aunque suene a perogrullo, todos los votos son útiles, nadie puede decir que sólo servirán a los partidos que disputan la mayoría; la utilidad será amplia y variada para cualquier partido que lo reciba: para triunfar si está compitiendo por la mayoría distrital, para incrementar su porcentaje y su representación proporcional o al menos para alcanzar el umbral mínimo para conservar su registro nacional o local.

La mayoría de analistas han recalcado con demasía el riesgo de un alto abstencionismo, sin embargo hay otro hecho que se ha venido presentando en las últimas elecciones y que hay que valorar altamente: el electorado cambiante, informado y reflexivo que se contrapone al electorado de opinión partidista que vota ciegamente por siglas y colores.

Si bien es cierto que los contingentes de electores encuadrados corporativamente tienen un alto peso, también es cierto que ya hace tiempo que esos mecanismos no pueden obtener por sí solos el triunfo electoral. El candidato o candidata para poder ganar debe convencer a una franja de indecisos más allá de sus votantes cautivos. Y si quien convence, por su historia o por sus argumentos, es el candidato o candidata de un partido pequeño, justo es que reciba el voto porque servirá de alguna manera a la integración democrática del parlamento.

Muchos liderazgos críticos y lúcidos han propuesto la idea abstencionista con la supuesta y discutible intención de propiciar la crisis de nuestro sistema político electoral. Eso viene siendo un verdadero despropósito porque tendría que darse una abrumadora y superlativa ausencia de las urnas para poder hablar de crisis política que no legal. Incluso como manifestación de protesta, el abstencionismo se diluye ante la imposibilidad de cuantificarlo como protesta activa, en todo el caso el voto blanco o voto nulo cumpliría más ese papel como sucedió tímidamente en el 2009 con varios millones de votos por ningún partido o candidato.

Tal vez algún día, nuestra legislación sí llegue a considerar el voto blanco como voto válido y se abra la posibilidad de que si es mayoritario obligue a repetir elecciones cambiando candidatos. Por lo pronto, la sugerencia saramaguiana, que nos recuerda el maestro Jesús Medina, habrá que tomarla en su esencia: lo que cambia la realidad es la rebeldía ciudadana, consciente, crítica, informada y decidida.

El voto clientelar y los grupos corporativos seguirán existiendo mientras los ciudadanos lo permitamos y la legislación les ofrezca rendijas. Afortunadamente va creciendo el voto informado reflexivo y cada día más determina elecciones y resultados.

Las campañas están siendo una reiteración de lugares comunes, como bien lo señaló Paco Aguirre al comienzo de la reflexión colectiva de este tema; saturación del espacio electromagnético con tonadas y frases huecas. Unos cuantos candidatos y candidatas han planteado compromisos serios para eliminar el fuero, reconstruir las instituciones, combatir la corrupción y garantizar la plena transparencia gubernamental. Destaca que hasta la fecha sólo una candidata se ha sumado claramente a la iniciativa #3de3 y ha publicado sus declaraciones de patrimonio, fiscal y de intereses. Preocupa la evasión de los 29 restantes; si ahora actúan con opacidad, seguro no empujaran la transparencia.

No hay de otra, la ciudadanía informada, crítica y rebelde tendrá que buscar en cada distrito al candidato, candidata o partido que merezca su voto sabiendo que se reflejará en la correlación de la próxima legislatura. Se podrá decir que ese electorado exigente aún no es mayoría y puede que sea cierto, pero será determinante, así como serán determinantes las bancadas minoritarias en la próxima Cámara de Diputados. Hay que dejar de usar el verbo en modo subjuntivo tan popular en los memes de las redes y usar ya el verbo en indicativo; el quisiéramos por el haremos.


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