Hanói, Vietnam. 6 de abril de 2015. El primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, mira a su contraparte, Nguyen Tan Dung, y dice, refiriéndose a la entrada del país asiático a la Unión Económica Euroasiática: “Todos los asuntos principales, una vez más, han sido discutidos. Espero que pronto seremos capaces de firmar este documento”. Luego, posando para las cámaras, los viejos aliados de la Guerra Fría esbozan sus beatíficas sonrisas.
Al sur de la capital vietnamita, en el puerto de Tien Sa, una flotilla estadounidense realiza una visita de cortesía para celebrar el 20 aniversario de las relaciones diplomáticas entre el águila calva y el pequeño dragón.
Las escenas arriba descritas sirven como introducción al presente artículo, el cual pretende explicar por qué esta centuria podría presenciar la primacía de Eurasia en los asuntos globales y cuál es la reacción norteamericana.
Para el Diccionario Larousse, Eurasia se define como el “conjunto de Europa y Asia”. Es decir, la masa terrestre que se extiende desde Lisboa, Portugal, pasando por Europa central y oriental, las estepas pónticas, los montes Urales y Siberia, hasta llegar al lejano oriente, en la ciudad rusa de Vladivostok.
Desde la época de la Rusia zarista, el objetivo de Moscú ha sido dominar esta zona geográfica. Por ello, en octubre de 2011, el entonces primer ministro, Vladimir Putin, propuso, en las páginas del rotativo Izvestia, crear una entidad que contribuyera al “desarrollo global”. Finalmente, en mayo de 2014, Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Rusia signaron el documento que crea la Unión Económica Euroasiática (UEE), un mercado común y una unión aduanera cuyos cuarteles se encuentran en la capital rusa, que entró en vigor el 1 de enero de 2015.
Vladimir Putin es el principal promotor de esta empresa. Países como Egipto e India han expresado su interés por incorporarse. Vietnam será el primer país del sudeste de Asia en signar un acuerdo de libre comercio con la UEE. Putin ve a la UEE como su proyecto personal, pues “trae beneficios geopolíticos a su país, así como beneficios en política interna para su presidencia” (Chaillot Paper, septiembre, 2014, p. 7).
Simultáneamente, la segunda potencia económica del planeta, China, está dando pasos para crear el siglo euroasiático. En septiembre de 2014, el presidente Xi Jinping planteó a Rusia y Mongolia la creación de la “Nueva Ruta de la Seda”. Es decir, revivir el itinerario comercial que unía a Sera Maior (China) con Taqin Guo (el Imperio Romano), pero esta vez a través de ferrocarriles de alta velocidad y carreteras, construidos y financiados por los chinos.
La joya de este corredor comercial sería un “tren bala” y una súper autopista que unirían a Beijing con Moscú. De la capital moscovita, el siguiente paso es un tren rápido que llegue a Berlín y Duisburgo, en Alemania, y a Rotterdam, Holanda. Estas ideas serán discutidas durante la visita que realizará el mandatario chino a Rusia en mayo del presente año.
La otra propuesta de Xi Jinping es “la Ruta de la Seda Marítima”, la cual comenzará en la provincia de Cantón -“el taller del mundo”- y unirá a las ciudades costeras chinas con sus clientes potenciales en el Océano Índico, el Cuerno de África, el mar Rojo, y el mar Mediterráneo para terminar en Venecia, Italia. (Marco Polo se sentiría conmovido y extasiado).
Estos dos proyectos serían sufragados por el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés), institución financiera liderada por China, la cual estará libre de la tutela imperial estadounidense.
Y a todo esto ¿Qué piensan los angloamericanos? Desde los sermones del futuro virrey de la India, George Nathaniel Curzon, en su libro Rusia en el Asia Central, donde señalaba el peligro que el Ferrocarril Trans-Caspio ejercería sobre el Indostán británico, pasando por la advertencia del geopolítico Halford J. Mackinder de que “quien domine la Isla-Mundo (Eurasia) dominará el mundo”, hasta llegar al dictado de Zbigniew Brzezinski respecto que “la preponderancia sobre el continente euroasiático servirá como la base central para la primacía global”, el objetivo del Reino Unido, primero, y de los Estados Unidos, segundo, ha sido evitar que un país o conjunto de países domine Eurasia.
Este objetivo geopolítico y geoestratégico se han mantenido invariable con el paso del tiempo: en diciembre de 2012, la aspirante a la Casa Blanca, Hillary Clinton, advirtió que era prioritario para la Unión Americana “retrasar o prevenir” a la UEE, pues era el intento de Vladimir Putin de “resovietizar la región”.
Para contener a China, Washington destinará el 60 por ciento de sus efectivos navales a los océanos Índico y Pacífico. Además, promueve la firma de la Asociación Transpacífica (la cual incluye a México, pero excluye a China). En el caso de Rusia, la guerra en Ucrania ha servido para meter una cuña entre Rusia y la Unión Europea. Asimismo, trata de establecer la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión para mantener a los europeos bajo su influencia.
China y Rusia contra los Estados Unidos, este es el gran tema en cuestión geopolítica, geoestratégica y geoeconómica de nuestro tiempo. ¿Quién ganará?
Aide-Mémoire.- Hay que estar pendiente de dos reuniones: la Cumbre de las Américas en Panamá, para ver la interacción entre la Unión Americana, Cuba y Venezuela; y el encuentro en Moscú entre Vladimir Putin y el líder griego, Alexis Tsipras.