Literatura de horror y el éxito de los monstruos - LJA Aguascalientes
25/11/2024

  • Raquel Castro, sobre los motivos porque a la gente le gusta leer historias de terror
  • La necesidad de adrenalina y distracción de la realidad mundana crean las historias de terror y seres sobrenaturales

Seguramente en muchas ocasiones las madres les han cuestionado a sus hijos por qué les gusta pagar en el cine por ver horror y asustarse, para la mayoría es una actividad de diversión y distracción. Durante la visita al Tecnológico de Monterrey campus Aguascalientes, la escritora mexicana Raquel Castro (quien inició como guionista y promotora cultural) compartió un poco de su experiencia con la literatura de horror y la necesidad de las personas por ser parte de las historias con monstruos y seres sobrenaturales.

“Nuestros monstruos nacen a partir de esas cosas que ignoramos, pero que necesitamos comprender”, esos efectos que deja algún libro de terror o una película de miedo (la respiración se agita, se dilatan las pupilas, sudan las manos, y la gran necesidad de soltar un grito o pegar un brinco) son parte fundamental de la adicción que muchos pueden sentir sobre estas historias por la acumulación de tensión llamada adrenalina.

Apoyada de sus apuntes (confesó ser muy mala recordando nombres), explicó el estudio y los resultados de un sicólogo holandés, Jeffrey Goldstein, con respecto a lo que nos gusta cuando vemos películas de miedo o se leen libros de horror, “este académico subraya cuatro cosas muy interesantes, la adrenalina, la distracción de la vida mundana, el gozo voyerista de observar una situación horrible desde una distancia segura y un factor evolutivo”.

Se descubrió que el cerebro recompensa al cuerpo cuando evaluamos una situación de peligro, le gusta estar poniendo en situaciones hipotéticas como el “qué haría yo si…”, un ejercicio mental que hace el cerebro y que lo encuentra placentero al ejercitarse para un caso real. En cuanto a la distracción de la vida mundana, destacó que cuando leemos las noticia no nos da esta emotividad que da la ficción porque sabemos que es algo real y que le está pasando a seres reales y nos afecta de algún modo; en caso contrario, cuando lo pensamos como una ficción se deja correr la adrenalina, pues a la hora que terminamos de leerlo se cierra el libro y se acabó el susto.

“Estos son los motivos por los cuales a la gente le gusta leer historias de terror”, ya que parte de esa recompensa que da el cerebro es también un diálogo entre dos partes del organismo: la amígdala (que es la menos evolucionadas) y el córtex (una de las más evolucionadas). La amígdala platica con el cerebro, éste le dice cómo interpretar y generar las emociones, esa relación entre una parte evolucionada y la otra no evolucionada genera placer.

Para Castro, esa necesidad de entender cosas que están más allá de nuestra comprensión es lo que hace que se generen las historias de seres sobrenaturales; “cuando es noche y todo está en silencio y se escucha como una canica botando, no es que se tenga un alma jugando, se ha descubierto que eso es un fenómeno natural”, con los cambios de temperatura las redes de tuberías se dilatan o se contraen y genera ese sonido.

Lo interesante aquí no es el sonido, sino el porqué las personas de todo el mundo cuando lo escuchan dicen que es una canica rebotando y cayendo; esto se debe a que el cerebro, lo primero que intenta hacer es darle una respuesta “racional” al fenómeno suscitado con algo que se conozca comunitariamente, y con ello el cerebro se queda tranquilo, “esto es lo que genera muchas de las historias de monstruos”, cosas que desconocemos y no sabemos cómo interpretarlas.

Se hizo una comparativa con los monstruos favoritos de la historia en los últimos siglos (la momia, hombre lobo, el vampiro y el zombie), “si analizamos realmente a la momia en su significado histórico, no era una figura de terror, el vampiro comenzó con la peste en Europa cuando la gente sufría y moría de una enfermedad poco entendida, una cosa tremenda que no había manera de tranquilizar más que creando a un ser sobrenatural que elegía a sus víctimas, las mordía y así las contagiaba”. La clave está en cómo el humano pretende enfrentar la muerte, el peligro y el temor.

El otro yo del humano representado en el monstruo


Generalmente el personaje maldito (monstruo) siempre cuenta con las características de lo que se supone el humano no es -o no pretende ser-, todo aquello que no se quiere observar y tener en una comunidad social, “el chiste es que el monstruo lo convertimos en el depositario de todo lo que no soy yo o lo que no es mi comunidad”.

Castro supuso con el ejemplo de los personajes literarios antiguos: se supone que la sociedad es justa, solidaria, recatada moralmente y el vampiro es un ser egoísta, lujurioso, completamente incapaz de contenerse; la gente es educada, sabe que hay horarios para comer y dormir, de pronto está el hombre lobo, un ser descontrolado emocionalmente que come sin importar la hora ni a quién, nunca pide permiso y agrede a quien se le ponga enfrente.

Es por ello que algunos personajes han podido sobrevivir a través de los siglos, sólo que se le va cambiando algunas características de las que la sociedad no quiere reconocer que son parte de sí mismas, tal es el caso del vampiro: los primeros personajes además de ser devoradores de sangre eran muy feos y hoy se les presenta atractivos, incorporándolos poco a poco -en cierta parte- a la sociedad.

En el caso del zombie sigue siendo “el otro”, ese que no nos gusta que se nos parezca, un vampiro es consciente y pensante, mientras que el zombie en la literatura o en el cine, no hay forma de hablar con él, es una fuerza incontenible que se parece más a los huracanes.

En 1968, cuando el director de cine George Romero sacó su película La noche de los muertos vivientes, el espectador vomitaba en la salas de cine, salía aterrorizado de la sala corriendo, por observar por primera ocasión en el cine el canibalismo (escena de una niña de doce años que se come a su mamá), las personas estaban tan impactadas que no se percataron de otra característica inquietante: fue la primer película que tuvo a un actor negro como personaje protagónico.

El personaje del zombie ha sufrido grandes variaciones, los primeros fueron efecto de un experimento radioactivo donde se filtraba sustancias contaminadas al cementerio y revivía a los muertos; efecto de una ingeniería experimental fuera de control con un virus de alta tecnología (…), “cada vez van cambiando más, ahora nuestro enemigo ya no es el ruso que piensa que todos deben ser iguales, sino el científico que cree que puede manipular la naturaleza sin consecuencias”.

El perder sus comodidades es el temor de ahora, de ahí el éxito del programa The Walking Dead, pues en Estados Unidos hay una gran recesión donde las personas están sin empleo y el sueño americano se les está agotando, entonces se usa al monstruo y las historias literarios o cinematográficas de horror para sublimar los temores que tenemos en la vida cotidiana, “mediante éste nos distraemos de la cotidianidad mundana para sublimarla y convertirla en otra cosa”.

Raquel Castro, con su experiencia en la literatura de horror, especialmente con los zombies, reitera que todo esto tiene que ver con nuestros miedos, el cómo avanzan y la necesidad de la adrenalina, de dilatarse sus pupilas y la aceleración del corazón, por eso nos gusta tanto que nos espanten con esas historias terroríficas que se guardan en un cajón, librero o sala de cine.


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