Bondad, dulzura y algo más / Vale al Paraíso - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

Mario Granados Roldán

 

Se le nota la buena salud, la vida en paz, la misión cumplida, el orgullo por los hijos, la tranquilidad de un casorio bien avenido y el disfrute de una jubilación bien ganada con el sudor de sus cables en la Comisión Federal de Electricidad, desde la superintendencia general, donde sirvió a Aguascalientes con seriedad y eficiencia.

Su tía Rosita y mi tío Ángel estuvieron matrimoniados.

Es buen amigo. Caballeroso. Lo distingue el trato afable y la buena vecindad, al fin, somos habitantes de la misma colonia. Conserva la sencillez a pesar de saberse integrante de la familia real que cada seis años cambia de nombres y apellidos, y regresa a la normalidad ciudadana como uno más de los suyos, díganmelo a mí que ya pasé por esos pantanos y llegué al 30 de noviembre de 1996 gozando de inmejorable salud física y mental y con la frente en alto.

Con Manuel Díaz Castorena me une el entusiasmo por ese animalito que representa el arco iris volador en el planeta de los gringos, los chinos, los euros golpeados por sus despilfarros, y los vivos muy vivos de la madre Tierra.

Hace tiempo, en plaza Universidad, platicamos del pequeño gigante, porque deben de saber ustedes que el colibrí es una de nuestras debilidades. Le rendimos pleitesía. Reconocemos su fragilidad, sabiduría y entereza para preservar la sagrada libertad. Admiramos su destreza, armonía y amor a la naturaleza cada día más lastimada.

Quisiéramos “fundar un partido de sueños, talleres dónde reparar alas de colibríes”, propuso el famoso Silvio Rodríguez en aquella canción, Ala de colibrí, escrita en 1996, para rememorar el centenario de la caída de José Martí, en Dos Ríos, y reverenciar al poeta cubano Cintio Vitier, “con su llamamiento a la Asamblea Nacional para, inspirados en un pensamiento martiano, mejorar aspectos de la educación y la cultura. La canción está basada en ese pensamiento de nuestro apóstol, que dice que “las verdades esenciales caben en las alas de un colibrí”, explicaría Silvio en entrevista de prensa.


El transparente néctar de las flores les permite obtener las calorías necesarias para emprender el vuelo y surcar los cielos de América (desde Alaska hasta Tierra del Fuego), el único continente donde habitan 500 especies, de las cuales, más de 50 escogieron a México como su patria grande.

Son pequeños en su tamaño, pero grandes en sus habilidades. El más corto, de apenas 6 milímetros, es el zunzuncito. 500 colibríes juntos no llegan a pesar más de un kilo. Asombra su velocidad, al desplazarse a más de 100 kilómetros por hora, como si fueran ambiciosos políticos en busca del poder.

La integración familiar con estos gigantes pequeños, le decía a Manuel, se la debo al periodista Guillermo Ochoa (al padre, no al hijo), que un día entrevistando a Laura León, me permitió descubrir la existencia de los bebederos para estos animalitos cubiertos por alrededor de mil 500 plumas que no saben fallar. La cantante platicó que el envase de cristal con su base de plástico rojo, lo colocó afuera del ventanal de su recámara.

Copión al fin, hice lo mismo que la Tesorito: compré el frasco, el plato rojo y el jarabe del mismo color para alimentarlos como si fueran beneficiarios de algún programa asistencial del gobierno.

La familia de los pajaritos más pequeños del mundo se ha multiplicado con el paso del tiempo, al igual que el consumo del líquido (chupan como si fueran antreros), el precio del jarabe, los días de limpieza del bebedero, y también, el maravilloso espectáculo visual y auditivo disfrutado desde mi aposento.

Manuel Díaz Castorena y yo adoramos a estas avecillas por su milagroso aleteo, incesante revoloteo, inquebrantable fuerza, admirable belleza, multicolor presencia, espíritu guerrero, infinita sensibilidad, pero sobre todo, porque viven de la bondad y de la dulzura de la vida.

Quién fuera colibrí.

Porque alguien tiene que escribirlo: cuando los barones del dinero entran en frontal conflicto por afectados intereses, la intervención mediadora del gobierno es posible cuando éste se aparta de insanas tentaciones para torcer el rumbo de las negociaciones y posee la suficiente autoridad moral para conciliar a las partes lastimadas, como sucedió en el encarnizado pleito entre Jesús Rivera Franco e hijos y el Grupo Celulosa y Derivados (Cydsa), a raíz de la cuestionada venta del Grupo Textil San Marcos –en 1993, siendo gobernador Otto Granados—, que mereció la atención de la prensa especializada nacional por el accidentado proceso, la costosa negociación, los resultados posteriores, la “victoria pírrica” de Cydsa y la “traición” del regiomontano Fernando Sada Malacara, con quien don Jesús tenía una amistad de más de 12 años, a decir de las duras críticas lanzadas por Rivera Franco en álgidos momentos.

El desarrollo de Aguascalientes merece tranquilidad, ojalá Dios reparta sensatez y algo más en el asunto de Gilsa, y pronto brindemos con leche de vacas contentas: mmuuuuuu.

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