González Gortázar (El arquitecto utopista) / H+D - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Soy la antítesis del arquitecto químicamente puro.

El interés que tengo por la cultura en general, la vida política,

la naturaleza y el patrimonio histórico, por la cultura popular

y especialmente por su música, por los viajes como forma de vida,

no está por debajo del que tengo por la arquitectura.

Desgraciadamente, una sola vida no es suficiente.

Fernando González Gortázar


Obras, sueños, realidades y relatos en el espacio; la búsqueda estética, la exploración de la forma, la seducción de las curvas, el impacto del color, la ética de la urbanidad, la sonoridad del agua, la intimidad de la escultura y lo utópico de la arquitectura encuentran un camino inexorable en la obra y el pensamiento del arquitecto tapatío de corazón, Fernando González Gortázar.

Su obra escultórica-arquitectónica es entrar a un sueño en la realidad urbana, cuestiona la rutina estética de las ciudades, plantea nuevos caminos que seducen e incomodan, que perturban la inercia mental no sólo en la forma, no sólo en la cara urbana, sino también en lo moral, lo ético y afectivo. Gortázar es un creador de señales en el paisaje urbano, un arquitecto de símbolos, un democratizador del arte, un apóstol de la existencia de valores trascendentes y superiores contrarios a los que pregona la sociedad de consumo.

Es común por ahí escuchar decir en las academias que el diseño y la arquitectura son extremos diferentes, y que ambas deberían ver al arte de lejos. Esta fundamentación ortodoxa de lo que debe ser cada disciplina sólo ha nulificado la experimentación, el acercamiento entre ambas y la creación fructífera, algunos han traspasado y roto estos supuestos cánones -casi siempre académicos-, más aún, han adherido a su profesión el arte como piedra angular, como punto de partida, el diseño o la arquitectura se convierten en arte solamente cuando sorprenden.

Un buen día, el entrar al Museo Federico Silva en San Luis Potosí lo removió todo, me replanteó el diseño en seco, desde ahí nunca volví a pensar igual con respecto a él. En la planta baja en exposición individual descubrí Series dispersas esculturas contemporáneas de una arquitecto, sería González Gortázar.

Algo al instante me atrapó, veía en sus esculturas objetos soñados, objetos no inventados y los cuales no adivinaba para que funcionaran, recuerdo que me quedé ahí varias horas mirando cada uno, aprendiendo la fidelidad con la que se puede tratar al material, el ritmo geométrico meticuloso y preciso, el manejo de las líneas, el color, la cadencia. ¿Pero para qué servían esos objeto-esculturas?, ¿qué es esto que se me aparece?, pronto encontraría la máxima función del diseño y la arquitectura en la obra de este autor; la visión poética del mundo.

González Gortázar nacido en 1942 en la ciudad de México, estudió arquitectura en la Universidad de Guadalajara, como estudiante abordó talleres de escultura en la Escuela de Artes Plásticas de la misma casa de estudios, estudió Estética en la Escuela Superior de Arte y Arqueología, y Sociología del Arte en el Colegio de Francia, ambos en París, esta formación, más su propia concepción del mundo a través de sus innumerables viajes -más de 80 países-, han generado uno de los arquitectos emblemáticos del México contemporáneo no solamente por su obra, sino también por su palabra y su pluma. Numerar sus premios, exposiciones y trabajos llevarían a llenar todas las páginas de este diario, en los cuales destacan el Gran Premio Henry Moore en Japón (1989), el Premio América de Arquitectura (2009) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes (2012) en México. Sin embargo los premios en su caso son los de menos, los considera un buen motivo para que sus amigos le llamen y se pongan al tanto, como lo comenta en la exquisita charla que mantuvo en el programa Conversando con Cristina Pacheco a finales de 2012 y transmitido por el Canal Once.

Como arquitecto y escultor González Gortázar juega con el espacio público, lo convierte en un paisaje lúdico y reflexivo, mira más allá de su entorno inmediato, cuestiona y apuesta a sacar de la pasividad al transeúnte, al ciudadano que habita esa ciudad tomándolo en cuenta, lo interpela con una forma largamente pensada, lo provoca con un concepto perfectamente ubicado el cual acaba inevitablemente haciendo al ciudadano participar en la obra terminada, aun sea con indiferencia.

Jalisco y particularmente Guadalajara son el epicentro de sus sueños construidos, con obras excepcionales como la Fuente de la hermana agua, la Torre de los cubos, la Plaza del Federalismo, el enigmático Paseo de los duendes o La Gran puerta entre otras. Mención aparte merecen la Fuente de la escaleras y el Árbol del Escorial, ambas en Madrid, y la Columna dislocada en el Hakone Open-Air Museo de Japón, aunque para mí un favorito seguirá siendo en Tuxtla el Museo Chiapas de Ciencia y Tecnología, esa construcción mágica de curvas y líneas en mitad de la selva, ahí creo los sueños aprenden a volar.

Pero si algo lo distingue es esa capacidad de responder a la estética, a la forma, a la sintaxis visual y la estructura, trátese de una creación arquitectónica, escultórica, urbana o literaria. Distinguido también como un magnífico escritor, analítico y crítico, en 1984 fue miembro fundador y articulista de La Jornada y colaborador del diario Unomasuno. En su libro Escritos reunidos, México, INBA (2004), selecciona más de setenta artículos periodísticos publicados a lo largo de cuarenta años. Para conocer su obra también son indispensables los textos de Raquel Tibol, Jaime Moreno Villarreal, Antonio Riggen y el periodismo arquitectónico de Manuel Larrosa.

Para González Gortázar el sacar el arte a las calles es una de sus prioridades, así agradece a los muralistas como Orozco, generar la formulación de ambigüedades entre arte, arquitectura, diseño y poesía, rompiendo los límites de las disciplinas y los espacios apartando la obra como símbolo de elite, para acercar la belleza y la armonía a la gente que vive la ciudad y se apodere de ella. Muchas de sus obras han sido destruidas, se han quedado inconclusas o han sido olvidadas por las burocracias en turno -Gortázar siempre ha sido un cuestionador de las políticas públicas de urbanidad incomodando al poder-, pero su sabiduría hace llamar a esto sus Fracasos monumentales.

Vayan todos mis elogios a González Gortázar no como arquitecto, escultor, viajero, polemista, ambientalista, botánico, escritor o amante de la música popular, sino como el artista militante comprometido con la utopía, artista público y creador responsable que muestra que los sueños pueden estar en la calle para soñar junto a ellos en tiempos donde la ambiciosa barbarie destruye la urbanidad y las ciudades.


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