La educación no es la palanca para transformar el mundo… porque podría serlo. Paulo Freire
La drástica bajada en el precio del petróleo y la mala planeación de las autoridades de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) que no visualizaron ese fenómeno, está impactando fuertemente en los ajustes que deben realizar las diferentes dependencias y órganos descentralizados de México, en especial las del sector social como, salud, campo, desarrollo social y educación, ya que a este grupo le recortarán un 60% de los 52.3 mil millones de pesos del ajuste presupuestal.
Según fuentes de la SHCP, la Secretaría de Educación Pública (SEP) será la más afectada con un recorte de 7 mil 800 millones de pesos, el cual representa 2.55% del presupuesto asignado a dicha dependencia. Rápidamente la SEP emitió comunicados en el sentido de que este recorte no afectará ni a las universidades ni al pago de maestros de educación básica.
A pesar de esas garantías, las quejas no se dejaron esperar en los diferentes sectores de la población, en especial en el magisterio. Los analistas, además de condenar enérgicamente tal recorte, auguraron que esto afectará la calidad de la educación irremediablemente y que será más difícil cumplir con la Reforma Educativa en Programas como el de “Escuelas de tiempo completo” o el Programa Nacional de Becas.
Normalmente se cree que la calidad educativa está en función del presupuesto que se le asigna. Dicho presupuesto es además un indicador importante para cualquier país, puesto que mientras mayor sea éste, mayor parecerá la importancia que el país le otorga a la educación y técnicamente debería ser así, no obstante, calidad y recursos no siempre tienen una relación directa.
La verdad es que un mayor o menor presupuesto no impacta cualitativamente en el resultado de una buena educación, por lo menos en México, ya que casi nunca estos recursos van aparejados a planes de largo plazo, ni a objetivos educativos concretos y claros, que puedan ser medidos para aprobar o sancionar la tarea del gobierno en turno. Por otro lado, la distribución de dicho presupuesto carece de la equidad que un país como el nuestro necesita.
Los planes educativos suelen ser sexenales, con objetivos y metas muy pobres y cuyo presupuesto se diluya en una abultada nómina, en intereses de grupos magisteriales, en una insuficiente inversión en infraestructura y algún que otro proyecto lucidor que se difundirá ampliamente en todos los medios de comunicación. Poco es lo que llega donde debe llegar. Todo lo anterior empieza y termina con cada período de gobierno, ya que cuando llega el siguiente, los planes cambian y hay que empezar de nuevo.
Tenemos un sistema educativo sin rumbo, que nunca ha podido consolidarse, sometido al constante vaivén de cambios impuestos desde fuera, completamente desarticulado, con docentes desmotivados y sin mística de servicio. Un sistema educativo que cobija y trata por igual a los buenos que a los malos maestros y cuyas autoridades educativas, en muchos casos, están completamente desvinculados de la educación. Lo peor de todo es que algunos de ellos usan estos puestos como trampolín para otros que consideran de mejor nivel político. Son pocos los líderes educativos que han estado dispuestos a manejar la educación en México sin pretender sacar beneficio del cargo.
La educación es un bien social que nunca arrojará resultados de manera inmediata, eso lo tienen muy claro las autoridades y saben perfectamente que muchas de las acciones que emprendan durante su gestión no tendrán resultados en la misma y menos aún si dejan el puesto a la mitad del camino; y así como no serán felicitados por sus aciertos, tampoco se les exigirá cuentas por sus errores. Lo malo es que sus errores lo pagarán los niños y jóvenes y se reflejarán cuando estas autoridades ya no estén en el poder.
El tema de la formación docente, al cual se le destina parte de los recursos y que sí está íntimamente ligado a la calidad educativa, se encuentra igualmente descuidado. Se diseñan cursos al vapor, con temas desligados del currículum escolar y que no aportan demasiado ni a los docentes ni a la calidad de la enseñanza.
Nadie niega que la educación de calidad necesita de un buen presupuesto, distribuido con equidad, que llegue donde más se requiere; pero necesita también de hombres y mujeres con formación de calidad, con vocación de servicio y que amen la educación, entre los que se incluyen a las autoridades educativas; aunque, desde mi punto de vista, lo que más necesita es tener claro qué tipo de sociedad quiere y qué clase de persona desea formar, para que los planes se hagan en función de esos ideales. Planes a largo plazo que trasciendan los períodos de gobierno y los partidos políticos, con objetivos precisos para que el presupuesto no se diluya en intereses ajenos a la educación.
Es posible que el resultado no lo vean las autoridades en turno, ni aquellos profesores que ejercieron su magisterio con entrega y responsabilidad, pero lo recibirá la sociedad a través de mejores ciudadanos y eso es lo que realmente importa. Como muy bien dice Paulo Freire: “El hombre es hombre, y el mundo es mundo. En la medida en que ambos se encuentran en una relación permanente, el hombre transformando al mundo sufre los efectos de su propia transformación.”
@petrallamas