Es fundamental que entendamos el feminismo lesbiano en su sentido más profundo y radical, como es el amor por nosotras mismas y por otras mujeres, el compromiso por la libertad de todas nosotras.
Adrianne Rich.
La conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, cobija la lucha de distintos movimientos de mujeres en resistencia. Uno de estos movimientos es el de lesbianas feministas. En general, la reafirmación de este día tiene que ver con la construcción de los espacios específicamente de mujeres, espacios físicos, políticos, culturales y de elaboración del pensamiento autónomo respecto a los tiempos, visiones y lógicas patriarcales.
Existe una gama interesante de los distintos movimientos de mujeres que continúan luchando en diferentes ámbitos por caminar hacia o mantener su independencia del poder patriarcal.
Para las lesbianas feministas este espacio de autonomía está marcado por dos procesos, el primero es la separación del movimiento heterofeminista que por un lado ha intentado adjudicarse las aportaciones producidas desde las reflexiones lesbofeministas señaladas como feminismo radical, al mismo tiempo que se incomodan por la visibilidad lesbiana (lesbofobia), donde hay una clara diferencia entre quienes cuestionan la heterosexualidad obligatoria como un sistema de opresión para las mujeres, una “elección” impuesta, forzada, para cumplir con “eso que se espera que seamos las mujeres”, el derecho masculino de acceso a las mujeres y que insisten en reivindicar lo femenino asociándolo con la mujer; y quienes disentimos reflexionando que lo femenino es también una construcción elaborada desde el pensamiento masculinista, incluso un condicionamiento de nuestros deseos por lo que las mujeres necesitamos deconstruir esta visión y habitar nuestro propio cuerpo, nuestra erótica y pensamientos sesgados hasta ahora por los deseos patriarcales.
El segundo proceso de nuestra autonomía es la separación del movimiento gay, trans y bisexual. Si bien es cierto el movimiento LGBT se ha nutrido del pensamiento lesbofeminista y ha comenzado a balbucear sobre la heterosexualidad obligatoria, la identidad de género y los cuerpos legítimos, lamentablemente este movimiento se ha sumido y detenido en sus propias contradicciones. La misoginia gay y el consumismo de los cuerpos siguen siendo intocables, temas que no entran a negociación cuando se trata de organizarnos como movimiento social, de ser congruentes con el discurso y la práctica, al contrario en estos espacios diversos se mantiene la verticalidad, el autoritarismo y el machismo que no solo vivimos las lesbianas, también las mujeres transgénero y los homosexuales más afeminados.
Del lado de las compañeras transgénero seguimos esperando sus propias reflexiones, sus propias rebeldías para de-construir el cómo se reproduce la feminidad nuevamente como definición de ser mujer, y la violencia que encierra la feminidad en su “deber ser” la representación de la mercancía de los deseos ajenos y la cosificación nuevamente de las mujeres desde estos imaginarios que siguen imponiéndonos un orden simbólico y valórico a las demás mujeres pertenecientes a ese grupo social.
El asunto con el movimiento LGBT es que nosotras como lesbianas feministas no estamos colocadas en una posición de dependencia ni amorosa, ni económica, ni sexual respecto a los compañeros y justo por eso viene la separación del movimiento de lesbianas feministas que plantea entre otras cosas una relación horizontal con los hombres donde ellos no tengan poder sobre nosotras y no seamos la mano de obra doméstica del conocimiento y del discurso, sino actoras de nuestras propias utopías.
La lucha de las feministas no ha sido muy diferente, independizarse del colectivo masculino ha tenido altos costos para ellas, incluso el feminicidio. Por eso es necesario pensar los feminismos volviendo a la radicalidad, porque el patriarcado se recicla y a ratos logra envolver a tantas y tantas mujeres que se rinden a sus pies.
Pocas expresiones veremos este 8 de marzo desde la raíz, desde el feminismo pensante, por el contrario nos van a saturar con discursos amorfos de igualdad, muchas y muchos sin ninguna conciencia política dirán cualquier barbaridad mal entendida del género, esos y esas que han aprendido a vivir del discurso feminista distorsionado, incapaces de mirar el sistema heteronormativo se recluirán hablando de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, gastando un tiempo sustancial que debiera ser ocupado por las voces de las mujeres que verdaderamente luchan por romper en su cotidiano el sistema que las oprime. Escucharemos las dádivas de la igualdad, algunas hasta triunfalistas mencionarán sendos discursos, debidamente maquilladas y entaconadas, aunque no logren explicar la cantidad de feminicidios en México y Centroamérica, los índices de violencia hacia las mujeres, en esa ruptura de discurso y realidad nada concuerda. Muchas cosas hemos logrado las feministas y otras más hemos perdido. Seguimos dejándoles la primicia de definir la igualdad respecto a qué (¿a ellos?), como si todas las mujeres fuéramos iguales.
“La igualdad es todo lo que se les ofrece a los colonizados en el terreno de las leyes y los derechos. Es lo que se les impone en el terreno cultural. Es el principio sobre cuya base el colono continúa condicionando al colonizado. El mundo de la igualdad es el mundo de la superchería legalizada, de lo unidimensional; el mundo de la diferencia es el mundo en el que el terrorismo depone las armas y la superchería cede al respeto de la variedad y multiplicidad de la vida. La igualdad entre los sexos es el ropaje con el que se disfraza hoy la inferioridad de la mujer”.- Carla Lonzi. Escupamos sobre Hegel
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