Hace unos meses algunos medios noticiosos dieron cuenta de una denuncia por violación. El acusado era identificado como stripper y los hechos habían ocurrido en un bar. Debido a que -como es costumbre entre nuestros comunicadores- no hubo seguimiento de la noticia, es difícil conocer el desenlace. No sabremos si hubo arresto, juicio, condena. No sabremos si los hechos ocurrieron tal como las notas lo relatan o hay más información que nos permita conocer exactamente qué pasó, si hubo víctima, si hubo victimario. La información, pues, se queda en una mera posibilidad, contamos con un supuesto caso de violación, y los medios es lo único que nos brindan, suposiciones.
A pesar de contar con una historia incompleta, la reacción en las redes sociales fue inmediata. No es de sorprender, la agresión sexual por parte de un hombre a una mujer es un tema que difícilmente nos deja impertérritos. Lo que sí es sorprendente es la naturaleza de la reacción. Más de doscientos comentarios se habían generado en menos de un día en una de las notas publicadas en Facebook por un medio serio. Tal cifra podría hacernos pensar que somos una sociedad preocupada por lo que ocurre. Y aunque la resolución específica del caso toca a las instancias judiciales -hasta entonces hablar de culpables o linchar a acusados sería, por decir lo menos, impropio-, que tanta gente se hubiera tomado unos minutos para dejar su opinión podría ser interpretado como sano; la violación, así sea apenas como sospecha, había hecho saltar de sus asientos a nuestros conciudadanos y se habían visto impulsados a decir algo.
Sin embargo, un desolador porcentaje de los comentarios eran de una agresividad vergonzosa. Hombres y mujeres por igual, escudados en su derecho a decir lo que les venga en gana, se burlaban de la posible víctima y con insistencia y vulgaridad la acusaban de haber sido ella quien había provocado el incidente. Cómo se atrevía a acusar, si ella había asistido a ese lugar y pues ya sabía a lo que iba; Que no se hiciera tonta, todas sabían lo que pasaba ahí; Ah, mira, como la habían cachado ahora trataba de quedar bien acusando al tipo. Repito, hombres y mujeres por igual. No faltaban algunos juicios sobre el bar, siempre ambiguos e imbuidos de mero gusto por la grosería, y unos pocos, esporádicos, insultos al posible victimario. Pero el consenso era: ella era la responsable, quien toma que se aguante, si vas a ver strippers atente a las consecuencias.
Cuando nos dé por creer que los movimientos feministas están exagerando, cuando nos quejemos de que no es para tanto, deberíamos tomarnos un minuto y dar un recorrido por las redes sociales para observar cómo reaccionamos frente a eventos como las violaciones. Resulta abrumador encontrarse con que la equidad por la que tantas mujeres y tantos hombres han luchado está siendo torcida de tal manera que en lugar de valorar y respetar lo femenino, lo estamos disolviendo para hacer de toda nuestra sociedad un grupo de hombres y mujeres machos, todos capaces de despreciar a la mujer, todos dispuestos a defender lo indefendible, todos buscando reírse de la desgracia desmesurada de un ser humano.
Las redes sociales no son quizá el mejor lugar para la discusión pacífica, la reflexión profunda y la opinión mesurada. Entre sus méritos está el ser espacios para el ocio y el desahogo, para la crítica fácil y los debates superficiales; ahí se discute lo que nunca se habrá de dirimir, se pelea por el futbol, se critica la vestimenta de la alfombra roja, se comparte lo nimio. No creo que eso deba asustar o escandalizar; contar con un lugar -así sea virtual- en el que podamos no tomar tan en serio las cosas no es tan mala idea. Pero que haya tantas personas, tantos hombres y tantas mujeres, con tiempo y disposición para insultar sin reparo, ridiculizar víctimas y minimizar la tragedia en aras del chiste, sí asusta, sí escandaliza -o debería hacerlo-.
Espero que, si hubo violación, las consecuencias legales estén ya en efecto, que la víctima esté lo mejor posible, llenándose de fuerza para recuperar su vida, rodeada de la gente que la ama, y que el violador esté en la cárcel. Y espero que, independientemente de lo que haya sucedido, lleguemos a entender que la responsabilidad sobre nuestras opiniones y comentarios no se desvanece después de haber tecleado “enter”, y ojalá descubramos que la risa fácil a costa de lo que sea no es el camino para ser mejores personas.