Hacia una pedagogía del control cognitivo. Justo en el día de San Valentín, fin de semana recargado con el estreno de 50 sombras de Grey, que según notas periodísticas causó gran expectativa en la Berlinale, el famoso festival de Cine de Berlín, trae a la pantalla el primer libro de una trilogía erótica de la autora E. L. James. El título en sí es un fino juego de palabras, ya que involucra “fifty shades” (cincuenta tonos) de Grey, éste como apellido del protagonista que también juega con el respectivo color gris, un equívoco significativo para deleite inteligente emocional. Grey es el hombre con cincuenta tonalidades en su cromática pasional.
La nota adquiere una carga significativa aún más interesante cuando podemos ligarla con otra de orden pedagógico, que también sale en prensa en estos días y que se refiere a La generación Z. Entendiendo por ésta al grupo de población nacido después del año 1995, pleno despliegue del internet y los juegos cibernéticos. Contingente que suma dos mil millones de jóvenes a nivel mundial.
En una aula del Instituto Internacional de Políticas en Salud (IHPS), adscrito a la Escuela de Medicina San Francisco de la Universidad de California, Campus Santa Cruz, me tocó ver por primera vez una computadora Macintosh de cuerpo entero y fui invitado a cargar el CD para iniciar la aplicación Word, era el verano del año 1984, Steve Jobs la había lanzado al mercado el 24 de enero de 1984; era una luminosa pantalla con cincuenta sombras de azul y texto blanco y ese artilugio mágico del mouse. Yo que había escrito mi tesis de licenciatura seis años atrás en una máquina electrónica IBM, la de la bolita como linotipo, siempre a renglón seguido y para adelante -espaciar ya era una ganancia tecnológica y corregir con la cinta doble para borrado era una maravilla-, veía asombrado en aquel espacio luminoso del monitor el libre juego de la cadena alfabética, para arriba, adelante, abajo y atrás; tecleas, avanzas; retrasas, borras; modificas tipo de letra, tamaño, énfasis, haces notas de pie de página o al final de texto, alineas, centras, etc. Un milagro tecnológico. Lo que siguió es de vértigo. Colores verdaderos en sucesión increíble, sin fotogramas fijos, el flujo del video, síntesis cinematográfica en tu propia pantalla. Audio y video, simultáneo o discreto, que tú mismo controlas, pausas o avanzas. Ahora juegas con el comando implacable de un cursor que parpadea, para indicarte su posición. Haces y deshaces a voluntad, creas, reparas y destruyes, ¡Voilá!
Olivier Houdé es el sicólogo autor del libro Aprender a resistir y director del laboratorio de sicología del desarrollo y educación infantil del CNRS-La Sorbona, de París. Su hipótesis de trabajo surge precisamente observando los hábitos de esta joven generación que “ha crecido con los videojuegos y los teléfonos móviles, ha ganado aptitudes cerebrales en lo que se refiere a la velocidad y los automatismos, en detrimento de otras como el razonamiento y el autocontrol” (AFP, París y Tokio. Artículo publicado por La Jornada, Ciencias. Jueves 15/02/2015. 6ª).
Si la población mundial actual es de 7 mil 214 millones 958 mil 996 -7.2 mil millones de personas-, el núcleo de población joven en estudio representa el 27.7% de los habitantes del planeta, que en el corto plazo comenzará a ser económicamente activa y a ocupar posiciones de administración y control. De acuerdo a las observaciones sicopedagógicas del maestro Houdé esta generación es “apresurada, pragmática, autónoma y testaruda”, que le gusta vivir alejada de los códigos y de las aspiraciones de sus mayores. “Son mutantes, como los llaman algunos investigadores fascinados por su fusión con el mundo digital” (ut supra, AFP, París y Tokio).
Las razones que explican su comportamiento están vinculadas con el tipo de uso de determinados circuitos del cerebro, cuya actividad ante las pantallas digitales exige un alta velocidad, digamos que conducen un tren de alta velocidad cerebral que va del ojo al pulgar. Al activarlo así, privilegian el córtex prefrontal, para mejorar esa rapidez de decisión y de adaptación multitarea ligada a las emociones. Lo que dejan de lado es el recurso a otra función de esta zona que es más lenta, (con efectos) de distanciamiento, de síntesis personal y de resistencia cognitiva. En ello va la tesis del autor: habría que fomentar el uso de un tercer sistema del cerebro: en el córtex prefrontal, que permite arbitrar entre los dos anteriores: “El corazón de la inteligencia. Permite inhibir los automatismos del pensamiento cuando se hace necesaria la aplicación de la lógica o de la moral”. Precisa y reitera el maestro Olivier Houdé: “Es la resistencia cognitiva. Inhibir es resistir. Los nativos digitales deben reaprender a resistir para pensar mejor”. En esto consiste su tesis del “control cognitivo” o de “aprender a resistir”.
En gran medida, el efecto sicopedagógico que estamos teniendo en un sistema educativo como el de México es francamente deplorable. Si a la tendencia digital señalada de las jóvenes generaciones aunamos la franca escasez de infraestructura y recursos educativos pertinentes, que postra en abierta desigualdad a nuestros jóvenes de esta Era de la Información respecto del acceso a su opción digital comparada con jóvenes de otros países superiormente competitivos, la patente ineficacia e inadecuación del plantel docente público en operación, la desmotivación sistémica para estudiar al interior de un macrosistema económico político fisurado por graves brechas de desigualdad entre clases que no les aseguran una vía aceptable de desarrollo humano y social, y si los posicionan dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), -y a nivel más amplio los países de la cuenca del Pacífico-, en los últimos lugares de aprendizaje en competencias básicas de Matemáticas, Ciencias, Lectura y comprensión de significados en Español, ya no digamos en Inglés u otra lengua extranjera.
Los efectos educativos inmediatos sobre estos jóvenes adultos son: el alto índice de reprobación y deserción escolar, o simple abandono del sistema formal de educación en cuanto tal que presentan los adolescentes en el nivel básico -Secundaria-, y medio -Preparatoria-, que les priva de por vida para acceder a una educación superior ya sea liberal-clásica o tecnológica.
Además, en un entorno de violencia extrema y sistémica proveniente del crimen organizado e invadidos por un estado de criminalidad del fuero común, bajo el amparo de la impunidad y la corrupción institucional, el alcance y sentido de la toma de decisiones de este grupo de población joven reproduce el modelo de elegir de manera “apresurada, pragmática, autónoma y testaruda” sin mayor razonamiento ni compromiso afectivo, lo que conlleva una moral al libre arbitrio de los condicionamientos situacionales a los que reaccionan de manera irreflexiva, dando paso y privilegio a la inclinaciones pasionales o viscerales bajo una visión del mundo pragmática o más bien oportunista, y el tono desenfadado con el que se declaran autónomos para decidir lo que quieren -los hace impermeables a valores de auténtico respeto al otro como otro, ya no digamos de ausencia de solidaridad o juego limpio –fair play– que implican un alto grado de apertura y flexibilidad para escuchar auténtica y empáticamente al otro, de ahí su terquedad adquirida y reforzada.
Este panorama, en donde