Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos de buscar que lo que fue, le impida ser lo que es o lo que será
Miguel de Unamuno
La afirmación de que los viejos son el futuro puede interpretarse de dos maneras: o bien nos espera un futuro donde la mayor parte de la población será de viejos o bien se habla de un futuro cercano donde los que prevalezcan y saquen adelante el país sean los viejos. Todos sabemos que ellos vivieron momentos históricos de lucha, esfuerzo y mucho trabajo, que están preparados para enfrentarse a situaciones límite y por tanto se adaptan con facilidad a cualquier circunstancia.
Hace algunos días veía en la televisión un reportaje sobre un pueblo que había quedado aislado debido a un temporal de nieve. El aislamiento se agravaba porque también se habían quedado sin luz. La reportera hacía hincapié en la falta de teléfonos móviles y de internet y por supuesto los jóvenes de ese pueblo también resentían esas carencias.
Los viejos del pueblo no se quejaban del internet o del teléfono inteligente, ni siquiera de la falta de luz, ellos ya contaban con los mecanismos suficientes para sobrevivir sin problemas. Seguramente vivieron épocas duras y con muchas carencias, por tanto, volver a vivirlas no significaba ningún esfuerzo y sabían adaptarse con una rapidez envidiable. Sus recursos eran los más originales ya que, según Gaudí, La originalidad consiste en volver al origen.
Ese espíritu de lucha y trabajo se refleja hoy día en muchos hogares donde los abuelos están volviendo a ser padres de sus nietos o bisnietos. Otros muchos han tenido que buscar un empleo porque con su raquítica pensión no les alcanza para vivir y hay otros que simplemente se niegan a jubilarse y siguen activos, tanto física como mentalmente, por voluntad propia.
Que los abuelos trabajen por gusto es loable, pero lamentablemente la gran mayoría se ven obligados a hacerlo por necesidad. Es triste que a su edad tengan que seguir trabajando, porque la sociedad no ha previsto mejores pensiones para sus viejos y con las reformas laborales, la cosa se puso peor. Según la Asociación Mexicana de Afores (Amafore) cuatro de cada 10 adultos mayores de 65 años tienen que seguir trabajando y uno de cada cuatro mayores de 80 años debe trabajar para mantenerse.
Tal parece que, en una sociedad que le rinde culto a la juventud, a la belleza y a la productividad, proporcionarles una pensión digna a los abuelos se considera un derroche. Sin embargo, todos vamos para allá y si a eso se agrega que cada vez hay menos nacimientos, más vale empezar a prestarles un mayor cuidado a los ancianos porque, de no mejorar la situación, el futuro sí será de ellos.
El tema de la vejez ha sufrido altibajos a los largo de la historia, aunque en la mayoría de los casos fueron vistos con respeto y veneración. Eran los custodios del conocimiento y la memoria que los ponía en contacto con sus antepasados. Creo que esto no ha cambiado demasiado porque, sin importar todos los avances tecnológicos a nuestro alcance, ellos siguen siendo la sabiduría y la historia de la familia y de la sociedad, son los depositarios de una serie de valores a los que tarde o temprano se tendrá que regresar. Respetarlos y cuidarlos no es otra cosa que respetar y cuidar lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos.
Cicerón (106-43 A.C.) escribió una apología de la vejez en su obra, De la vejez (Cato maior de senectute liber) en forma de diálogo entre Catón, un anciano de 80 años, y dos jóvenes. Es una obra encantadora, con una visión positiva sobre la vejez y muy actual a pesar de haberse escrito unos 40 años antes de Cristo. En ella, el autor refuta con argumentos interesantes, los cuatro motivos por los que la vejez puede parecer miserable: 1. Que la vejez te aparta de las actividades. 2. La pérdida de la fuerza física. 3. La pérdida de los placeres. Y 4. La proximidad de la muerte. Es una obra optimista y agradable. Lo ideal sería que los abuelos pudieran vivir y morir como Cicerón lo recomienda.
La vejez no ha sido impedimento para grandes hombres de la historia en cuya etapa fueron más productivos o creativos. Platón realizó toda su obra a los 62 años. Cervantes escribió la segunda parte del Quijote con 68. Juan Ramón Jiménez o Unamuno siguieron trabajando ya bien entrados en años; al igual que seguían pintando siendo ancianos, Goya, Velázquez, Dalí o Picasso; Joaquín Rodrigo componía música, igual que Verdi que compuso Otelo a los 63 y el “Falstaff” cuando tenía 80 años.
Ejemplos como estos hay muchos más, sean o no famosos. Ahora lo que hace falta es que todos los ancianos puedan trabajar por gusto, vivir dignamente, sin carencias y con mucho afecto. La vejez es otra etapa más de la vida y como dijo Cicerón: “A cada periodo de la vida se le ha dado su propia inquietud: la inseguridad a la infancia, la impetuosidad a la juventud, la sensatez y la constancia a la edad media, la madurez a la ancianidad. Estas circunstancias se dan con la mayor naturalidad y se deben aceptar en las diferentes etapas de la vida.”
@petrallamas