Feuderalismo y elecciones / Opinión - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Desde antes de la elección del 1 de julio un tema ha tenido un papel destacado en nuestra discusión pública: el papel de los gobernadores (especialmente los del PRI) en los comicios y su capacidad para financiar con recursos públicos y por medio de prácticas de compra y coacción de voto la campaña presidencial de su candidato.

El nuevo rol de los gobernadores, beneficiados por un proceso de fragmentación del poder del Estado que se intensificó a partir del 2000, ha tenido gran importancia en nuestra política nacional contemporánea. En primer lugar, porque ha modificado las reglas de la sucesión presidencial: tras la alternancia, la mayoría de los candidatos presidenciales y quienes se han perfilado para serlo han sido antes gobernadores de alguna entidad federativa. Y en segundo lugar, porque el enorme poder de los gobernadores (que pasaron de ser subordinados del presidente en turno a convertirse, con algunas excepciones, en pequeños autócratas) en su demarcación territorial los ha hecho ser actores determinantes en las elecciones federales, en formas legales e ilegales.

Tres preguntas me parecen fundamentales en torno a este tema: ¿cómo hemos llegado a esta situación en la relación entre centro y periferia? ¿En dónde recae la fuerza de estos “nuevos virreyes”? Y finalmente, ¿cómo se construyó esa especial relación entre Enrique Peña Nieto y los gobernadores de su partido? Intentaré responderlas.

¿Cómo llegamos a esta situación? Como sugiere el académico estadounidense Wayne Cornelius, después de siete décadas de gobierno presidencialista y centralizado, México pasó a moverse hacia un sistema político en el que compiten activamente por el poder el centro y la periferia. Sin embargo, contrario a la opinión general que ve a los diversos regímenes subnacionales como terrenos fértiles para lograr mayores avances democratizadores (lo que se ha llamado “la vía centrípeta a la democracia”), Cornelius considera que los poderes locales en México han podido actuar como obstáculos a la conclusión de la transición democrática, pues son resistentes al control político de los actores centrales y en muchas ocasiones funcionan como “feudos políticos cada vez más impenetrables”. Es decir, que en México, la reducción del poder central en la política produjo tendencias democratizantes en muchos estados, pero también liberó a caciques en otros lugares que pudieron hacer uso de las redes clientelares locales, de los recursos económicos y de maquinarias políticas para consolidar proyectos autoritarios provinciales. En lugar de producirse las bases para una transición democrática amplia e irreversible, se produjo una fragmentación del sistema presidencialista, tradicional y centralizado, en donde las fuerzas a favor de la democracia se consolidaron en yuxtaposición con enclaves autoritarios, donde los dinosaurios sobrevivientes del aparato de gobierno el PRI pudieron resistir las presiones a favor de la democratización.

No es algo exclusivo de México: Edward Gibson, quien ha trabajado sobre dicho fenómeno, al que ha llamado “autoritarismos subnacionales”, lo considera característico de varias democracias nacidas en el último cuarto del siglo XX.

¿En dónde recae la fuerza de los nuevos gobernadores? En que cuentan con mayores recursos financieros bajo su control, debido al proceso de descentralización fiscal iniciado con el presidente Zedillo. Esto no ha sido obra de la casualidad, y mucho ha tenido que ver la acción concertada de los gobernadores (independientemente de sus orígenes partidarios) para buscar mayores recursos presupuestarios, por medio de un foro creado ad hoc para hacerlo: la Conferencia Nacional de Gobernadores, nacida en 2002.

Su fuerza también recae en la falta de contrapesos y equilibrios institucionales al interior de los estados. Nada es capaz de someter a los “nuevos príncipes” a rendir cuentas y pagar por sus arbitrariedades, por lo que su impunidad es enorme. Y la circunstancia se agrava por la debilidad de los pocos organismos estatales encargados de servir de contrapeso. Gregorio Guerrero Pozas, ex contralor del IFE, analiza una de estas instituciones, los órganos superiores de fiscalización, y encuentra que en una gran parte de los estados en los que el Poder Ejecutivo tiene mayoría parlamentaria en el Congreso local ha venido sucediendo lo que antes pasaba a nivel federal: el órgano de fiscalización superior tiene, en su operación, una importante influencia del Ejecutivo en turno que limita el alcance y la imparcialidad de sus auditorías. A pesar de ser formalmente electo por la Cámara de Diputados, en los hechos el nombramiento del auditor proviene del titular del Ejecutivo: el gobernador.

¿Cómo se forjó la relación de Peña con los gobernadores priístas? Otto Granados, ex gobernador de Aguascalientes por el PRI, señaló antes de las elecciones que, ahora que su partido puede volver al poder, los gobernadores temen que el Ejecutivo Federal los meta en orden y dejen atrás su actual grado de autonomía y libertad.

Más que pensar en un alineamiento automático de los gobernadores al volver el PRI a la Presidencia de la República, lo interesante es buscar los incentivos o compromisos que podrían hacer que los gobernadores abandonaran sus actuales privilegios. Al menos dos de ellos los encontramos en lo que hizo Peña Nieto durante su gobierno del Estado de México.


Para ganar las elecciones en el Estado de México en 2005, el equipo de Peña Nieto construyó una fórmula muy efectiva: una combinación de uso intensivo de medios de comunicación, un discurso basado en la eficacia, y la formación de una organización “en tierra” llamada Expresión Mexiquense, para operar políticamente antes y durante las elecciones. Carlos Tello recrea su formación y uso posterior en un reciente ensayo de la revista Nexos: Expresión Mexiquense daría resultados en la contienda de 2009 (para diputados) y 2011 (para gobernador) en el Estado de México, pero también fue aprovechada para competir y ganar elecciones en otros estados de la República a favor del PRI.  Es decir: fue exportada, y tuvo un importante papel en el triunfo de una serie de gobernadores priístas  que no podían voltear al centro en busca de ayuda, pues el presidente de la República no era de su partido. De acuerdo con Tello, la lista de gobernadores que recibieron el apoyo de Peña Nieto para ganar elecciones es larga. Incluiría al menos a los de nueve entidades: Yucatán, Querétaro, Nuevo León, Veracruz, Hidalgo, Chihuahua, Zacatecas, Quintana Roo, y a su sucesor en el Estado de México.

Hubo otro factor que estableció compromisos y lealtades de los gobernadores hacia Peña y su proyecto: el debate sobre el presupuesto federal. En 2009, el PRI obtuvo una amplia victoria en las elecciones a la Cámara de Diputados. El hombre de confianza (y luego coordinador de campaña) de Peña, Luis Videgaray fue electo diputado y fungió como presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública: desde ahí, gracias a su papel central en la reasignación de recursos federales a los diferentes estados, Videgaray engrandeció aún más el ascendente de Peña Nieto sobre los gobernadores del PRI, convirtiendo al ex gobernador mexiquense y ex candidato del PRI en algo así como su líder natural. Un liderazgo que creció también de la periferia al centro, y que podría tener como resultado la pérdida de algo de la fuerza que los gobernadores han tenido con los gobiernos del PAN. Como señala Joy Langston, volviendo el PRI a Los Pinos los gobernadores van a tener que ajustarse a un nuevo ambiente: el nuevo presidente podría inmiscuirse más en los asuntos políticos de los estados priístas, y los gobernadores tendrían que negociar sus presupuestos anuales con el jefe informal de su partido.

Aquí yace la cuestión sobre el futuro: ¿es posible volver al estado anterior de cosas en las relaciones entre centro y periferia? ¿Es deseable? ¿Qué proyecto tiene Peña Nieto con respecto a dichas relaciones: un federalismo auténtico, un federalismo simulado que esconda un afán centralista y restaurador, o una continuación del feuderalismo y la balcanización del poder? No es trivial.

Twitter: @MaxEstrella84

* Politólogo y latinoamericanista por la Universidad Complutense de Madrid


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