Primero me topé con el problema del peso faltante (o el dólar faltante). Se trata de un acertijo con algunas variantes, la cuestión es que siempre falta un peso. Tres viajeros llegan a un hotel en busca de una habitación, la chica de la recepción señala que la tarifa es de 75 pesos, así que cada uno de ellos entrega a la chica 25 pesos. Unos minutos después ella se da cuenta de que ha cometido un error, pues la tarifa por la habitación es en realidad de 70 pesos; así que sube a la habitación con los cinco sobrantes para devolverlos. En el camino decide que merece una propina, así que sólo regresa un peso a cada uno de los viajeros y ella se queda con los dos restantes. Cada viajero entonces pagó en realidad 24 pesos (25 menos el que le fue regresado) y la chica se quedó con dos de propina, es decir, en total son 74 pesos (24 de cada viajero por 3, es igual a 72, más los dos de la recepcionista, dan 74). Existe otra versión con una playera de 97 pesos, un hijo y sus padres prestamistas.
Después encontré un pequeñísimo artículo en que Kevin Drum, de Mother Jones, discrepaba de la postura de Bill Gates acerca del papel que juega el internet en el incremento o decremento de la inteligencia entre los usuarios. Gates asegura que hay pruebas de que el coeficiente intelectual promedio ha aumentado y que los programas de televisión son ahora más complejos que hace unos años, aunque comenta que le molesta la desinformación acerca de las vacunas, que ha confundido a un “reducido número de personas” en los EE.UU. Drum asegura que el crecimiento del coeficiente no se relaciona con el internet y que es una tendencia anterior, y señala además que la comparación entre programas propuesta por Gates es algo injusta. Aunque coincide en algo, también cree que el internet permite a los anti-vacunas tener suficiente poder para difundir sus insensateces.
Por último vi las más recientes declaraciones de los no creyentes en el cambio climático; entre ellos el famoso -a falta de mejor palabra para describirlo- rico Donald Trump y el senador republicano James Inhofe, quienes niegan el hecho. Trump usa como prueba que hay un invierno con temperaturas bajas récord y James Inhofe, bueno, senador al fin y al cabo, usa el Génesis como estandarte. A ellos también se suman otros, a quienes podríamos llamar escépticos ya que, sin llegar a negar la posibilidad de que el cambio sea cierto, tienen algunas dudas acerca de la gravedad de la situación; entre ellos están el danés Bjorn Lomborg y el noruego Ivar Giaever, ganador del Premio Nobel de Física. Insisto, los primeros son meros tontos, argumentando de manera tonta. Los segundos son inteligentes al grado de permitirse el beneficio de la duda y pedir mesura para no caer, de sumar tanta creencia a la evidencia, en otro fanatismo -no puedo decir que coincida con ellos, pero es claro que sus ideas son más interesantes que las del muermo señor Trump-.
Mucha gente ha publicado, discutido, sufrido y disfrutado con el acertijo. Lo cierto es que la trampa está bien puesta y el problema está diseñado de manera elegante. Es tan simple y es tan evidentemente incorrecto que nadie puede resistir intentar resolverlo. Todo parece en orden hasta que vemos el resultado, falta un peso, y nuestras más elementales matemáticas son puestas en crisis. Lo poco cierto que nos había dejado la primaria de pronto nos traiciona. Y entonces sospechamos que debe de haber trampa, algo debe de estar mal, no son las matemáticas, ha de ser el planteamiento, algo en la historia, seguramente hay alguna falla bien escondida, acechándonos. Sería deseable que muchos más juegos como éste fueran presentados de manera constante a los niños en la primaria y a los jóvenes en la secundaria y la preparatoria. Son muy atractivos y desafiantes, fomentan la concentración y, sobre todo, nos demuestran que detrás de argumentos muy coquetos puede haber trampas escondidas. Ojalá que algún día nuestras posturas aparezcan una al lado de la otra, como las de Drum y Gates, sin ofensa, claras y dispuestas al intercambio; o cuando menos como las de Giaever y Lomborg, mesuradas, puntualizadas; y no como lo hacen actualmente, fachosas, desparpajadas, plagadas de desatino, como las del egregio senador estadounidense.