La formación y el desarrollo de la conciencia política es un proceso que lleva su tiempo; cada día de observación y experiencia en la vida de la sociedad, lleva al ciudadano a conocer y entender cómo sucede la vida política, económica y social, quiénes son los actores que influyen decisivamente en los acontecimientos, cuáles son los resultados que se van generando, a quiénes benefician o perjudican, etcétera.
De esta forma, como un proceso en espiral, es necesario volver y volver a estudiar las campañas electorales. En cada una, a lo largo de nuestros años, nos damos cuenta de si nuestra comprensión de ellas está en la misma posición que en la campaña pasada, o -con la ayuda de las experiencias-, tenemos ya un mejor conocimiento. La comprensión política de los ciudadanos es, entonces, una resultante que, como tal, es ‘el resultado’ de infinidad de elementos que inciden activamente en la conciencia -no como en una situación de laboratorio, sino más bien de jungla política-.
De ahí que el medio ambiente electoral es el insumo de la formación de conciencia política de los ciudadanos; es donde se construyen las imágenes de los partidos políticos, de sus militantes y de sus candidatos. El efecto es la configuración de imágenes positivas y negativas de los partidos, imágenes en las que ya intervienen los ciudadanos, como respuesta a la infinidad de elementos que se mueven en el medio ambiente político.
De entre los elementos presentes en el medio ambiente, señalo dos que considero claves: uno es la conducta misma de los dirigentes y militantes de los partidos políticos; y la segunda -como ingrediente obligado-, la participación de los medios de comunicación. La confluencia de los dos elementos nos muestra ya, en este inicio de año 2015, un producto interesante: en el primer nivel de explicación de imágenes, encontramos de manera significativa, dos partidos con imagen negativa, el PAN y el PRD, y uno con imagen positiva, el PRI.
En ese medio ambiente -que, por supuesto, es manejado o manipulado-, conocemos de los dos partidos y con abundante información, los conflictos entre militantes, los hechos de corrupción de sus gobiernos, las respuestas desatinadas e inútiles, y después de todo la contribución a una retroalimentación de sus malas imágenes. Los ejemplos de la insuficiente satisfacción en la resolución de los asuntos pueden ser los casos panistas de los gobiernos de Sonora -con las tribus yaquis-, y de Puebla -con la muerte del niño de Chalchihuapan-, en Aguascalientes la actuación de la bancada panista en el Congreso del Estado, etcétera; los casos perredistas pueden ser los de Guerrero y Michoacán, el del aspirante a la gubernatura en San Luis Potosí, el jefe delegacional de Iztapalapa en la Ciudad de México, etcétera.
¿Por qué el PRI tendría buena imagen? La respuesta, de manera sencilla, puede ir en estas dos líneas: la disciplina alienante de sus gobernantes y militantes en torno a ‘la unidad’; y la gran habilidad para la manipulación engañosa de su discurso político y de la información (En Aguascalientes, el presidente del Órgano Auxiliar de la Comisión Nacional de Procesos Internos del PRI [quien es Secretario de Turismo] recibe el 7 de enero el registro de seis precandidatos a diputado por el Distrito III, el 13 designan al candidato, ya que ‘declinaron’ cinco, todo ello después de un publicitado curso de precandidatos, y en el lapso de una semana en el marco de la disciplina partidista [y de la democracia]).
La pasada temporada navideña y de fin de año fue una útil ocasión para que los gobiernos priistas y su partido pudieran tener un respiro para la reorganización de estrategias; los casos ejemplo pueden ser, entre otros muchos, Ayotzinapa, Guerrero y Michoacán. Para el Gobierno de la República la atención que ha dado al caso de la desaparición de los estudiantes normalistas y a sus familiares -en boca del vocero presidencial- ha sido ‘impecable y a tiempo’. Por lo que respecta a Michoacán, el Comisionado para la seguridad y el desarrollo presentó en el Congreso de la Unión resultados excepcionales de su gestión (además de tomar en cuenta también el discurso del presidente de la República por lo que respecta a los combates a la corrupción y a la violencia, así como al ‘exitoso’ desempeño de la economía, ‘gracias a la Reforma Hacendaria’).
Por el contrario de la disciplina alienante de los priistas, los panistas y perredistas defienden -fuera de una justificación institucional y de un afán efectivo de resolver los problemas- sus libertades de expresión y de acción. Sin importar el daño que causan a la imagen de su partido -o que es aprovechado por muchos medios de comunicación-, son capaces de ir contra lo que sea, incluidos sus dirigentes, con tal de ‘decir sus verdades’.
En el segundo nivel de explicación de imágenes de partidos políticos, encontramos a los menores o nuevos partidos, que se observan como los beneficiarios de las imágenes negativas de los otros partidos; dos de ellos destacan por su estrategia de renovación, Morena y Encuentro Humanista. Son los partidos que todavía no han tenido gobiernos, por lo que su discurso se manifiesta como los posibles salvadores, ya que dicen no padecer las perversiones de los existentes (no obstante, en el caso de Morena, del señalamiento en Guerrero, al que parecía ser su candidato a gobernador, Lázaro Mazón, por su probable liga con el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca).
El balance, por lo tanto, es de carácter desigual: se habla mucho de los errores y corrupciones del PAN y del PRD; aunque comparados a los del PRI, así como a su magnitud -y a pesar de su actualización, sin indicios de corrección, en el gobierno del presidente Peña- tienen una exposición mayor. Será necesario observar la evolución del proceso electoral y de la reacción de los ciudadanos para estimar los probables resultados de la elección.
Mis condolencias para aquellos que tienen que pasar por sus cursos. Son una piedra atada al cuello. ..