730 Días / La fórmula del café con leche - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Por Jesús Enrique Ramírez
No es casualidad que hoy en día, el titular del Poder Ejecutivo atraviese por una de sus peores crisis de popularidad al superar la línea de los inconformes sobre los que apoyan al presidente de México.

Las principales casas encuestadoras del país*, de forma promediada, hablan que sólo 42 mexicanos de cada 100 aprueban el trabajo hecho en estos dos años de gobierno de Enrique Peña Nieto, mientras que el 56 de 100 otorga una calificación desaprobatoria.

Los especialistas en el marketing político señalan que cuando la desaprobación supera a la aprobación de un mandatario: “cualquier cosa puede suceder, incluso, incendiarse el país”, y no falta razón, pues los acontecimientos de los últimos 70 días a raíz de la desaparición forzada de 43 normalistas en Azyotzinapa y un poco antes, la matanza de Tlatlaya por elementos del Ejército mexicano, ha encrespado los ánimos de los mexicanos por el alto grado de corrupción de algunas estructuras del Estado mexicano.

Y por si esto fuera poco, la publicación de la situación irregular de propiedades que usa la familia presidencial, tendió un manto de incertidumbre sobre la probidad del presidente de México.

Sin embargo, la impopularidad del presidente no data de hace unos días; en realidad, el descrédito de Peña Nieto viene desde el mes de mayo del año pasado, cuando, de acuerdo a las encuestas de Consulta Mitofsky, los ciudadanos dividieron opiniones: técnicamente la mitad de los encuestado estaba a favor y la otra mitad en contra de lo realizado hasta ese momento por el Ejecutivo Federal.

A partir de entonces, la línea de aprobación vino cayendo y la de desaprobación elevándose hasta los niveles antes descritos.

¿Pero a qué se debe esta percepción de los mexicanos respecto del presidente de México?

¿Se debe al trabajo de oposición de partidos políticos? ¿A una inadecuada y fallida estrategia de imagen? ¿A los errores cometidos por el presidente y sus colaboradores? ¿Al impulso de reformas estructurales impopulares como la educativa, laboral  o la energética?

Es claro que la pésima imagen del presidente es el resultado de las anteriores variables y de un centenar más que, mezcladas todas ellas han dado por resultado el rechazo a la figura presidencial, a su familia y a las propuestas que, aunque acertadas algunas de ellas, hoy ya nadie compra sus fórmulas de éxito.


Veamos la realidad del país por partes:

Desde la aprobación y entrada en vigor de la famosa reforma laboral (iniciada desde el sexenio de Calderón y concretada por Enrique Peña Nieto) los trabajadores y sus familias se vieron seriamente afectados al volver más vulnerable la condición laboral de los obreros, pues las promesas de aumentar la calidad de las fuentes de trabajo, la productividad y la seguridad social, lejos de todo ello, hoy los trabajadores están mucho más expuesto a cualquier cantidad de abusos, incluido el abuso oficial al pretender robarles sus ahorros de vivienda para financiar  el seguro de desempleo y la pensión universal.

En términos macroeconómicos, el saldo de estos dos años no son lo favorable que todos hubiéramos deseado. Peña Nieto no cumplió con el mínimo de su propuesta de crecimiento económico. En 2013, la Secretaría de Hacienda proyectó un crecimiento de 3.5% que quedó en un insuficiente 1.4%. Para este año, se nos vendió que creceríamos a una tasa de 3.9% que, según los especialistas el crecimiento nacional no superará el 1.7 por ciento de nuestro PIB.  ¿Por qué este incumplimiento es vital para entender el desacuerdo nacional con Peña Nieto? Pues porque en términos de empleo sólo se han podido crear un millón 300 mil nuevos empleos cuando nuestras necesidades en este renglón son de cuando menos un millón doscientas nuevas fuentes de trabajo cada 12 meses.

La reforma fiscal emprendida desde el 2013, en términos reales resultó ser recesiva, pues inhibió la inversión nacional, sobre todo la de los pequeños y medianos empresarios, que es en donde se encuentra el 80 por ciento del empleo nacional. La llamada pomposamente “reforma Videgaray” tuvo un efecto nocivo, pues grabó actividades altamente productivas y desincentivó a los más grandes consorcios nacionales y extranjeros para generar nuevas fuentes de empleo.

Desalentó la zona fronteriza con Estados Unidos al homologar el IVA al resto del país, dejando en desventaja las actividades productivas de aquella franja nacional, frente a una de las economías más poderosas del mundo.

Otros factores como la corrupción, que de acuerdo a la interpretación del presidente es un “fenómeno cultural”, Enrique Peña Nieto frivolizó a grado superlativo uno de los peores cánceres que corroen la vida nacional y que, los mexicanos, ya no estamos dispuestos a tolerar, a decir de las manifestaciones constantes que se registran en prácticamente todo el país y en naciones de los cinco continentes.

Todos estos ingredientes han formado un peligroso coctel tan explosivo que erróneamente los partidos, en mala hora (por cierto con un extraordinario cálculo político para preservar su estatus quo) decidieron aprobar una nueva ley que pretende inhibir las protestas callejeras.

Esto es parte del saldo de los primeros 730 días de un gobierno que mantiene a los mexicanos en las calles, gritando y protestando ante lo que parece ser el inicio de un gran movimiento que para muchos es ya la Primavera Mexicana.

 

*/ Consulta Mitofsky; Parámetro Investigación, Diario Reforma.


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