La verdad existe. Sólo se inventa la mentira
George Braque
En una reunión, un joven contaba sus experiencias en el bachillerato, reconociendo que nunca fue bueno en los estudios, Esto, como es lógico, molestaba bastante a sus padres, así que le dieron un ultimátum y para presionarlo le condicionaron las vacaciones a aprobar completamente el año escolar.
El maestro de la asignatura que siempre reprobaba tenía fama de ser fácil para el soborno. Sus compañeros le dijeron que, con regalarle una simple botella de tequila, lo tendría de su lado. La técnica de cómo abordarlo ya estaba sistematizada y pasaba de generación en generación para todo aquel que quisiera aprobar sin estudiar. Este joven reconocía que nunca lo había hecho, pero siguió los consejos de sus compañeros y la técnica funcionó, así que ya no tuvo que preocuparse más por esa asignatura.
Los que escuchaban, se reían con los comentarios adicionales, pero a mí me estaba dando vergüenza ajena, además de ocasionarme una gran molestia. Ya había escuchado anécdotas de este tipo, pero estaban lejanas en el tiempo y los protagonistas eran desconocidos, por ello siempre lo tomé con cierto escepticismo y como si de una leyenda urbana se tratara; sin embargo, al enterarme de una forma tan cercana y con tantos detalles, caí en la cuenta de que era algo real, que se estaba dando en los centros escolares y que tal vez era más común de lo que yo imaginaba.
Es lamentable que un maestro se deje sobornar por sus alumnos; lamentable es también que los alumnos cometan esos actos con tanta naturalidad, seguramente divirtiéndose en el proceso y siendo cómplices de un acto reprobable, que perpetúan al no denunciarlo; lamentable que estos hechos escapen a las autoridades del centro, que parecen no tener el cuidado necesario en la selección de los docentes, además de fallar vergonzosamente en la formación de valores y lamentable por la parte de responsabilidad que le toca a los padres. No son anécdotas simpáticas, son engaños.
Fraudes son también una serie de actividades que se realizan con la mayor naturalidad y como si no pasara nada. Se copia la música, las películas, los libros y otras muchas cosas. Este fenómeno está incidiendo tristemente en el ámbito escolar, aunque con mayor frecuencia en el universitario. Se copian exámenes, se compran tareas y trabajos resueltos, se omiten las fuentes bibliográficas y no se da el crédito al autor. La mayor parte de estas situaciones no se sancionan y acaban convirtiéndose en parte de un estilo de vida, que empezamos a ver como algo normal sin que se cuestione si éticamente es correcto o no.
Los medios de comunicación no ayudan demasiado y colaboran en la difusión de conductas fraudulentas presentándolas con humor y quitándole toda connotación negativa, de manera que la gente acaba por verlas como algo normal y hasta simpático. Los publicistas parecen haberse especializado en comerciales donde mentir es el tema central del anuncio.
Sin ir más lejos, la TV pasa un anuncio publicitario donde una mujer joven, con un cuerpo perfecto y sin el más mínimo asomo de grasa, sonríe mientras nos cuenta que ella adelgaza haciendo trampa. En otra escena, aparece con sus amigas mientras acuerdan una apuesta para ver quién adelgaza más y de nuevo nos hace un guiño diciendo que ella ganará haciendo trampa. La trampa en cuestión es una pastilla “milagrosa” que acelerará su metabolismo.
La palabra “trampa” se repite en el anuncio varias veces y éste se repite un sinfín de ocasiones a lo largo del día y en horario familiar, sin que ninguna autoridad, ni sanitaria ni de otro tipo, pongan un alto al mismo. Aunque si analizamos a conciencia, estos comerciales tan burdos que se promocionan haciendo apología de las trampas y la mentira, tal vez no sean tan graves como otros que presentan sus productos exagerando las cualidades del mismo, diciendo verdades a medias y confundiendo a los consumidores para aumentar las ventas.
Esa misma palabra, con todas sus variantes, va de la mano de la clase política, que también parece haber perdido el rumbo y ha hecho de la mentira, la trampa y el fraude un estilo de vida. Como decía el dramaturgo, Víctor Ruiz Iriarte: “El delito de los que nos engañan no está en el engaño, sino en que ya no nos dejan soñar que ya no nos engañarán más”.
La mentira parece ser la conducta más extendida en estos últimos tiempos. Se miente por conveniencia, vergüenza, defensa o para hacerle daño a otra persona. Los niños inventan excusas para justificar sus actos, evitando así el posible castigo. Posteriormente van repitiendo conductas similares a lo largo de su desarrollo, con los amigos, en la escuela, con su pareja o con el jefe, haciendo de la mentira su fiel compañera y defensora.
Es posible que la mentira, forme parte de la naturaleza humana y que se haya mentido siempre; sin embargo, nunca como ahora, la mentira ha tenido ese rasgo de superficialidad que diluye la gravedad que conlleva y que la está convirtiendo en una conducta simpática, aceptable e imprescindible si quieres lograr algo y por si fuera poco, se difunde descaradamente, a la vista de todos y con total impunidad. Hay un proverbio judío que dice: “Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”.
@petrallamas