Ciclovías / Juego de abalorios - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Hay enemistades cultivadas que han crecido con cuidado y esmero. Son producto de verdadera oposición, fruto de ideas incompatibles; se han gestado con esfuerzo. Los contrincantes han invertido energía y tiempo en mantenerlas, y están al pendiente de custodiar la animadversión; hacen algo y cuidan que el otro se entere para robustecer el odio. Son enemistades claras y limpias en ese sentido. Hay otras turbias, densas y pesadas; espurias, vicarias, que podían haberse evitado. En éstas, los enemigos son víctimas de un tercero -irresponsable- que ha provocado el choque y se ha lavado las manos.

Los desencuentros entre ciclistas y automovilistas podrían evitarse; es difícil imaginar que entre ambos mundos existan más diferencias que similitudes. Unos y otros quieren llegar, unos y otros utilizan las calles para lograrlo. Si bien la historia de nuestro diseño urbano no brilla por su vocación integradora -las banquetas apenas son márgenes de las calles, la mayoría no tienen el ancho necesario para dar paso a una silla de ruedas; agilizamos las avenidas sacrificando el paso de los peatones; etc.-, se han hecho algunos intentos por dotar a peatones, automovilistas y ciclistas de vías adecuadas. Algunas calles se han cerrado a los vehículos y se han convertido en andadores, se han hecho pasos a desnivel y pasos a desnivel y pasos a desnivel, y se han construido ciclovías.

Las ciclovías no sólo hacen más seguro y ágil el tránsito de quienes viajan en bicicleta, además desahogan las calles evitando a los conductores posibles sorpresas y constantes corajes. Si no nos estorbamos, será más difícil odiarnos. Que el taxista me aventó el carro. Que el de la bici venía en contra. Que no cabíamos en el carril y por eso me subí a la banqueta. Que se subió a la banqueta y eso no se vale. Que no puso sus direccionales y dio vuelta sin fijarse. Que no trae luces y casi lo atropello porque no se ve. Todo ello podría desaparecer si la ciudad contara con una red seria de ciclovías, y de preferencia también una de auto-camiono-motovías y otra de peatonovías -perdonen los sofisticados tecnicismos-.

A qué lo de la seriedad. A qué lo de la enemistad. Si bien la construcción de ciclovías “podría” contribuir a que gente de bicicleta y gente de auto se enfrentaran con menor frecuencia; en tiempos recientes ha ocurrido justo lo contrario. Dos casos en específico son ejemplares -y soprendentes-. La avenida Gómez Morín cuenta con una pariente paralela para quienes viajen en bicicleta, va desde la Alameda hasta el inicio de avenida Solidaridad; una continuación lógica era seguir por Constitución, y como a veces las administraciones municipales obedecen a la lógica, así se hizo. Sin embargo, hasta ahí llegó el acatamiento; también era lógico continuar cerca de la vía, o por el camellón, o al lado de la banqueta del costado oriente; pero quienes diseñaron el camino, prefirieron la torpeza al trabajo bien hecho. Arrebataron un carril del sentido Sur-Norte a la avenida, y como Dios les dio a entender -y como que Dios tenía flojerita ese día- trazaron la ciclovía, le pusieron unos foquitos muy cucos y le dieron en la torre a la circulación de los automóviles.

Algo similar ocurrió en avenida Alameda. De buenas a primeras le tumbaron un carril a los vehículos automotores, entorpecieron las paradas de camiones y dificultaron el trabajo de los taxistas. En una de las vías con más espacio para hacer lugar a peatones, ciclistas y autos, se eligió sacrificar a los autos por satisfacernos a los ciclistas. La consecuencia: los de las bicis y los de los carros nos queremos cada vez menos; nosotros les robamos su carril y con ello hicimos peor el tránsito; ellos son incapaces de respetar nuestro paso y se estacionan sin empacho donde no deben. Así, una buena idea que podría haber beneficiado a unos y otros, terminó contribuyendo a que ni ellos ni nosotros nos beneficiáramos y más incrementáramos la frecuencia con que nos pincheamos mutuamente.

Peor. De verdad se hizo tan mal la cosa que la administración actual tuvo que “parchar” una de las pifias -y terminará parchando la segunda también-. Se removió el absurdo carril para bicicletas en Constitución y se “movió” al camellón, y si bien ahí caracolea un poco y está dispareja como buñuelo, resulta con mucho una mejor opción. Lo triste es que el gasto que se tiene que hacer para rehacer una ciclovía ralentiza la construcción de otras. La dinámica de hacer mal, para que los que vienen reparen también ha impedido que exista un necesario, casi urgente, carril entre la zona del Tec de Monterrey y el Segundo Anillo, la continuación por avenida Universidad de la ciclovía que lleva de Jesús María a Aguascalientes o la prolongación del camino de avenida Constitución de manera que en lugar de llevar de ningún lugar a ningún lugar, por fin lleve a algún lado -y además ha abonado a la enemistad entre ciclistas y automovilistas-.

Sería óptimo que quienes nos gobiernan contribuyeran a relajar las tensiones entre los ciudadanos. Sería óptimo que hicieran mucho y todo bien, para todos. Si ello no es posible, me conformaría con que  no provocaran las tensiones, y que lo poco que hagan, no lo hagan tan mal.

 

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