Yo soy un niño Carlos Salinas. Si bien nací a finales de los ochenta, mis primeros recuerdos son acerca de esta falsa y piterísima prosperidad donde “ya nos creíamos gringos” (como en Las Batallas en el Desierto, aunque habla de unas décadas antes), había parabólicas, las doñas iban al Price y se construían casas con arquitectura asquerosa. Posteriormente, el desplome. Lo que seguía igual que en los sesenta era la televisión mexicana, con un señor con cara de ratón presentando grupos armados en la oficina (y los miembros) de Luis Llano, coreografiados y sin mayor propuesta. Bueno, pareciera que vamos en retroceso, ya que en 2014 un montón de oligofrénicos sintonizan el 2 para ver covers que cantan en La Voz México.
La sensación de un México así, cercano pero lejano, es la que deja Gloria, la película que habla de la vida de la cantante y compositora Gloria Trevi. Para aquellos en mi rango de edad, es fácil olvidarla e incluso considerarla como historia antigua. Más bien crecí con el escándalo mediático [impulsadísimo por Paty Chapoy] alrededor del harem del pervertido Sergio Andrade y la complicidad de la Trevi, así como las deplorables escenas de su captura en Brasil. Nunca me tocó que la regia fuera esta entretenedora groundbreaking que incomodó al poder. ¿Lo fue?
En un vicio de la mayoría de las películas “serias” realizadas acerca de México, Gloria cae en querer enlazar una historia que de por sí es interesantísima con aspectos empresariales y políticos, con menciones gratuitas, fantasiosas o fuera de tiempo de El Tigre Azcárraga, el régimen priista, Ricardo Salinas Pliego, Raúl Velasco y Patricia Chapoy. Sirven, y bien, para la trama, pero no dejan de ser fanfic. Al menos no hay alguna escena con el temblor, el error de diciembre, el triunfo de Fox o el magnicidio de Colosio.
Con Gloria, alguien menor de 30 años se puede dar una idea de dos cosas 1) que la mujer definitivamente era un fenómeno 2) ya no hay cantantes así. Todas son genéricas, la misma voz, dos o tres paradigmas estéticos, composiciones endebles. Una secuencia desde el estudio hasta un palenque lleno coreando “Pelo Suelto” es lo mejor de una película que es visualmente impecable. ¿Hace justicia al legado de Gloria como la mexicana que dominó la primera mitad de los noventa? Por supuesto.
¿Es publicidad para reconstruir la imagen de Trevi? Nada más falso. El lado oscuro es parte importantísima de la trama, incluida la manipulación de Andrade a las menores, la abnegación de María Raquenel Portillo, cómo ésta es desplazada por Trevi, el coraje de Aline, la campaña de Chapoy por el rating, la piterez de Siempre en Domingo, los embarazos en las niñas y la miserable vida en Brasil huyendo de la justicia.
En un enero sin estrenos, donde las distribuidoras se rehusan a traernos las películas que se perfilan para los Premios de la Academia (The Imitation Game, Foxcatcher, Boyhood, Selma), Gloria es una joya para ver.