Pueblo aguantador / Ciudadanía Económica - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Tuve oportunidad de ver en estos últimos días, en mi colección de monedas, la de un peso de plata acuñada en 1948, en la que imaginé reflejados sesenta y seis años de historia económica. La plata contenida en esa moneda de un peso, en el año de su acuñación, valía 81 centavos, según cálculo sobre la base de 14 gramos de “plata 90 quilates para moneda”, conforme a la información de acuñación. Esa moneda contenía en sí misma, un producto con valor prácticamente equivalente al que representaba. Hoy, la cantidad de plata contenida en aquella moneda, cuesta poco más de cincuenta pesos de los actuales, cantidad que ahora se imprime en un papel plastificado. Pero lo más chocante es recordar que esa cantidad impresa pretende representar en realidad, cincuenta mil de aquellos pesos de 1948, de plata; de ese metal del que México era principal productor mundial.

A la generación actual, acostumbrada al nefasto “desliz” mensual del precio, le cuesta trabajo pensar que la gasolina costaba 40 centavos de aquellos pesos, y así se mantuvo hasta el año 1954, cuando el peso se devaluó y ésta subió a 55 centavos por litro. Se sostuvo a ese nivel durante 18 años, cuando en 1976, el precio por litro brincó hasta tres pesos. A partir de entonces el precio de la gasolina se ha incrementado constantemente.

Además del negativo impacto el poder adquisitivo de la población, el aumento constante del precio de la gasolina ha encarecido este importante insumo de todo el aparato productivo, manteniéndolo por encima de su precio en los Estados Unidos desde 2007, mermando así nuestra competitividad en los mercados de exportación.

Con el paso de los años y con tantos acontecimientos hemos perdido noción de lo que costaban las cosas antes del “progreso” registrado en las últimas seis décadas. De hecho, es precisamente el flujo de datos que vienen con la implementación del modelo neoliberal -gran cantidad de reportes en términos de índices y valores monetarios-, lo que a menudo oculta lo que sucede en la realidad cotidiana de las personas, los recursos y la vida planetaria en general.

Una de las más significativas pretensiones del modelo neoliberal se llama la “seguridad alimentaria”. Bajo este término se adoptó en México la política de sustitución de cultivos tradicionales por producción masiva de granos, leguminosas y hortalizas genéticamente modificadas para satisfacer los requerimientos de las empresas multinacionales de comercialización y producción de alimentos. El agricultor poco a poco se convierte en un agente económico prescindible conforme avanza la mecanización y tecnificación del campo. Si bien el principio sobre el que se implementa este sistema es que con ello el campo asegura el influjo de divisas que servirán para comprar los alimentos que requiere el país en los mercados internacionales, la consecuencia real es que la población rural tiende a empobrecerse.

Al caer el precio del maíz criollo como efecto de la mayor demanda internacional por maíz amarillo -genéticamente modificado- que se comercia en los mercados internacionales, no sólo se ha empobrecido campo. La conversión de nuestro país de exportador a importador de maíz, ha fomentado el crecimiento del comercio ilícito de drogas. Académicos de la Universidad de Nueva York determinaron que las fluctuaciones de precios que sufre el sector agrícola por diversos factores (por los consorcios dominantes del comercio internacional) inducen “el crecimiento del comercio ilícito de drogas, que a su vez, coadyuva a la violencia y al crimen organizado”. En su reporte “From Maize to Haze: Agricultural Shocks and the Growth of the Mexican Drug Sector” (“Del maíz a la neblina: choques agrícolas y crecimiento del sector mexicano de las drogas” (http://www.isn.ethz.ch/Digital-Library/Publications/Detail/?lng=en&id=177334), señalan que cuando el sector agrícola cae y las fluctuaciones económicas en producción de maíz cambian de forma desfavorable para los productores, recolectores y campesinos, los trabajadores del campo mexicano optan por cultivar ilícitamente mariguana y amapola.

Nuestro país ha visto crecer el crimen organizado de manera alarmante en las últimas tres décadas. Paralelamente, se ha convertido en abastecedor de drogas de nuestro vecino del norte, el principal consumidor del mundo. Hoy, por este hecho, el clima de inseguridad ciudadana y violencia física y estructural sacuden los cimientos de la vida y la estabilidad civil.

Además de todo lo anterior, las percepciones por el trabajo de las personas -sueldos, salarios, honorarios-, se han deteriorado como nunca antes en los últimos 33 años. El problema que se suscitó a raíz de la política llamada “plan de choque”, como mecanismo estabilizador de la inflación, un problema de orden monetario que nada tiene que ver con la productividad del trabajo. Impuesta como resultado de las directrices dictadas desde el extranjero, el Consenso de Washington, esta política obligó a los salarios a quedar estancados por un largo período, privilegiando los ingresos gubernamentales con aumento de los precios oficiales (gasolina, luz, predial, agua, servicios, autopistas, etc.) muchas veces por arriba de la misma inflación. De esa manera, el gobierno arguyó conjurar el colapso de sus finanzas públicas, pero no se comprometió, paralelamente, al manejo responsable de los recursos.

Con todo y la legislación respecto a la transparencia y rendición de cuentas, la clase gobernante -la casta gobernante- ha continuado con el derroche en lujos, casas, aviones, concesión de obras a amigos, e incluso pago de penalizaciones por cancelación de contratos a compañías extranjeras. No es de extrañar que ante tal ejemplo, estados y municipios hayan incrementado brutalmente su endeudamiento.


El pueblo mexicano, estoico y aguantador, ha visto afectados sus ingresos, su seguridad y su estabilidad, sin menoscabo del sistema de privilegios que presumen quienes gobiernan.

En estos días, el aguante popular ha llegado a su límite. ¿Será el pueblo airado capaz de pasar de la protesta a las propuestas necesarias para recuperar la nación?

[email protected]                     @jlgutierrez


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