Frase ya proverbial acuñada durante la campaña presidencial de William J. Clinton, 1992, por su estratega de campaña James Carville: “It’s the Economy, stupid!”, que de manera elocuente expresa el brillante destello de un descubrimiento intelectual, equivalente al eureka de los griegos. El idioma Inglés ha acuñado la palabra “insight” para designar este feliz hallazgo del conocimiento, cuya emoción al momento preciso de entender el núcleo esencial de un problema, provoca una exhalación admirativa que comunica -digámoslo en el más castizo español- la intelección más profunda y acabada de la resolución del problema en cuestión. La más cercana aproximación a este concepto es cuando hemos entendido un chiste, cuya gracia y sorpresa nos hacen esbozar una sonrisa inteligente o bien estallar en una carcajada.
Viniendo a cosas mayores, propuse en mi pasada entrega una reflexión acerca del papel histórico que juegan las élites económica y política principalmente en una fase de crisis generalizada de un país, para el caso particular el nuestro, México. El detonante histórico ocurrido en Ayotzinapa, municipio Tixtla de Guerrero, fue el disparador de un clamor nacional que no cesa y cuya onda expansiva cubre el territorio total del país. En realidad, para un científico de la Historia o de las Ciencias Sociales, Economía y Política el corte histórico de donde pudiera partir este momento coyuntural de crisis tendría que retrotraerse a varios lustros o quizá décadas de la realidad nacional.
Algunos pueden pensar que su antecedente inmediato ocurre en las dos pasadas administraciones del Gobierno Federal; pero, si atendemos a las causas profundas de la pérdida del Estado de Derecho, tendríamos que rastrear ese momento mucho más atrás en el deterioro y, yo opinaría, el colapso del sistema de Procuración e Impartición de Justicia, con su más inicuo meta-producto que es la impunidad delictiva, aunado al factor concomitante de la corrupción profundamente institucionalizada. Si a esta grave distorsión de la exigibilidad y aplicación de la Ley, sumamos la incidencia de los ciclos económicos -de la que los economistas liberales y socialdemócratas coinciden en llamar propios del capitalismo monopólico tardío-, se trata entonces de un fenómeno globalizado que podemos rastrear a partir de la década de los años 70.
Para nuestro país, esta cadena de eventos comenzó a tener eclosión con el presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, al depreciarse el peso en 100%, del ya clásico tipo de cambio de $12.50 por dólar y pasó a $24.0 y más pesos, seguido luego del derrumbe financiero con José López Portillo, el hundimiento de la economía con Miguel de la Madrid Hurtado, cuya estanflación -estancamiento con inflación- remontó a los impensables 3 dígitos, situando nuestra moneda en un inaudito $2,289.58/Dólar, y continuó la recesión durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, llegando la paridad a $3,115.0 -quien tuvo que quitar 3 ceros a la base monetaria del Peso y con ello hacer manejables las cuentas nacionales y aun el consumo diario de los mexicanos cuyas camisas valían ya diez mil pesos; al inicio de su sucesor con una cota de $7,640.0 pesos y luego de un episodio heroico que logró el presidente Zedillo al hacer descender la inflación de 2 dígitos (51.97%) a un solo dígito (8.96%) y que el presidente Fox Quesada dejó en 4.05; pero, luego de caer en el “error de diciembre” que le causó fuertes dolores de cabeza al país, para pagar el servicio de la Deuda y la devolución de la Banca al sector privado, extranjero primordialmente, servicio que al día de hoy seguimos pagando cumplidamente los verdaderamente heroicos mexicanos bajos los leoninos términos del FOBAPROA, Fondo Bancario de Protección al Ahorro, y pactos derivados del TLCAN, con todo su levantamiento del inenarrable EZLN y movimientos populares armados clandestinos y no, que acusan imbricaciones de base social con el modo de operar del narco, el que ha persuadido y viene asolando a vastas regiones del país. Y luego la promesa de cambio, no tan sólo de forma y estilo de gobierno sino de estructuración de la sociedad toda, en una fiesta democrática que, al final estalló como un petardo ruidoso en el cielo mexicano; para después precipitarnos en la guerra declarada contra el narco y comenzar a pavimentar el suelo nacional con una estadística errática de muertos e incontables desaparecidos.
Todo, todo ello conforma un pesado, gravoso, ominoso antecedente que no dudo en citar como el verdadero corte histórico donde comienza, aparentemente, la crisis por la que hoy atravesamos.
Estando así las cosas, echamos un vistazo a las Cuentas Nacionales, para observar la Productividad Total de los Factores 1990-2012, periodo durante el cual el Total de la Economía mexicana decreció a un índice nada honroso de -0.31 (como Promedio de la tasa porcentual de crecimiento anual). Medida de nuestro real estancamiento con inflación (estanflación).
Corte histórico que nos ilustra con gran claridad cuál ha sido el comportamiento real de la economía, del cual nos interesa saber qué sectores, o fracciones del Capital, han sido los más productivos y, en su caso, cuál es su poder relativo en comparación con las restantes fracciones del Capital que menos crecieron y/o son francamente deficitarias.
Tomando como base el apartado del INEGI, PIB y Cuentas Nacionales, durante el periodo 1990 – 2012, bajo el modelo KLEMS, considerando las cifras recientes del cambio de año base 2008 del Sistema de Cuentas Nacionales de México, así como los indicadores de la productividad total de los factores 1990-2011, obtenidos en el Proyecto LA KLEMS; cuyo significado conocemos como: LA (Latinoamérica), Capital (K), Trabajo (L), Energía (E), Materiales (M) y Servicios (S). Encontramos lo siguiente (Nota: se sigue la nomenclatura de la tabla): (51) Información en Medios Masivos 3.15%, (52) Servicios financieros y de seguros 0.610%; (53 y 55) Servicios Inmobiliarios y de alquiler de bienes muebles e intangibles y Corporativos 0.53%; (22) Generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, suministro de agua y de gas por ductos al consumidor final 0.26%; (81) Otros servicios excepto actividades gubernamentales 0.05%; (11) Agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza 0.01%; sector primario 0.01%; sector terciario -0.06%; Sector Secundario -0.57%; fracciones (31-33) Industrias Manufactureras -29%. Total de la Economía -0.31%. (23) Construcción -74%; y luego una larga cadena depresiva de factores recesivos que culminan con la fracción (21) Minería -1.97%; y al fondo de la tabla, la fracción (54) Servicios profesionales, científicos y técnicos con -4.69%.
Resulta paradójico que la fracción económica más vulnerada, técnicamente en knock-out, sea la de aquellos que requieren de mayor escolaridad para ejercer su oficio y profesión, siendo además los actores económicos cautivos -por definición- del sistema impositivo mexicano, las mentadas clases medias ilustradas, sean las que sustenten esta pirámide de la estructura económica inaceptable e impresentable a todas luces para la Nación entera.
Paradójicamente, también, resulta que el epicentro desde el cual se ha magnificado la crisis, sea una instancia educativa, la normal de maestros del medio rural, extraído del sector más pobre de los jornaleros, comuneros y ejidatarios venidos a menos. En cambio, resulta groseramente ostensible que sea el sector de los banqueros y poderosos dueños de los medios masivos de comunicación, los que están por encima del nivel de flotación del resto de la economía y prácticamente dirigiendo su ruta, como fracción dominante del Capital. Desde cualquier punto que se desee enfocar la triangulatura de esta aberrante pirámide, sus vasos comunicantes con la élite política, dígase enfáticamente el Presidente de la República, exigen una respuesta histórica al todo de la base social que somos los ciudadanos. El momento de la escena política es crítico, porque la atención y la vehemencia de la impugnación está centrada en la figura presidencial y curiosamente, viene en parte desde miembros notables de las fracciones del capital actualmente dominantes, ya sea en lo nacional o internacional.
En este contexto, no es mi propósito exculpar al titular del Ejecutivo, sino poner un reflector sobre el conjunto, en el todo del llamado “bloque histórico”, como precaución de análisis antes que el encono y la defenestración de una persona o de un poder no errar el tiro de precisión que necesitamos para salir de la crisis. Y, sí, hoy me percato: “¡Es la Economía, estúpido!”