Por Paulo Martínez López en LJA
El deseo de servir es una vocación que se debe de traer en la sangre, parte de la política es, en mucho, servir a los demás desde alguna trinchera con la cual la persona se identifica plenamente. Pero a veces se confunde el servir con el servirse.
A lo largo de mi trayectoria en la política he conocido grandes personajes que realmente poseen ese don, esa virtud de servir a los demás; es donde comienza todo, no hay mejor sentimiento que darle la mano a alguien que lo necesita generando así un bien general.
Los que estamos en este papel podemos ser blanco de acusaciones, señalamientos y escrutinio social; y no es para menos, a final de cuentas los partidos políticos viven del presupuesto de la Nación.
Es por eso que la sociedad espera un comportamiento decente, coherente y en algunos casos hasta ejemplar de los políticos; por lo tanto nuestras vidas se vuelven por elección propia un poco menos normales del común denominador de la sociedad.
Más allá de que se trate de martirizar la situación, necesitamos ser políticos de altura, los mexicanos cada día se sienten menos identificados con esta carrera y ello deriva en la falta de credibilidad hacia las instituciones partidistas.
No vamos a engañarnos ni a engañar a la sociedad, la corrupción es parte de la historia de nuestro país; sólo falta recordar las devaluaciones, los contratos discrecionales, el sindicalismo mal concebido, los abusos de poder y el autoritarismo que es característico de los gobiernos actuales.
El costo de la corrupción en México es alarmante. De acuerdo al Banco Mundial, ésta le cuesta a nuestro país 1.5 billones de pesos del PIB cada año, lo que equivale a 45 veces el presupuesto de la UNAM o cerca de diez veces el costo del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
Nos urge un sistema nacional anticorrupción, ya que sin esto las inversiones nacional y extranjera se verán cada día mermadas y la deuda irá creciendo año con año hasta llegar a otra devaluación, la cual no sabemos si el país podría soportar.
En las últimas semanas hemos propuesto la creación de un Sistema Nacional Anticorrupción, autónomo, ciudadano e integral, con el que buscamos evitar fracasos como los que se han presentado en el pasado en materia de combate a la corrupción.
Como sucede en muchos casos, los más pobres son los más afectados: muestra de ello es que los hogares con ingresos menores a un salario mínimo destinan uno de cada cuatro pesos al pago de sobornos para procesar trámites o acceso a servicios.
En el índice que publica Transparencia Internacional, México ocupa el lugar 106 de 177 naciones, siendo el 177 el nivel más alto en corrupción.
México no podrá avanzar y mucho menos aspirar a ser potencia mundial si siguen los niveles alarmantes de este lastre llamado corrupción, todos tenemos que hacer un esfuerzo a diario para que estas prácticas no se den; desde lo cotidiano hasta a los grandes niveles de gobierno, desde casa hasta en el trabajo; todos tenemos que aportar nuestro granito de arena para lograr un mejor país.