El miedo no anda en burro… ni en desfiles; en la Ciudad de México, la oficina de Miguel Ángel Osorio Chong decidió suspender el desfile cívico para conmemorar el aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, así, sin más, la decisión fue de la Secretaría de Gobernación y, al parecer, no la compartió con nadie, no al menos con el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, quien sobre el asunto dijo que a él lo esculcaran: “Lo suspendieron, yo no”. En esos términos, se entiende que el día de ayer Enrique Peña Nieto hiciera énfasis en “defender” al Ejército y la Marina nacionales, en el mejor estilo paranoico que ha venido desarrollando la administración federal, un discurso antecedido de pareciera, quizá, dicen, se rumora… para rematar con una defensa innecesaria; es decir, hasta el momento no se ha cuestionado a las fuerzas armadas (no al menos como se debiera por su complicidad con los hechos de Ayotzinapa, ya sabe: silencio es complicidad), pero el presidente, señalando hacia algún lugar de lontananza insiste en que alguien, algunos, están atacándolos.
El horno y los bollos. Acá en Aguascalientes, también se consideró que se podría cancelar el desfile, al menos eso dijo el gobernador Carlos Lozano de la Torre, sin embargo, la parada cívica se realizó en total calma y tranquilidad. Mucho se discute sobre cómo la comentocracia afecta el curso de los hechos, sobre todo en la vida real, pues el ámbito de difusión de los que siempre tienen una opinión está, sobre todo, en las redes sociales. Mientras, en el centro de Aguascalientes compartían el templete con el gobernador Blanca Rivera Río y Antonio Martín del Campo, entre otros funcionarios. Los tuits y status anunciaban que sería el comienzo de la revolución, centenas de fotos, de todas partes del país, indicaban que las fuerzas del orden lo impondrían a través de infiltrados, policías y militares vestidos de civiles… Se entregó el Premio Estatal del Deporte, se lució Brenda Santoyo y, por la tarde, comenzó una de las marchas más grandes que se haya visto en Aguascalientes, sin que nada de lo que anunciaba la administración federal se viera, sin ese miedo que tanto se anuncia, sin esos intentos de desestabilización que hoy forman parte de la columna vertebral del discurso de Peña Nieto. Acá, según Carlos Lozano de la Torre, el gobierno estatal respetará las marchas siempre y cuando se desarrollen por el camino de la legalidad. El esfuerzo para que esto ocurra es evidente: los manifestantes han dejado en claro que no admitirán excesos, han convocado a evitar cualquier provocación y a no tocar la propiedad privada, pues conocen bien la antiquísima estrategia de los reventadores.
Yo pisaré las calles nuevamente… Y sí, en Aguascalientes, de nueva cuenta, fueron miles los que tomaron las calles. De forma pacífica, se apropiaron del espacio público, lo hicieron suyo para unirse a la demanda que en todo el país es la misma: justicia. Por supuesto, al finalizar la jornada, con la mirada centrada en la capital de la República, se dieron los desencuentros, las provocaciones, los que se dicen “anarquistas” y consideraron que era más importante “tomar” Palacio Nacional que unirse a la petición (mundial) de la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Pese a haber recibido el Premio al Estadista Mundial a finales de septiembre, a Enrique Peña Nieto no le alcanza para calcular la seriedad del número 43, está pasmado con la idea de tener que justificar que su patrimonio es de 45 millones de pesos, un departamento, cuatro viviendas y cuatro terrenos; detenido en el pasmo del aplauso al voluntarioso regaño con que Angélica Rivera “explicó” el asunto de la casa blanca que ahora va a vender, como para demostrarle a la ciudadanía qué cruel ha sido con la pareja presidencial.
Ahí viene el lobo… No está de más reiterar, los gobiernos de Aguascalientes, con el PRI de Carlos Lozano y el PAN (fracturado y perdido pero con representantes) en las principales plazas de la entidad (Antonio Martín del Campo, Antonio Arámbula y Javier Luévano) constituyen la mejor alianza que el presidente podría buscar, es con esos gobiernos y no con los cómplices de siempre con los que podría trabajar, pero, se emPeña irrespetuoso y extraviado en argumentos paranoicos, minimiza el asunto y clama que las movilizaciones ciudadanas derivadas de una montaña de desapariciones forzadas son un intento por desestabilizar su administración. Lo cierto es que las movilizaciones no desestabilizan nada, todo contrario. Si bien no se había evidenciado con la fuerza suficiente, el país era un caos incluso desde antes de que Peña Nieto formalizara su candidatura presidencial. Pobreza, narcoviolencia, inseguridad y corrupción inaudita brindan prueba de ello. Parece mentira que haya que señalarlo: las marchas de protesta no tratan de desorganizar a la función pública, su cometido no es otro que ponerla en orden de una vez por todas. Ahora sí que no hay Estado indiferente, ahora no hay nadie que no se sienta personalmente ofendido por la desaparición de 43 muchachos de la franja más desvalida del país. Los intentos de polarización no proceden de los ciudadanos, tan es así que ninguno de ellos se asume como parte de un grupo evidentemente confrontado. La polarización, la idea de que hay personas que atentan contra la estabilidad comunitaria, es parte de un discurso que difunde el Estado a través de la prensa incondicional.
El ombligo. También parece mentira que sea necesario recordar que México tiene 31 Estados y un Distrito Federal. Ayer, hubo cerca de 200 manifestaciones de solidaridad con Ayotzinapa. Las principales ciudades de la República se alzaron, incluso se puede considerar que fue una marcha mundial, varias manifestaciones se realizaron en el extranjero, y no, la apuesta del desgaste no está funcionando, con todo y que por la noche, los medios incondicionales, se emPeñaron en subrayar que hubo disturbios en el Zócalo, que “granaderos fueron agredidos” cerca del Aeropuerto del DF, que los violentos quemaron ambulancias y patrullas. Lo que los medios estamos olvidando es que gracias a la tecnología las opciones de reportar un hecho se multiplican y mientras una foto muestra la violencia, otra imagen refleja que miles se manifestaron ordenada y pacíficamente. Y que no, no somos pendejos.
La del estribo: Sí: Justicia.
@PurisimaGrilla