Antes de entrar en materia y comentar el cuarto concierto de la cuarta temporada del año de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, quiero hacer un breve apunte sobre el concierto que ofreció el pasado jueves 6 de noviembre la Camerata Ponce en el Teatro Víctor Sandoval. La Camerata, que se fundó hace 21 años, tiene casi lo mismo que la OSA, ha pasado de ser un ensamble que no hace mucho evitaba yo sus conciertos por provocarme tremendos bostezos por cuya intensidad me lloraban los ojos. Ahora la Camerata Ponce muestra una impresionante solvencia, desde que el maestro Juan Pedro Ramírez Landín tomó la dirección de este ensamble camerístico, las cosas han cambiado radicalmente, desde la elección del repertorio, ahora es mucho más serio y comprometido, ya no optan por el facilismo musical que les caracterizaba en otros tiempos. Vale la pena asistir a sus conciertos, que por cierto, hago votos para que sean más frecuentes. Este jueves 6, entre muchas cosas, quiero destacar el trabajo realizado en el “Capriccio di Bravura in A Major” de Bottesini, con la participación de José de Jesús Romero en el contrabajo solista, ya sabemos que Bottesini es el gran patrono de los bajistas y la ejecución que hizo el maestro Romero Pineda de esta partitura fue muy solvente en el aspecto técnico, lo mismo que profundamente sensible, además claro, de la siempre elevadísima calidad a la que nos ha acostumbrado la soprano Ana Cecilia Ramírez, en este caso con “Lascia Chi’o Pianga” del barroco Georg Friedrich Haendel. Especialmente disfruté mucho “Tänze Aus Siebenbürgen” de Bela Bartók, impresionante la Camerata Ponce, felicidades.
Bien, pasemos entonces a comentar algo acerca del cuarto concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. El programa estaba compuesto por la Suite Karelia, OP. 11 de Jean Sibelius, el Concierto para Violoncello, Op. 104 en Si menor de Antonin Dvorak con el maestro Ildefonso Cedillo como solista. Después del intermedio escuchamos la Sinfonía No.3, Op. 97 en Mi bemol mayor, conocida como “Renana” de Robert Schumann. La dirección estuvo a cargo del maestro Rodrigo Macías González.
Como mucha de la música de Sibelius, el Op. 11 retoma elementos del folklore o tradiciones de Finlandia, algo que también encontramos en otras obras como, por ejemplo, la Suite Lemminkäinen o en algunas de sus sinfonías se permite el elemento descriptivo de algunas características finlandesas.
La segunda obra, el célebre Concierto para Violoncello de Dvorak, una de las obras preferidas de los grandes cellistas, fue ejecutada por el maestro Ildefonso Cedillo, el maestro hizo una ejecución extraordinaria, un deleite escuchar su versión de Dvorak, derramando sensibilidad, pero sin sacrificar el total dominio técnico, hizo cantar impresionantemente a su violoncello y se dio ese triángulo perfecto, en total armonía y equilibrio, entre el solista, la orquesta y el director.
Después del intermedio, y siguiendo con lo programado, escuchamos la Sinfonía No. 3 en Mi bemol Mayor de Robert Schumann, uno de los mejores ejemplo del romanticismo sinfónico, por cierto, el nombre de “Renana”, que obedece a una región de Alemania, y como sucede con frecuencia, no fue idea del compositor. En esta página sinfónica, Schumann recurre a elementos del folklore de su país para hacer una sinfonía muy luminosa quizás no muy acorde a su carácter lúgubre. De esta manera, vemos que en el diseño de este cuarto concierto de temporada, es el nacionalismo el elemento que funge como hilo conductor, por cierto, en su concierto para violoncello, Dvorak recurre más a elementos del folklore checo a diferencia de algunas de sus partituras más reconocidas, como el Cuarteto Americano, o la Sinfonía Novena “Desde el Nuevo Mundo” en donde expresa con claridad toda esa tradición musical que se encontró cuando visitó a la comunidad checa que vivía en la ciudad de Omaha, en el estado de Nebraska, en Estados Unidos.
Pero volviendo a Schumann y su sinfonía “Renana”, esta partitura nos muestra, por lo menos, un par de cosas que no eran las comunes en esa época, hablamos de 1851, una es el hecho de estructurar la Sinfonía en cinco movimientos, cuando lo usual, desde el clasicismo y evidentemente en el romanticismo, eran cuatro movimientos, sin embargo, el tercero y cuarto movimientos son muy breves en duración y su carácter nos hace pensar en un solo movimiento lento. Otra es que los nombres de los movimientos, es decir, el carácter de la música, están en alemán, cuando lo usual es el italiano, iniciativa que también desarrolló Anton Bruckner y un poco más tarde Gustav Mahler.
El maestro Rodrigo Macías hizo un tratamiento excelso de las obras que le fueron encomendadas. ¿Sabes? Viéndolo dirigir me recordaba un poco, toda proporción guardada, a Sir Georg Solti, de modales feos, pero de extraordinarios resultados. Es muy expresivo con su cuerpo, no sólo dirige con la batuta o sus manos, sus expresiones involucran todo su cuerpo, pero los sonidos que logra sacar son impresionantes, la OSA sonó muy bien, el maestro supo exprimir de la Sinfónica todo su potencial, y claro que lo tiene.
La próxima semana regresa el maestro Revueltas al podio de la Orquesta después de su largo y exitoso viaje por tierras lejanas. Va a dirigir un programa compuesto por la Obertura La Novia Vendida de Smetana, otro de los grandes nacionalistas checos. Continuamos con el Concierto para Violín “A la Memoria de un Ángel” de Alban Berg, obra en dos movimientos que será ejecutada por la maestra Marta Magdalena Lelek. El concierto se cierra con la Sinfonía No.2, Op. 43 en Re Mayor de Jean Sibelius. La cita con su majestad la música es el próximo viernes 14 de noviembre a las 21:00 horas en el Teatro Aguascalientes, la casa de la Orquesta Sinfónica. Por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario. Hasta entonces.