La importancia de los “primeros
años de vida” en la agenda pública
Ignacio Ruelas Ávila
El hecho de que la educación inicial no fuera un tema de agenda en las exhaustivas campañas electorales que acabamos de padecer, no nos exime de cuestionar su importancia. La educación inicial es (o al menos debe ser) un tema de interés público. Éste ha sido abordado de manera exponencial por distintas ramas de la ciencia, como la psicología del desarrollo, la neurociencia y hasta la economía. Asimismo, en los últimos años se ha convertido en un tema prioritario para organismos internacionales. El sustento de discusión es que la estimulación cognitiva y no cognitiva que una persona reciba durante sus primeros años son determinantes para sus logros durante toda su vida. Por tal motivo, vale la pena analizar los patrones que sustentan el debate.
En términos generales, la promoción de la educación inicial es vista como un impulso a la participación laboral femenina. Idealmente es una vía apropiada para el cuidado de los niños pequeños y para la promoción de la equidad de género dentro del mercado laboral. Por otro lado, es un medio para reducir las brechas de rendimiento académico asociadas al nivel socioeconómico. Y, desde el aspecto económico, la inversión en educación temprana presenta altas tasas de retorno social a largo plazo.
Tal como lo señalé en el primer párrafo, el proceso acumulativo de aprendizaje y el desarrollo intelectual empiezan en los primeros años, y dependen fuertemente de las interacciones que los niños tienen con un entorno estimulante y rico en contenidos. En este sentido, se puede inferir que aquellos niños que se desenvuelven en ambientes adversos (familias de bajos ingresos y poca educación) presentan de entrada una desventaja en su desarrollo. Es ahí en donde, de acuerdo a la evidencia, la provisión de una educación preescolar de calidad podría compensar este rezago.
En concreto, los promotores de la inversión en educación temprana de calidad, sostienen que la estimulación de las habilidades de razonamiento, el lenguaje, las emociones, los movimientos y las relaciones sociales es la principal arista para potenciar el desarrollo infantil. Entre más tarde se intervenga en estas áreas, mayor es la probabilidad de fracaso académico y de deserción escolar.
En el mismo sentido, a largo plazo, evaluaciones altamente sofisticadas muestran que una educación preescolar de calidad tiene incidencia directa en la reducción de los índices de delincuencia, embarazo adolescente, y dependencia de beneficios gubernamentales. Por otro lado, estas intervenciones tienen un efecto positivo en el aumento de la graduación de alumnos de educación media, así como en el aumento en los niveles de empleo.
Entonces, ¿la educación inicial es la panacea? No. Lograr un programa efectivo en esta área es altamente costoso. De hecho, los programas que sirven de modelo son escasos (en Estados Unidos se implementaron dos de los programas más exitosos: el Perry Preschool Project (1962-1967), y el Abecedarian Project (1972-1977); los cuales, cabe señalar, representaron un costo de entre 12 mil y 16 mil dólares por familia al año). Además, los efectos de este tipo de intervenciones no pueden ser generalizados. Los efectos positivos predominan más en los niños pertenecientes a familias de bajos ingresos; mientras que en los niños pertenecientes a familias de ingresos medios y altos los efectos no son considerables. Esto puede disminuir el atractivo político de la educación inicial, ya que recordemos que actualmente imperan estímulos y políticas educativas orientadas a beneficiar únicamente a la clase media y superior (como la deducción de impuestos por pago de colegiaturas en escuelas privadas).
Asimismo, la educación temprana exige una alta rigurosidad en sus tres fases (diseño, implementación y evaluación). Por tal motivo es un arma de doble filo. Una educación inicial de mala calidad no sólo puede no tener efectos positivos, sino que puede deteriorar el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños.
En fin, en un país con un alto rezago en la calidad educativa, como México, es necesario discutir políticas públicas cuyo fin sea mejorar esta situación. En este sentido, la inversión en una educación temprana de calidad representa una opción a debatir. Insisto, es momento de que la educación pase de ser un tema retórico, a ser un verdadero tema de construcción de futuro.