#TeInvitoALeer / Cinefilia con derecho - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Desde hace mucho que como lector y asiduo visitante, agradezco y reconozco a las autoridades del ICA haber regresado en este sexenio la Feria del Libro de Aguascalientes a su sede original en la Casa de la Cultura Víctor Sandoval. Me queda claro las intenciones de haberla llevado al Descubre: más espacio, más estacionamiento, pero en el fondo nada como caminar en los patios y salones de una casa neoclásica y sentir tan cerca los libros, y es que este espacio vivo irradia un ambiente cultural irresistible que hace todavía más deliciosa la asistencia a la feria.

La FILAGS me marcó hace muchos años, cuando la encontré a una edad ya muy avanzada, casi pegándole a los 16 años, comencé de igual forma a descubrir los libros, eran esas épocas maravillosas en que Gandhi se dedicaba a vender saldos (principalmente españoles), por lo que ir a esa editorial no era exclusivo de hipsters e intelectuales pudientes que gustan comprar peluches de filósofos o tratados de editoriales carísimas, sino tarea de los que buscábamos avituallar nuestra insipiente biblioteca de obras clásicas y baratas, es más, recuerdo que compré a un precio irrisorio en un botadero de esta librería el cd de Jaime López Nordaka.

Siempre que acudo a cualquier feria del libro, en especial las de Aguascalientes y la FIL, no puedo evitar que venga a mi mente una de las películas más brillantes que se han hecho sobre y con base en libros, El nombre de la rosa, del gran intelectual italiano Umberto Eco y que fue filmada en 1988 por Jean-Jacques Annaud con los actores Sean Connery y Christian Slater. Y es que no sólo se trata de la historia detectivesca medieval, ni de la sagacidad del franciscano Guillermo de Baskerville y del amanuense Adso de Melk, fiel discípulo y narrador de la obra, sino que la principal causa de toda la historia es una biblioteca medieval muy borgiana y su amplia colección que incluye toda clase de obras, incluso aquellas que para la época eran profanas, y es que como dice la novela “La biblioteca es testimonio de la verdad y el error”.

Este año confieso que no fui a ningún evento cultural, también declaro que mi capacidad de asombro disminuyó, me sentí un tanto aburrido viendo las mismas editoriales, sentía que veía los mismos libros de siempre: García Márquez, Saramago, Vargas Llosa, etcétera, libros que durante años compré y que atesoré y que ahora mi falta de suspicacia y observación provoca que sólo me concentre en ellos, luego recuerdo que por ser grandes obras tienen que seguir difundiéndose y entonces al regresar a casa los saco del librero, los hojeo, recuerdo todo el placer que me han causado y es que, como dice la novela de Eco: “Un gran libro permanece siempre vivo, crece y envejece con nosotros sin morir nunca”. Pero ante este tedio de los mismos autores, en realidad basta echar una mirada más amplia, no ser ese animal de costumbres que uno suele ser, y entonces aparecen las novedades.

En la bolsa que voy llenando a medida que recorro los estands destacan Qué son los valores de Risiere Frondizi (más porque me lo recomendaron en mis clases del doctorado), las biografías de Jorge Negrete Jorge el Bueno (que me llamó más la atención por ser escrita por Enrique Serna) y de Javier Solís El señor de las sombras, ambas de la burguesa y de derecha editorial Clío. También incluí en mi biblioteca dos autores que no he leído: Elmer Mendoza y su El amante de JanisJoplin. Mendoza se distingue por una prosa bastante dinámica, he comenzado esta novela sobre narcos y me ha capturado rápidamente; veo varios títulos de una autora japonesa llamada Banana Yoshimoto, así que tomo algunos de sus libros, por las propias referencias de la contraportada me decido por Kitchen. A mi hijo Rubén lo llevé en ese afán de que viva con los libros, y aunque prácticamente durmió durante toda la visita, le compré algunos libros del Fondo de Cultura Económica especiales para niños.

Siempre que decido ir a una feria del libro me propongo ya no aumentar los títulos que tengo hasta que no lea la mayoría, y sin embargo luego recuerdo como dicen Eco y Carriere: “Una biblioteca no está formada a la fuerza por libros que hemos leído o que leeremos un día… una biblioteca recoge los libros que podemos leer, o que podríamos leer, aunque luego no los leamos nunca” y entonces me decido, a costa de una parte de la quincena, a poner otros tantos tomos que contribuyen a aumentar la torre que corona mi buró.

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