La importancia de hacer las cosas bien / Discere - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas

Antonio Machado

Seguramente más de un maestro se habrá encontrado con alumnos de preparatoria o universidad que les presentan trabajos mediocres o mal hechos y, cuando los van a evaluar, los estudiantes se defienden diciendo que ellos cumplieron y por tanto no se les puede reprobar. Si los profesores entran en discusión, seguramente saldrán perdiendo porque los argumentos sobre la calidad del trabajo bien hecho de poco servirán ya que la gran mayoría de los alumnos pertenecen a la generación de la nueva escuela, donde todo lo que hacían estaba bien hecho y no se les podía asignar una valoración negativa o pedirles que lo repitieran, ya que su autoestima y seguridad se verían gravemente comprometidas.

Lamentablemente, con esta idea están creciendo todavía muchas generaciones, oponiéndose a lo que posteriormente encontrarán en los trabajos que les toque desempeñar. En las empresas nadie valorará el proceso, serán evaluados por los resultados y les exigirán que esos resultados tengan calidad y sean realizados con eficiencia y eficacia sin excusa alguna. En estos casos no servirá de nada que inicien una discusión con su jefe y aleguen que se trataba de cumplir porque seguramente no tendrán muchas más oportunidades. El poeta estadounidense, Henry Wadsonrth Longfellow, diría eso de: “Se tarda menos en hacer una cosa bien que en explicar por qué se hizo mal”.

Paradójicamente las nuevas teorías pedagógicas presumen de hacer “competentes” a los alumnos y de ser muy prácticas, lo cual en teoría facilitaría el proceso de incorporación al sector productivo, pero en la realidad dista mucho de ser así. La realidad es que se están formando personas que no han desarrollado suficientemente el valor del esfuerzo y desconocen la importancia de hacer las cosas bien. Las consecuencias ya las están viviendo porque muchos de estos jóvenes no aguantan la presión y ruedan de una empresa a otra esperando el trabajo ideal y tal vez lo encuentren en el sector público donde parece importar más el cumplir, que el hacerlo bien.

Justamente en el sector público está de moda que los políticos establezcan una serie de compromisos ante notario (a ese grado se ha devaluado el valor de la palabra de honor, que necesita ser certificada ante notario). Son buenas acciones, pensadas para beneficiar a un gran sector de la comunidad, por lo que en muchas ocasiones sirven para inclinar la balanza hacia uno u otro candidato; mientras tanto, las organizaciones de la sociedad civil los anotan para darle seguimiento y ver si los cumplieron.

Es común también que dichos políticos rindan informes parciales en los que van enunciando cada uno de los compromisos que fueron cumplidos. Lo malo es que, en muchas ocasiones, los proyectos finalizados no cumplen con los estándares de calidad y se conviertan en algo similar a esos trabajos de los alumnos mediocres que exigen calificación aprobatoria por el simple hecho de haberlos realizado. “Se necesita poco para hacer las cosas bien, pero menos aún para hacerlas mal.”Dice el chef francés, Paul Bocuse.

Hoy vemos cómo nuestro país está sometido al rigor de cumplir con indicadores internacionales a cualquier precio y lo peor de todo es que se cumplen, pero no de la manera que debieran. Esos compromisos, en apariencia “cumplidos”, se convierten en un lastre para la siguiente administración que tendrá que rehacerlos o destruirlos, con el consecuente perjuicio para el erario público que está conformado por las aportaciones de nuestros impuestos.

Casos documentados hay muchos, pero como ejemplo podemos citar: obras de infraestructura de pésima calidad, como el asfalto de calles y carreteras; creación de empresas que ofertan empleos mal remunerados y con unas condiciones laborales peores que en el siglo XIX o aumento de instituciones de educación superior sin que cumplan con los requisitos mínimos para serlo. Esa apología de la mediocridad la vemos también en casos como el de la selección nacional de futbol, que fueron convertidos en héroes a pesar de su evidente y tradicional fracaso.


Esta “tradición” de trabajos mediocres pero cumplidos es algo muy grave, sin embargo, es especialmente alarmante cuando el tema se refiere a la educación, ya que las consecuencias, no sólo serán monetarias, sino que tendrán un impacto social descomunal. Se le da importancia a la cantidad pero no se incide en la calidad y entonces se habla del número de alumnos alfabetizados; cantidad de escuelas de tiempo completo; alumnos egresados de educación media superior o superior; reducción en los índices de abandono escolar o el total de horas de capacitación a docentes, por mencionar algunos indicadores.

No obstante el cómo egresan, las condiciones en las que se implantaron esas escuelas de tiempo completo o en qué temas se capacitaron a los maestros, pasa a un segundo lugar y es ahí donde se pierde el control y entramos en la vorágine de las cifras sin solucionar los problemas de fondo. Creo que ha llegado el momento en que los compromisos de las autoridades vayan acompañados de indicadores que evalúen su cumplimiento y también la calidad de los mismos. Creo que todo lo que vale la pena hacerse, hay que hacerlo y hacerlo bien. Como diría, Jonas Edward Salk, “La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho.” Y esto es valiosísimo para un político.

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@petrallamas


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