El #IceBucket de la Desconfianza / Opciones y decisiones - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Una nota que aparece reiteradamente ante la opinión pública de México es la relativa a la desconfianza -al parecer ya congénita- que nos tenemos unos hacia otros los mexicanos; y una de cuyas consecuencias inmediatas resulta ser el bajo nivel de asociación-colaboración societal que se da en nuestros entornos comunitarios y que, por ende, repercute en una escasa participación pública o estrictamente política. Aguascalientes, en este tema, ocupa los nada honrosos últimos lugares en el rubro de “menor número de contactos y relaciones por región”; y ostentamos sin recato que nos da igual tener un gobierno democrático que autoritario, nuestra opción por la democracia llega a sólo el 48%, así lo dicen los resultados del recién publicado Informe País sobre la Calidad de la Ciudadanía en México, por el Instituto Nacional Electoral.

Si lo dejásemos así, en simple dato, no tendría significación alguna, pero resulta que de esta disposición personal depende en gran parte el futuro de la vida democrática del país y una buena y funcional economía.

Dicho de otro modo, si deseamos que el aparentemente exorbitante presupuesto del INE estipulado ya en 18 mil 500 millones de pesos para 2015, por unanimidad del pleno y expresado por el Consejero Presidente, Lorenzo Córdova, quien se comprometió a realizar un ejercicio de racionalidad presupuestal para poner en ejecución sus nuevas 74 atribuciones como institución superior electoral, y que esta magna inversión tenga sentido; entonces, sería emocionalmente inteligente que nos involucrásemos positivamente en una participación comunitaria, social y pública tan práctica como responsable.

Tenemos que confrontar el reto de superar nuestros miedos -ancestrales o creados- para poder relacionarnos de manera más racional, emotiva e inteligentemente productiva, a fin de que el siempre deseable y auténtico desarrollo humano al que tenemos inalienable derecho como personas, no se nos convierta en una utopía irrealizable, como ideal siempre pospuesto y, por tanto, una quimera o un espejismo en el llano páramo de nuestra realidad nacional. Algo no está bien y tenemos que cambiarlo.

Para empezar, una línea posible de explicación de cómo operan estos condicionamientos psico-sociales e influyen en nuestras conductas concretas -dígase enfáticamente la desconfianza-, la podemos encontrar en la constitución misma de nuestro cerebro, que vale la pena explorar.

Dicho de manera muy simple, el cerebro humano consta de una estructura tripartita: – El cerebro reptiliano (médula y tallo) o instintivo es el que está a la base de la preservación de la especie; – el cerebro límbico o emocional que actúa de manera reactiva para protección del ego o personalidad propia; y – el Neocortical o la corteza cerebral que es el más evolucionado y capaz de interpretar la realidad circundante y por ello generar la creatividad humana. Abundemos un poco.

Cerebro reptiliano.- Es la estructura más primitiva que asegura el impulso por la supervivencia: comer, beber, temperatura corporal, sexo, territorialidad, necesidad de cobijo, protección. Nos sitúa en el puro presente, sin pasado y sin futuro, por lo que es incapaz de aprender o anticipar. En él se procesan las experiencias primarias, no verbales, de aceptación o rechazo. Es un cerebro funcional, territorial, responsable de conservar la vida, no piensa ni siente emociones, es pura impulsividad y es el que responde instintivamente a lo que percibe como amenazante con el ataque o la fuga, según interprete instantáneamente el estímulo que le viene de fuera.

El cerebro límbico.- El sistema límbico está compuesto por un conjunto de estructuras cuya función está relacionada con las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria. Nuestra personalidad, nuestros recuerdos y en definitiva el hecho de ser como somos, depende en gran medida del sistema límbico.
Los componentes de este sistema son: amígdala, tálamo, hipotálamo, hipófisis, hipocampo, el área septal (compuesta por el fórnix, cuerpo calloso y fibras de asociación), la corteza orbitofrontal y la circunvolución del cíngulo. También es llamado cerebro medio, porque está situado inmediatamente debajo de la corteza cerebral y contiene centros nerviosos que ya funcionan en los mamíferos, siendo el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión. En el ser humano, estos son los centros de la afectividad, es aquí donde se procesan las distintas emociones y el hombre experimenta penas, angustias y alegrías intensas.

El cerebro Neocortical.- El neocórtex o cerebro racional es el que permite tener conciencia y controla las emociones, a la vez que desarrolla las capacidades cognitivas: memorización, concentración, autorreflexión, resolución de problemas, habilidad de escoger el comportamiento adecuado, es la parte consciente de la persona, tanto a nivel fisiológico como emocional.


En síntesis, el Sistema Neocortical (Cfr.: http://diplomadoupel2013.wordpress.com/2013/04/12/cerebro-neocortex/) está estructurado por el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho y está asociado a procesos de razonamiento lógico, funciones  de análisis, síntesis y descomposición de un todo en sus partes. En el cual se dan procesos asociativos, imaginativos y creativos, se asocia con la posibilidad de ver globalidades y establecer relaciones espaciales. Finalmente el cerebro Neocórtex es, sin lugar a dudas, el que más nos diferencia de los animales, ya que sólo el ser humano posee estas cualidades. La inteligencia humana producto de este cerebro es muy asombrosa y es lo que ha hecho que el hombre sobreviva y sea capaz de ser el animal dominante en el planeta, pero aún a pesar del inmenso poder que tiene esta parte de nuestro cerebro, al fin y al cabo, el Neocórtex está al servicio del cerebro Reptiliano, que es el que realmente marca las tendencias y las necesidades que todos tenemos. La diferencia entre una persona muy lista con un Neocórtex muy desarrollado y otra muy poco inteligente no está en sus motivaciones, sino en cómo gestionan su vida para conseguirlas. La persona muy inteligente estudiará más y mejor, pensará más y mejor, se comunicará con más habilidad y gestionará sus recursos con más eficiencia. Pero al final, buscará lo mismo que cualquier otro ser humano. -Hasta aquí la cita de varias fuentes que, al final, he condensado personalmente.

Esta triple capacidad funcional de nuestro cerebro como un todo nos permite tomar más y mejores decisiones sobre cada aspecto de nuestra vida. El reto está en afrontar con inteligencia emocional nuestros miedos -inconscientes o lúcidos- que las costumbres y prácticas sociales nos presentan. Por lo dicho, sabemos que el cerebro reptiliano influye en nuestros comportamientos no tan sólo básicos de sobrevivencia, sino inclusive en cómo seleccionamos dirigentes ya sean comunitarios o políticos, igualmente se dice que influye en muchos de nuestros ritos, costumbres y prácticas sociales.

Esta verdaderamente genial estructura bioquímica, electromagnética y mecánica cuántica de nuestro cerebro hace posible la presencia de nuestra conciencia emocional, capaz de dirimir en milisegundos una toma de decisión que pueden perdurar años y aun cubrir el ciclo completo de una vida, como casarse o elegir una vocación profesional. Pero, más importante aún, en ella radica nuestra potencialidad para la adaptación, el ajuste racional-emotivo -digamos civilizado- y finalmente el cambio en lo psicológico y social.

No podemos permitir que las opciones más importantes de nuestra vida y convivencia ciudadana dependan de la parte más primitiva o menos evolucionada de nuestro equipamiento biológico, pues así actuamos nada menos que como reptiles, atacamos o nos damos a la fuga sin mediación alguna del control racional-emotivo y peor aún, con pérdida de nuestra capacidad anticipativa del futuro y poder de modulación del cambio societal. Así lo dijo Jesucristo: “sean astutos como serpientes, pero sin dobleces como palomas” (Mt., 10,16). De lo que hablamos, al final, es de la capacidad para transformarnos y, que el sabio paleontólogo jesuita P. Teilhard de Chardin, decía: hominizarnos.

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