En una sesión académica de arranque de semestre, el coordinador de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación pide al claustro docente que de manera breve presenten sus generales con el fin de conocer el perfil de los integrantes; la dinámica da inicio, ¿se imagina la competencia de egos entre comunicólogos?, son peor que cualquier cosa, en fin, el caso es que, de entre ellos, salta al escenario un joven profesor que además de la cátedra se dedica a la vocería en un organismo político -disculpe, estimado lector, que no pueda aportar más datos pero las especificaciones se me fueron-. Esa parte no llamó mi atención, lo que sí despertó la inquietud de compartir aquella experiencia con ustedes fue la reacción del citado personaje; entiendo y celebro que las personas se comprometan con sus instituciones, sus lugares de trabajo y hasta con la bandera política a la que pertenecen, sin embargo, la defensa a ultranza de un sistema político que se traduce en gobierno en función que no hace bien las cosas, y que no sólo lo digo yo sino que es un sentir generalizado dentro de nuestra sociedad, deja mal parado a los nóveles funcionarios que, aun de bajo perfil, tratan de llamar la atención en escenarios que no son los indicados. Contextualizo: en días pasados una de las figuras más respetadas en todos los sectores de la sociedad, no sólo de nuestra querida patria sino también en el ámbito internacional, hizo un apunte desde el mismísimo corazón de la manipulación mediática; me refiero a Elena Poniatowska, quien supongo que a manera de equilibrio y de muestra de pluralidad por parte del canal de las estrellas, la invitan a participar en un segmento identificado como “en la opinión de”, dentro del noticiario nocturno de dicho canal.
Es obvio que la televisora de Avenida Chapultepec sabe de los alcances del intelecto de su colaboradora, de la crítica y de la influencia entre los televidentes que ella tiene ni se diga, no fue “de a gratis” que hasta la misma Televisa haya dejado salir al aire el comentario sin censura y a manera de ejercicio democrático; ellos también, como el profesor lo señaló incisivamente, “respetan a los críticos del sistema”.
Con el permiso de usted, querido lector, de esta casa editorial, y de la doctora Poniatowska, cito versión estenográfica del comentario: “Mientras los medios de comunicación permanecen en pocas manos, la democracia no será posible en México. La televisión encumbra, la televisión deshace, la televisión rige el destino de un país. Los anuncios de televisión nos obligan a utilizar determinados champús y también nos indican qué consumir. La televisión convierte en héroes a los conductores de noticiarios, en verdugos a los manifestantes y a los huelguistas, y en primeras damas a las actrices de telenovelas. A los y a las adolescentes la pantalla les ofrece un sueño de pasar de cenicienta a príncipes y princesas, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son, decía Calderón de la Barca. De los reality shows actuales que por unos cuantos pesos ridiculizan y envilecen a sus participantes”.
Su contraparte: la mesa de diálogo que ofreció la Presidencia de la República a través del Fondo de Cultura Económica, un espacio para el primer mandatario, un escenario confortable y una estructura que permitió hablar de las reformas y sus alcances pero nada más, y cuando se le preguntó por el tema de la corrupción, don Enrique atinó a vincularla con la cultura, algo así como que es algo que traemos en el chip todos los mexicanos pero que se puede erradicar. Jesús Silva-Herzog Márquez en su columna del 25 de agosto analizó el contenido, el fondo de dicha presentación, dejando mal parado al señor presidente.
Reitero que aunque sea una estrategia de la televisora para confirmar su compromiso con la democracia, el comentario está hecho, la nueva película de Luis Estrada está hecha, las columnas de crítica al sistema están publicadas, la mesa redonda del Fondo del Cultura Económica como vocero de la Presidencia en Palacio Nacional con una serie de comunicadores, está hecha; son estas válvulas de escape que el pueblo necesita y que el mismo gobierno promueve. No es respeto a los críticos, es una necesidad social para que no estalle lo que desde nunca ha estallado de manera real.
En este devenir de hechos y conciencias, donde los malos son los buenos y los buenos son los malos, el cristal de la realidad de convierte en un caleidoscopio multicolor y los mensajes confunden; el pasado 26 de agosto se publica en un diario de circulación local que “los burócratas no deben recibir regalos costosos” en ocho columnas, y en pequeño “los que excedan de $670 es contra la ley”. ¿Los burócratas reciben dádivas?, ¿quién les da regalos o por qué motivo? Ya lo dijo nuestro presidente: “La corrupción es un tema, yo insisto, de orden cultural”; ya lo dijo León Krauze en ese mismo escenario respondiendo al primer mandatario: La corrupción no radica en nuestro modo de ser, sino en un régimen político fincado, como dijo Zaid, en la propiedad privada de las funciones púbicas.
Un burócrata ¿por qué motivo debe recibir un regalito menor a los $670 pesos?, porque me ayudó a agilizar un trámite, porque puso mi expediente arriba de todos los demás, porque me dejó pasar en la fila, ¿por qué?
La sociedad necesita oxígeno, aire fresco, mentes claras y compromisos reales. Hoy, 16 años, después no puedo estar satisfecho por el México que le estoy dejando a una de las dos razones que tengo para cambiar este entorno. Feliz Cumple JP.
Twitter: @ericazocar