En pleno centro de la hermosa Ciudad de Aguas Cálidas, en medio de la algarabía citadina, rodeado de historia, tradición y pueblo, se encuentra el “Jardín Azul”, conocido por sus habitantes como el jardín de la intolerancia.
En la puerta del jardín se encuentra un cartel con las siglas NRDAC (nos reservamos el derecho de atención ciudadana).
Todos los miércoles hay fiesta en el Jardín Azul. Y, a decir del Rey del Jardín Azul, todos están invitados. Todos, menos los Agua-calidenses que simpaticen con el Partido Verde Blanco y Rojo de esa bella entidad. Todos, excepto los ciudadanos que no profesen la misma religión de los mandamases del bello Jardín Azul. Todos, pero no quienes se atrevan a dibujar en su propia piel.
Día tras día, crece la lista de ciudadanos excluidos de atención y de atenciones de los reyes del Jardín Azul. Con arrogancia, se tomó la decisión de retirarle su jardín a una organización vinculada a la Gran Lógica Mística del país, porque la libertad de credo y pensamiento aterroriza a los azules jardineros. También se creó una real ordenanza desde el Jardín Azul, para que todo aquel que osara dibujar, no en un papelito, no en un cuaderno escolar, no en una pizarra, no en las paredes como en aquella canción de “y cuando nadie me ve, escribo tu nombre en las paredes de mi ciudad”; sino en su propio cuerpo, serían detenidos y revisados como delincuentes, porque “la gente azul no se tatúa”.
El exterminio, pero laboral, también forma parte de las llamadas “decisiones finales” en el Jardín Azul. La meta: 2000 (dos mil) trabajadores. Dos mil trabajadores, que, sin importar su antigüedad, condición social, necesidad de trabajar o cualquiera otra; fuesen sospechosos de simpatizar con el Partido Político Verde Blanco y Rojo. La semana anterior, de la sección del Jardín Azul, llamada paradójicamente Desarrollo Social, salió un grupo de casi cincuenta trabajadores y trabajadoras, entre ellas la ciudadana agua-calidense Lucero, con una veintena de años de servicio, dos hijos que sacar adelante y un terrible cáncer con el que libra, desde un año atrás la batalla.
Me gustaría contarle a Ud. apreciable lector y a Ud. amable lectora, el final de esta historia, pero me temo que ésta apenas comienza. Para muestra, un botón, la semana anterior, el Jardín Azul acordó y ejecutó la matanza, por medio de la electrocución de 120 (ciento veinte) perros procedentes de otro Jardín, pero de un azul “más bajito” ubicado en Pendón de Arteaga. Así que a la lista de los discriminados ahora se suman los animales inocentes. No está de más que yo le cuente que para “detener” a cada uno de los perros se implementó un operativo tipo caravana con autos oficiales y patrullas protegiendo a la “perrera” de los posibles actos provocativos de los peligrosos canes.
La lista de los excluidos del Jardín Azul seguirá y crecerá. Ante ella y su poder en contra de la dignidad humana y la violación flagrante de derechos fundamentales, poco se puede y de hecho, muy poco se ha podido hacer. A los Agua-calidenses sólo les queda preguntarse ¿Quién sigue?
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar. Martin Niemöller, Pastor Luterano.
¡Nos vemos en la próxima! Recuerde Usted que en esta su cocina no sólo se come. Se lee, se estudia y se conversa de todo… especialmente de política.