Triunfo del Imperio / Ciudadanía económica - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Imperio es una obra de Michael Hardt y Antonio Negri, publicada hace casi dos décadas, que expone clara y muy detalladamente cómo la política, economía y cultura de un imperio global, que sin más lógica que la ganancia monetaria a cualquier costo, rige la vida en el mundo actual. Según la perspectiva de los autores, se trata de un concepto de “biopoder” que opera de manera profunda en la vida de las sociedades, al grado de influir en la naturaleza humana y de plantear no sólo formas más variadas de explotación, sino nuevas opciones de formas de vida.

Este imperio postmoderno, sin embargo, difiere de los imperios tradicionales, ya que mientras éstos provienen de un país, una cultura, un reino o gobierno, el actual no tiene una cabeza visible con un dictador, directorio, rey o sátrapa al mando. Aunque las estructuras desde donde ejerce control sobre el mundo son identificables -el FMI, Banco Mundial, Foro Económico Mundial, Grupo Bilderberg, etc.-, como hidra de mil cabezas no puede ser vencido por decapitación o conquista territorial.

El poder legislativo de la República Mexicana -que es todo, menos poder representativo- al emitir la llamada “Reforma Energética” cedió como se cedían los recursos de un territorio conquistado a los imperios de antaño.

Acicateados ciertamente por quienes desde la administración pública se comprometieron a poner los bienes de la nación al servicio de la omnipresente y cada vez más poderosa presencia e influencia del imperio, los legisladores mexicanos asumieron como fatal destino la aceptación incondicional del mandato imperial.

El imperativo categórico del mandato trasnacional, borró de la agenda legislativa -si es que alguna vez hubo alguna derivada del compromiso con los electores-, cualquier otra consideración. Prevaleció el fatalismo aprendido de las guerras de conquista en el pasado: mejor dejarse conquistar en vez de oponer una valiente, pero infructuosa, oposición ante el ominoso poder de un imperio avasallador. Mejor ser obedientes súbditos y vivir cómodamente de las migajas que derrama el poderoso conquistador a quienes viven a su sombra.

Al elaborar el marco jurídico que suma los recursos energéticos del país a favor de las compañías propiedad del imperio, lo que no se dice es que con ello se supeditan los sistemas productivo, educativo, cultural y de comunicaciones a la lógica de éste, para regir el destino de la nación.

Explican los autores de Imperio, Hardt, literato norteamericano y Negri, sociólogo italiano, que en el imperio actual, los flujos de capital, personas, bienes, información y tecnología se mueven libremente, desdibujando fronteras y redefiniendo las nociones de territorialidad y temporalidad tradicionales. Su poder se ha incrementado conforme se han venido diluyendo los poderes nacionales e intereses nacionalistas.

A diferencia de los imperios tradicionales, el actual, el postmoderno, deja abierta la posibilidad de que la humanidad pueda superarlo de igual manera, como una entidad múltiple y con capacidad tecnolóngica para la comunicación, compartiendo un ideal común.

La idea de la colectividad que se maneja en el libro no es ya la de las masas, como las de una tradicional “lucha de clases”, sino la de la “multitud”. Una que está constituida por una pluralidad “creativa y productiva” de subjetividades que se enfrentan a la maquinaria imperial y al orden jurídico que pretende conservar la paz y el orden mundiales.


Así como tampoco posee una cabeza -un líder revolucionario visible, por ejemplo- es igualmente difícil de vencer.

Resulta interesante descubrir estas ideas expuestas a mediados de los años 90, cuando aún no existían las redes sociales y la maravilla de la comunicación múltiple que permite el internet.

Parecería que Hardt y Negri vislumbraron algo que, por la saturación mediática -operada por el imperio postmoderno- no hemos reconocido en su total dimensión, por lo que no hemos puesto a nuestro favor la ventaja numérica: somos el 99% de la humanidad y sólo el 1% se manifiesta a favor del imperio.

Finalmente, los autores de Imperio proponen de manera muy general, un programa de lucha en la constitución de un “Telos” (el derecho a la reapropiación). Son cinco los pasos del telos de la multitud: la reapropiación del control del lenguaje y las redes de comunicación; la integración de este poder lingüístico en una maquinaria progresiva de libertad; la colectivización de la voluntad de hacer historia; la expresión política de la constitución de un nuevo mundo y finalmente la constitución de “una frontera de libertad sin límites y su definición de espacialidad y temporalidad abierta celebradas con un poder constituyente”.

La propuesta libertaria de Hardt y Negri se sustenta en un planteamiento muy general, construido con la vehemencia y candidez de un comunismo romántico, cuando menciona al final del libro que la multuitud se alzará contra el imperio en “una revolución que ningún poder controlará -porque el biopoder y el comunismo, la cooperación y la revolución permanecen juntos en amor.”

Hace dos décadas, por esa forma en que se plantea la propuesta para vencer al imperio postmoderno, la obra no pasó a ser más que una curiosa digresión filosófica. Sin embargo, en los últimos años se han construido nuevos movimientos sociales que permiten constatar que en lo de la multitud acéfala pero con propósito bien definido, estos autores tenían razón. Los “indignados”, los movimientos “ocupa”, los “wikileaks”, entre otros, son las nuevas formas de resistencia anti-imperial.

Hoy fluyen por la red electrónica conocimientos respecto a nuevas y más libres fuentes de energía, sistemas que no utilizan dinero para los intercambios, redes de comercio justo, y aprovechamiento de recursos que no pasan por el ahorro en sistemas bancarios. Las nuevas tendencias de la inteligencia compartida por las redes, si no vencen al imperio postmoderno, al menos sí amenazan con arrebatarle gran parte de su poder de control.

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Twitter: @jlgutierrez


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