El foro y jornada de difusión del movimiento cultural autogestivo Circo, maroma y arte reunió elementos aparentemente disímbolos de nuestra realidad cultural. Las omnipresentes instituciones públicas: Conaculta, ICA, IMAC, UAA e INBA, las dos últimas a través del Centro de las Artes y la Cultura y el Centro de Investigación para el Desarrollo Cultural y la Educación Artística, respectivamente. Y los artistas, los promotores y gestores de arte y cultura autogestivos. En el programa del foro hubo una mesa dedicado al asunto, planteado como pregunta sobre las instituciones públicas y el movimiento autogestivo: ¿vecinos distantes?, y otras sobre el tipo, límites y alcances de la relación entre ellos, sin olvidar las responsabilidades de las primeras hacia el segundo. El aparato oficial convocando a los hijos de sus insuficiencias para cubrir las necesidades culturales de la población.
La paradoja tiende a desaparecer si el acontecimiento se lee como un esfuerzo de las instituciones por construir su legitimación con base en su relación con la sociedad y los artistas, dando por hecho el respaldo de la clase política gobernante. Pero este ejercicio también se puede leer como una señal del reconocimiento oficial de una serie de cambios culturales cuyos contornos están por definirse en Aguascalientes, tanto como en México y el mundo. De ahí la necesidad de provocar el diálogo entre los involucrados en el proceso de transformación y aprovechar el capital cultural reunido para influir en él de manera favorable al desarrollo. Para lograrlo debemos mejorar nuestro conocimiento del movimiento cultural autogestivo. Esto implica el intercambio de experiencias en un contexto regional; el ejercicio no se limitó a la experiencia local; hubo invitados de las ciudades de Querétaro, San Luis Potosí, México y Guadalajara.
La ausencia de gente que no recibió la convocatoria, distribuida básicamente por internet, pone a prueba la funcionalidad de las redes sociales. El ejercicio sirvió para tomar café y galletas, saludar a los cuates y conocer gente interesante, principalmente jóvenes. Sobre todo, para intercambiar experiencias entre los participantes y el público –artistas, gestores, promotores–, plantear problemas, esbozar propuestas de solución y reconocer algunas coincidencias y divergencias en el desarrollo de las diferentes actividades comprendidas en el campo cultural. Más que como una reunión esporádica entre pares, resulta deseable realizar este ejercicio periódicamente, haciendo los ajustes necesarios para convertirlo en un mecanismo de consulta y diálogo que permita conocer mejor el movimiento cultural autogestivo regional.
Hubo indicios de esta posibilidad durante los cuatro días del ejercicio. Aquí se repasan algunos que aparecieron en la mesa sobre la distante vecindad, realizada el viernes 25. Ahí escuchamos, en el bando autogestivo, a Jorge Terrones y José Ricardo Pérez Ávila, de México kafkiano, una ponencia enviada por el investigador Salvador Camacho, a un integrante de la compañía de danza Ciudad Interior de Querétaro y a mí como presidente de Artistas Asociados Trabajando, A. C., mientras que por el bando institucional habló César Darío de la Torre, director del museo regional del INAH, quien abrió la mesa.
En su intervención, el funcionario negó la distancia entre ambos bandos, pues desde hace tiempo la institución donde trabaja busca la autogestión en parte como alternativa a la penuria presupuestal; las limitaciones de esta búsqueda provienen de las leyes que en su rigidez restringen el contacto con el patrimonio cultural. Inevitablemente, la pretendida autogestión institucional se queda en mero propósito. En cambio, los kafkianos se definen como observadores del panorama y no como parte del sistema cultural; su blog, más bien un cuaderno de notas, se sostiene con las visitas y el tráfico virtual; para ellos las instituciones no tienen por qué mantener a los artistas por encima de otros ciudadanos y debe llegar el momento en que ya no se necesiten. Por su parte, la experiencia de Ciudad interior los aleja de las instituciones: faltan espacios y presupuestos públicos para la danza pero hay exceso de trámites; proponen impulsar el mecenazgo y se empeñan en mejorar constantemente para atraer patrocinios. En otra trinchera, Salvador Camacho investiga la actividad de dos agrupaciones locales independientes, la Asociación Cultural Aguascalentense, en los años cincuenta, con Salvador Gallardo Dávalos, y el grupo de teatro Hermanos Flores Magón, en los ochenta, donde participaron Rogelio Guerra y otros actores y activistas. Para nuestra asociación civil entre ambos bandos debe haber una relación de colaboración y complementariedad; coinciden como actores del campo cultural que comparte la necesidad de acercarse a los diversos públicos pero cumplen funciones distintas: promoción y gestión de un lado y producción, interpretación o ejecución del otro; por tanto, persiguen fines diferentes: justificar el presupuesto y desarrollar las expresiones artísticas.
Se trata de un tema complejo. Por lo pronto, si el ejercicio permite influir en el diseño de políticas públicas de cultura desde el punto de vista del movimiento autogestivo, habrá prestado un gran servicio.